miércoles, 29 de junio de 2011

Entrevista a Andrés Di Tella: precursor del documental autobiográfico en la Argentina

Montoneros, una historia de Andrés Di Tella (1994)

...Montoneros, una historia estuvo casi dos años en el Rojas, desde agosto de 1995 hasta fin de año y después la retomaron en marzo y siguió todo el año 1996. La daban una vez por semana y durante meses la cola daba vuelta la esquina. La gente que quedaba afuera volvía temprano la semana siguiente. El director del Rojas en esa época era Darío Lopérfido, él me invitó a pasarla ahí. Yo, la verdad, no le tenía tanta fe. La repercusión que tuvo fue realmente inesperada. Después de eso, al año siguiente, se empezó a dar en las facultades, entonces yo iba a veces a hablar con la gente. Una vez se armó una especie de acto en contra mío y de Lopérfido. Imprimieron unos volantes en contra de “Di Tella y sus difusores”. Sonaba como algo de mecánica automotriz eso de los “difusores”… Fue un acto de una agrupación que era como de Montoneros juveniles, inclusive estaba el hijo de Firmenich. Fue en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, fue muy divertido, porque se peleaban. Eso lo organizaban los radicales, que en esa época tenían las facultades. Entonces había un grupo cercano a Montoneros, que eran unos pibes, no eran Montoneros de verdad. Hicieron pintadas en las paredes y estaban a los gritos. Yo estaba tomando un café con Lopérfido afuera, y cuando llegamos para el final, me acordé de la película de Ed Wood, cuando él entra y la gente dice: “Ahí está el director...¡mátenlo!”

Leer la entrevista completa: http://revista.cinedocumental.com.ar/




martes, 28 de junio de 2011

Porque yo sola no puedo...


VALE DECIR

Porque yo sola no puedo...

En las intersecciones del Palermo profundo, donde Costa Rica se choca con Carranza y vuelve a darse de lleno contra Ravignani, conviven paquetas tiendas boutique y sus prendas de mil pesos con pizzerías esquineras “bien de barrio”, cocina armenia autodefinida como “sagrada” y bodegones de alcurnia con ravioles fritos, olivas, tortillas. Las paredes, bien dúctiles, cumplen con conejos flúo, cuerpos mutantes, collages de dandis, elefantes indios, un hombre/pulpo y frases del imaginario –léase, “La televisión no será televisada”–, todo junto y revuelto. Pero aun en ese contexto superpuesto y revisitado, una pared se distingue entre todas por su sesgo popular, político y arty: la de Costa Rica 5824.

Blanca y radiante estaba hasta que un grupo de amigos reunidos bajo el nombre colectivo de La Nueveporciento la intervino en pos de un número. O, mejor dicho, de multiplicar un número. Con el objetivo de ampliar el anémico 9 por ciento que consiguió en Palermo el Frente para la Victoria en las elecciones legislativas de 2009 y, a la vez, impulsar la reelección de Cristina Fernández de Kirchner, la troupe hizo un mural. Un mural cristinista, con una peculiaridad: lejos del dibujo, la imagen o el ícono, el objeto de diseño está íntegramente conformado por frases dichas por la Presidenta o que aluden claramente a ella.

“Quisimos destacar su fuerte, que es la calidad y capacidad comunicativa. Y trabajamos desde el afecto. Porque hay una corriente de identificación que genera compromiso; el compromiso genera esfuerzo; el esfuerzo genera militancia y la militancia hace que ganes una elección”, explica el alma máter detrás de la idea, Sebastián Soler, abogado especialista en derecho financiero, bienhechor del teatro independiente capitalino y autor del blog tommybarban.blogspot.com.

Fue él quien cedió la fachada de su casa, pidió trabajar con los colores de la bandera y, en grupo, definió las diez frases que repite la pieza de diseño amuralada. En conjunto con las artistas Silvia Gurfein y Silvana Lacarra, la escritora Cecilia Szperling, el cineasta Andrés Di Tella, la diseñadora Mishal Katz, la coreógrafa Silvia Giusto, la directora teatral Vivi Tellas, Mariana León, Sebastián Fernández y Fabia Capriotti, las citas elegidas fueron: “Cris pasión”, “La chica que nos gusta”, “El”, “Octubre es mañana”, “No se hagan los rulos”, “Todas y todos”, “Porque yo sola no puedo” (una favorita), “No da lo mismo”, “Por favor los de la corneta” y “Una Argentina donde nos reconozcamos los unos con los otros”.

