4.
Por cierto, en lo autobiográfico hay siempre un elemento de ficción, inevitable cuando uno “se cuenta” a sí mismo. Hace falta, por lo menos, inventar ese personaje que soy yo, el narrador de la autobiografía y el protagonista del documental. Y no voy a negar que hay una discreta operación ficcional de por medio. Pero no es una construcción ficticia cualquiera. Es una construcción que revela una verdad. No podés hacer cualquier construcción autobiográfica, simplemente no podés. Vas a hacer un tipo de construcción que va a hablar de quién sos, digas lo que digas vas a terminar confesando quién sos. A mí me parece que es así. En algún sentido también es la idea de Freud, que es muy interesante y muy paradójica: la idea de la novela familiar, de crear como un mito, o de fabricar recuerdos, la inevitabilidad de la fábula. Pero cualquier cosa que fabriques y construyas y fabules siempre va a revelar quién sos. Cuando hablás de vos mismo, no hay dónde esconderse.
Igual, no me gustaría caer en la discusión de la cuestión “ficción vs. documental”. Me parece importante que haya cierta creencia, tanto en el documentalista como en el espectador de documentales, de que estamos tratando de algo verdadero, de que en esta historia hay una relación muy directa con lo real, que no es cualquier cosa que imaginé. Y me parece que es ese factor, propio del documental, el que dispara en el espectador una reflexión o una asociación con su propia vida. Hay también una cuestión de transmisión de conocimiento, que es lo más tradicional en el documental. Inclusive se ha creído que hay algo llamado “epistefilia”, que es el deseo de saber, de conocimiento, como una especie de motivación del espectador de documentales. Puede ser así, y no descarto que en mis documentales también haya algo de eso, pero no deja de existir toda esa otra dimensión fantasmática, que para algunos tiene que ver con la ficción. Sin querer despegarme del terreno documental, esa es la dimensión que siempre me ha interesado, y más aún en el trabajo que estoy haciendo ahora.
Hay una escena, al principio de Fotografías, donde estamos mi hijo Rocco y yo, en la oscuridad de un sótano, abriendo un baúl que pertenecía a mi madre. Es un buen ejemplo de cómo el simple proceso narrativo te lleva del lado de la ficción o lo fantasmático. Muestro a Rocco hurgando en el baúl de su abuela, encontrando unas diapositivas de la casa de Freud, después estatuillas y cuadros hindúes, objetos varios que pertenecían a mi madre y que dicen algo –o mucho– de quién era ella: una psicoterapeuta, una mujer hindú, etc. Finalmente, extraemos del bául una pareja de gigantescas marionetas hindúes, enormes y extrañas, que le dan a Rocco un poco de miedo. “Mejor guardarlos”, dice. Ahí ya hay un relato, sin agregar nada más. Por supuesto, yo tenía idea de las cosas que estaban ahí. Pero no sabía exactamente qué había, ni en qué orden irían apareciendo, ni menos cuál iba a ser la reacción de Rocco. Tampoco sabía que el descubrimiento de los muñecos y el susto de mi hijo iban a ser la conclusión –digamos– dramática de la escena. Ahí hay un relato, una dramaturgia: ficción, en ese sentido.
Ahora, si yo agrego la historia, verdadera, de que a mi Mamá le dijeron que esas marionetas estaban poseídas y que había que quemarlas y que ella no quiso quemarlas, ya estoy dando un paso más en el terreno de la construcción ficcional, aunque se trate de algo que realmente sucedió. Y eso a su vez crea en el espectador una expectativa de que ese elemento narrativo tan fuerte que acabo de plantear cobre un sentido más adelante: la lógica del relato no permite que después no pase nada con las marionetas malditas. Y ahí ya estás atrapado en la lógica de la ficción. Es un poco como dice Borges en “El arte narrativo y la magia”. Una vez que alguien guarda una pistola en un cajón, algo va a tener que suceder con esa pistola. Entonces, uno tiene que manejar estos elementos y estas tensiones que se generan entre lo real y la narración de lo real. En todo caso, ahí uno ya se está alejando del mito del puro registro documental.
foto: Rocco durante el rodaje de Fotografías.