En tres tamaños, tres tipografías y versionados con azules, celestes y amarillos, el trabajo se hizo en esténcil, la modalidad política por excelencia. “Elegimos este look para el mural porque, aun si es agredido, la agresión dialoga con la obra. Y, con el tiempo, puede taparse con otra superposición de frases”, define el rosarino que estudió Derecho en Harvard, donde coincidió en la estudiantina con Barack Obama.

“La consigna era que el mural fuese bello –explica Gurfein, artista a cargo del diseño–. Entonces adoptamos lo discursivo y la palabra como objeto bello en una suerte de palimpsesto, de escritura sobre escritura, para generar una doble versión visual. Porque uno puede ver la trama de color pero, al mismo tiempo, si presta atención, hay un mensaje. El ojo tiene que hacer un ajuste para detenerse en los puntos específicos.”

Con un mes de “vida” (el mural fue pintado el patriótico 25 de mayo, aunque la idea haya nacido el 27 de octubre pasado, cuando Soler fue a despedir a Néstor Kirchner a Plaza de Mayo), la pared cristinista no sólo no ha sufrido atentados, sino que ha cumplido parte de su fin: interpelar al barrio, seducirlo sin provocarlo. “Instalamos una imagen fuerte y las respuestas han sido favorables. La señora de la fábrica de pastas de la cuadra, por ejemplo, ¡me dijo que estaba chocha!”, cuenta el a.k.a. Tommy Barban.

Para colmo de bienes, un tour graffitero organizado por ingleses para turistas ha tomado el mural como parada obligada de su ruta y, una tarde de fin de semana, Juan Pablo Schiavi –secretario de Transporte de la Nación– frenó frente al mural, felicitó a sus creadores y le sacó una foto que –inmediatamente– envió a Julio De Vido, “que estaba partiendo a México con la Presidenta”, relata el abogado. Y agrega: “Nos preguntó: ‘¿Cómo? ¿Cristina no sabe de esto?’”.

Mientras toma nota de nuevas frases para seguir ampliando la obra (“un work in progress que no es infinito, pero casi”, define Gurfein) y ofrece estencilear paredes de vecinos interesados, La Nueveporciento ya programa nuevas actividades. Como la invitación de la gente de Nuevo Encuentro de Palermo, que abre local el domingo 3 y le ha pedido reproducir la experiencia en la sede. O la inauguración oficial del mural, “una fiesta abierta el sábado 16, entre la primera y segunda vuelta de la Ciudad, donde esperamos que venga toda la gente que quiera”, en palabras de Soler. “Una de las virtudes de la época es que te obliga a tomar partido y dar testimonio”, asegura el hombre de leyes y teatro que, entre amigos, ha dado el suyo entre colores y frases ineludibles.


Publicado en Radar


sábado, 25 de junio de 2011

Jean-Luc te ha confirmado como amigo

facebook
Hola, Andrés:
Jean-Luc te ha confirmado como amigo en Facebook.

La felicidad de crear


Aniversario / Arte del siglo XX

La felicidad de crear

A cincuenta años de la fundación del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, un festival recupera la música de esa época y reúne nuevamente a los becarios y profesores

Viernes 10 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa
La felicidad de crear
Gerardo Gandini, César Bolaños, Alejandro Núñez Allauca y Pedro Caryevschi durante la ejecución de la obra Objetos (1969). / GENTILEZA MARÍA DE VON REICHENBACHVer más fotos

Por Pablo Gianera
Para LA NACION

Disimulado en la media luz que deja la rutilante incandescencia del Di Tella, se esconde uno de los capítulos decisivos de la música argentina del siglo XX. El Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM) del Instituto Di Tella inició sus actividades hacia fines de 1961, luego de un largo proceso que incluyó la visita a Buenos Aires del director asistente de la sección humanidades de la Fundación Rockefeller para conocer la vida musical argentina. Se le ofreció a Alberto Ginastera encargarse de un centro de perfeccionamiento para compositores, y él, que era un hombre de acción, asumió el proyecto y lo integró en el Di Tella.

Durante los diez años que duró, el CLAEM formó alrededor de 50 jóvenes compositores de Argentina y América latina, becados para estudiar las más avanzadas técnicas musicales. El CLAEM se articuló sobre la base de una mezcla inusitada hasta entonces de pedagogía y experimentación, aunque sus principios estaban en línea con los postulados generales del Di Tella, que era a su vez el reflejo de un momento histórico. Como señala Andrea Giunta en su estudio Vanguardia, internacionalismo y política , "el proyecto de la vanguardia artística de los años sesenta debe entenderse en el marco del intenso proceso de modernización cultural que caracterizó el momento desarrollista. Un país que expandía tan intensamente su economía debía también transformarse y desarrollarse en el terreno de la cultura". Podrían discutirse los límites de esta idea ampliada de la vanguardia, pero no la voluntad de actualización y los cambios que produjo en el campo musical argentino.

El alcance de esos cambios podrá evaluarse retrospectivamente cuando empiece "La música en el Di Tella. Resonancias de la modernidad", el festival internacional que organizó la Dirección Nacional de Artes de la Secretaría de Cultura de la Nación para conmemorar los cincuenta años de la fundación del CLAEM. Las actividades se iniciarán el viernes 17 y terminarán el 24, en los dos casos con conciertos de la Sinfónica Nacional dirigidos por Alejo Pérez, con obras de los becarios, cuya música de cámara podrá escucharse también en el auditorio del Centro Cultural Borges, con dirección de Marcelo Delgado. En el Borges, habrá también conferencias, seminarios, una exposición iconográfica y audiovisual, homenajes a Ginastera y a los ex profesores, y el estreno de la obra ganadora del Concurso para Jóvenes Compositores "50 años del CLAEM".

La audición de las obras de los becarios -cuya programación corrió por cuenta de Gerardo Gandini y Eduardo Kusnir, que es además director del Festival- será sin duda una revelación tanto para quienes asistan como para los propios compositores. En muchos casos, esas obras no volvieron a escucharse desde los conciertos organizados en el Di Tella, en los que intervenían profesores y alumnos y cuyos programas tenían el diseño, tan hermoso y tan de época, ahora casi vintage , de Juan Carlos Distéfano. Incidentalmente, esos conciertos estuvieron en el origen de una de las críticas musicales más singulares que se han escrito en el país. Al comentar un concierto de becarios, Jorge D'Urbano escribió en el diario El Mundo una crítica titulada, onomatopéyicamente, "Lilipirorororo, Piiii, Toc". El final del texto era aun más singular: "Y como todos se sirven de lenguajes nuevos, yo emplearé mi nueva crítica para comentar sus creaciones. Es mi derecho, tal como es el de ellos el de hacer oír el resultado de sus necesidades estéticas y expresivas. Lo que sigue, pues, está especialmente pensado para ellos. Lero)erleroleropipipipitononequequeque. Lilipirororeororó neulito be califela, Píiiiiiiiiiii, píiiiiiii, píííííííí, toc". D'Urbano completa así un largo párrafo, y concluye: "¿Estamos?". Más allá de la aparente incomprensión del crítico y de su irritación contenida, D'Urbano toca un punto cierto. Ya antes, al principio de su texto antológico, había advertido el desajuste entre el instrumental crítico tradicional -útil para escribir sobre Beethoven o sobre Brahms- y el que demandaba la nueva música. Aun con su costado burlón, la crítica no se desentiende de la novedad y participa, a su modo, de la misma libertad que seguramente propiciaba el Di Tella.

La sensación general, confirmada por los becarios, era que todo podía ser hecho, y, en verdad, casi todo estaba por hacerse. El CLAEM propuso una actualización en todos los frentes. Ginastera, Gandini, Francisco Kröpfl, Raquel Cassinelli de Arias, Pola Suárez Urtubey y Enrique Belloc eran los docente locales que enseñaban, entre otros temas, las estructuras contemporáneas de la composición, la textura musical en el siglo XX, el conocimiento de los instrumentos electroacústicos, las técnicas experimentales de composición, los nuevos principios de orquestación, además de haber formado un grupo de improvisación colectiva. La clave era aquí que los profesores no se limitaban a dictar sus cursos; en su condición de compositores, eran además protagonistas locales de esos problemas y tenían posiciones propias frente a ellos. Por el lado internacional, se invitó, en estricta sincronía con las corrientes más avanzadas de la composición y el pensamiento musical, a compositores y teóricos a dictar cursos destinados a los becarios y, en ciertas ocasiones, abiertos al público general. El censo de los invitados resulta ahora sorprendente: Olivier Messiaen (vino con su mujer, la pianista Yvonne Loriod), Iannis Xenakis (disertó sobre la música estocástica), Earle Brown, Luigi Nono, Bruno Maderna (abordó el tema de la fonología experimental), Luigi Dallapiccola, Umberto Eco (además de intervenir en una mesa redonda, participó como flautista en la especie de jam session), Riccardo Malipiero, Aaron Copland, H. H. Stuckenschmidt, Luis de Pablo y Mario Davidovsky.