12 comentarios:
Andrés yo veo en todo esto una cuestión de nomenclaturas y etiquetas. Cuando escucho que “Fotografías” es una documental, siento una especie de disconformidad. ¿Que otro género se podría inventar para separar ese tipo de “documental” de las vidas de las ballenas y las del Historical Chanal. Es evidente que lo que uno invente y valga la rima, sigue siendo personal y real. Tarkovsky, Fellini, Visconti, Buñuel, Ray, Pasolini, Bergman, y compañía, que ahondan en sus traumas y obsesiones a través de esas películas que ¿Cómo clasificarlas? ¿De ficción?
Yo creo que lo más sensato sería sentarse en la butaca y sentir, sentir ese fantasma oculto detrás de la pantalla, sentir el cine, y llevarse ese sentimiento a casa.
Las entradas son siempre muy baratas
Me quedo pensando en la novela familiar y en Freud.
Me deja muy preocupada el dogma "no hay donde esconderse". Tengo la ilusión de ficcionar a mis anchas, fabricar recuerdos impunemente, pero que parte de mi yo quede escondido.
No me molesta que la fábula revele quien soy. Pero que no sea un YOOO, sino una partícula. Una dosis.
Lo de la confesión es otro tema. Uno se confiesa con el espectador, porque es culpable?
Estos documentales inclasificables son sesiones Psi? Exorsismo?
Creo poseen una buena dosis de pensamiento mágico, en el buen sentido.
También se trata de manipular. Con elegancia y humanidad pero manipular al fin.
Como editora que soy, sé que es un destino.
Ver los materiales filmados, casi con paranoia dramática. Todo tiene que ver con todo.
Bah, estoy un poco sensible. En plena pre de una filmación en super 8 (mañana). Mis amigas y yo, presas en el patio del colegio, obligadas a lograr un saque de voley.
Creo que el método Di Tella (El documental y yo) es intransferible.
PD: Qué chiquito está Rocco en la foto. Es el back de cuál escena de Fotografías?
José: a mí también me genera cierta disconformidad el término de "documental" para mis películas y es posible que, más pronto que tarde, termine abandonando la "etiqueta"...
Igual, aunque hay mucho que me incomoda, también hay algo que me interesa y es esa especie de pacto entre cineasta y público que se da en el documental: "creanmé, esto es verdad". Pero es cierto que siento que mi búsqueda personal está más próxima a Tarkovsky o Ray o Pasolini o incluso Bergman que a Michael Moore o Pino Solanas.
Me gusta la idea del fantasma oculto detrás de la pantalla y que eso es lo que te llevás a casa.
Ya contesto a Alejandra dentro de un rato...
ya sea documentar la ficción o ficcionalizar el documento,
"tal como vemos, así somos"
(no recuerdo quien lo dijo)
eso sí, hace falta representar
cómo uno ve. El bueno de T.W. Adorno hablaba de las obras de arte como enigmas y también de un "contenido de verdad".
saludos
Estaba leyendo a Paulo Lemiski y justo apareció algo sobre el cine, es muy linda la idea del fantasma detrás de la pantalla,
va el poema
A LUA NO CINEMA
A lua foi ao cinema,
passava um filme engraçado,
a história de uma estrela
que não tinha namorado.
Não tinha porque era apenas
uma estrela bem pequena,
dessas que, quando apagam,
ninguém vai dizer, que pena!
Era uma estrela sozinha,
ninguém olhava pra ela,
e toda a luz que ela tinha
cabia numa janela.
A lua ficou tão triste
com aquela história de amor
que até hoje a lua insiste:
— Amanheça, por favor!
el libro se llama Distraidos venceremos, otra idea que me gusta y me guía, ¿y si uno hace así, como quien no quiere la cosa y en un momento cuando se llega a representar como uno ve, ve y se encuentra con las cosas hechas, casi sin voluntad, como si siempre hubiese estado ahí, al alcance de la mano?
Buenas noches.
andrés: la explicación de la verdad narrada es un lujo. y de una claridad que ya la hace un clásico en su género. está en el epicentro del giro autobográfico.
el comment de ueno me mató! Es una beshesa y una genialidad. creo que podés subirlo a categoría post.
placer leerlos!!!!!
Ale: creo que una vez que asumis que "no hay donde esconderse" y que te vas a revelar ante el espectador como quizá nunca lo harías con nadie en la "vida real", el efecto es tremendamente liberador. Es paradójico, tal vez, pero ahí podés empezar a tomar distancia de ese "yo" y tratarlo como una construcción ficcional, que en alguna medida lo es, como digo en post.
Pero se trata de una construcción hecha con materiales verdaderos. Y entones empezás a preguntarte: "OK, al personaje le falta alguna contradicción", o "se nota que quiere salir demasiado lindo", "agreguémosle algo más mezquino". Y eso, ja ja, eso no hace falta inventarlo porque lo tenés a mano...
Es decir: en mi dogma tenés que estar dispuesto a usar todo, no solo una dosis, porque si no, se nota. Igual, no te olvides de la teoría del iceberg. Al final, nunca vas a mostrar más que la punta de iceberg de quién sos. Y el espectador se va a tener que imaginar todo el gran bloque de hielo sumergido. ¿Y como se lo va a imaginar? Con su propia vida. O sea que al final, las obras "autobiográficas", si están logradas, terminan hablando antes que nada del espectador o del lector...
Y cada día creo más en el pensamiento mágico. Es el verdadero dogma de los que estamos en el negocio este de contar cuentos. Lee, o volvé a leer, "El arte narrativo y ma magia" de Jorge Luis Borges.
Hablando de pensamiento mágico, últimamente me estoy interesando por la "posesión", como en el vudú...
Pero eso ya sería para otro post...
Y gracias chicaenmini! Yo también te quiero...
Y te voy a hacer caso con el comment de ueno...
Claudio: te acordás cuál era el contexto en el que Adorno decía eso? Me parece que esos dos factores definen el arte documental que a mí me interesa: "el enigma" y el "contenido de verdad"...
Yo todo nuestro trabajo es exactamente eso: hace falta representar cómo uno ve. Nada fácil, por cierto.
Andrés: Adorno dice esto en la Teoría Estética, publicada en 1968.
Me quedaron grabadas esas dos ideas. El comentario de Guillermo, "Distraídos venceremos", "casi sin voluntad", me recuerda esta historia de Chuang-Tzu:
La perla perdida
El Emperador Amarillo fue paseando
al norte de Agua Roja,
a la montaña de Kwan Lun. Miró a su
alrededor
desde el borde del mundo. Camino a casa,
perdió su perla del color de la noche.
Mandó a la Ciencia a buscar su perla, y no consiguió nada.
Mandó al Análisis a buscar su perla, no
consiguió nada.
Mandó a la Lógica a buscar su perla, y no
consiguió nada.
Entonces preguntó a la Nada,¡y la Nada la
tenía!
El emperador Amarillo dijo:
"¡Es en verdad extraño: la Nada,
que no fue mandada,
que no trabajó para encontrarla,
tenía la perla del color de la noche!"
(Thomas Merton, El camino de Chuang Tzu)
y en otra traducción:
"Emperador Amarillo viajó hasta el norte del río Rojo, y subió al monte Kunlun. Pudo contemplar desde lo alto las tierras del sur. En el camino de retorno perdió su perla misteriosa. Despachó a Inteligencia para que la buscara, más no la pudo encontrar. Despachó a Perspicacia para que la encontrara, más tampoco la pudo hallar. Despachó a Dialéctica para que la buscara, y tampoco este fue capaz de encontrarla. Entonces envió a buscarla a Inapariencia, y éste sí la encontró. -¡Maravilla es -exclamó el emperador amarillo- que solo Inapariencia la haya podido encontrar!"
Libro XII, 3. Zhuang Zi, 1996.
Citado por Teresa Guardans Cambó
en "Indagaciones en torno a la condición fronteriza", Tesis Doctoral, Universitat Pompeu Fabra, 2006.
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