Aunque Ginastera nunca se había sentido particularmente inclinado a la música electrónica, comprendió su necesidad histórica y apoyó resueltamente la creación de un Laboratorio de Música Electrónica. Dirigido primero por Héctor Bozzarello, el laboratorio se convirtió en una de las áreas más activas y avanzadas del CLAEM con la llegada de Gabriel Brncic y, especialmente, de Fernando von Reichenbach, hacia 1966, y de Kröpfl después. Allí Von Reichenbach inventó el Convertidor Gráfico Analógico, al que llamaban familiarmente "Catalina", que permitía la conversión de dibujos en voltajes. Con ese equipo, se compuso, entre otras obras, La panadería, de Kusnir. El laboratorio, admirado por los visitantes de América y Europa, fue además el punto que permitió una articulación con otros centros del Di Tella, sobre todo, con el de Experimentación Audiovisual.

Los tiempos ya no son los mismos, del mismo modo que tampoco fueron los mismos los becarios y los profesores luego de la experiencia del Di Tella. Es posible que ellos tampoco sean ya los mismos que fueron cuando dejaron el CLAEM. Pero, en cualquier caso, la música argentina vive todavía también un poco de esa herencia.

Ficha. El Festival Internacional "La Música en el Di Tella. Resonancias de la modernidad" se realizará del 17 al 24 de junio. La programación está disponible en el sitio :www.lamusicaenelditella.cultura.gob.ar


miércoles, 22 de junio de 2011

Libro marcado


LIBRO MARCADO
DIANA BELLESSI - EDUARDO STUPIA
Idea y presentación: Cecilia Szperling
hoy miércoles 22 de junio 19hs
MALBA

Hacer clic en el flyer para leer.

toma única

2011- Iaia et Leni (Curta Metragem) from Processo MultiArtes on Vimeo.

Iaia et Leni de Eugenia Castello, realizado durante el Taller de Toma Única del Festival Curta 8 de Curitiba, 2010. - Mejor Film y Mejor Actuación Jurado Oficial Toma Única. Jurado: Andrés Di Tella, Rubens Machado Jr., Carlosmagno Rodrígues. (Film super 8 realizado en "toma única", es decir, montado en cámara, sin edición posterior).





jueves, 9 de junio de 2011

El documentalista argentino Andrés Di Tella, en Cines del Sur













Andrés Di Tella (centro), con Isaki Lacuesta y Mirito Torreiro.

El director de 'Montoneros, una historia', sobre la guerrilla de su país, protagoniza una de las retrospectivas y una publicación del festival.

INÉS GALLASTEGUI | GRANADA.
La Filmoteca de Andalucía fue ayer el escenario de la presentación del libro 'Inventario de regresos. El cine documental de Andrés Di Tella', a cargo del periodista y programador del festival, Mirito Torreiro, y del cineasta catalán y miembro del jurado Isaki Lacuesta. Después, el propio protagonista, al que Cines del Sur dedica este año una de sus secciones retrospectivas, presentó la proyección de la película 'Fotografías', dedicada a su madre, una psicóloga de origen indio cuya historia le ayuda a encontrar su propia identidad oculta.
Firman el libro importantes figuras del ensayo y la crítica cinematográfica y especialistas en la obra del cineasta, como César Maranghello, Jorge Ruffinelli, Antonio Weinrichter y el propio Torreiro, coordinador de la publicación. Este destacó que Cines del Sur «nunca ha hecho distinción entre cine de ficción y cine documental», y se ha dedicado a programar cine «importante», independientemente de su género. Di Tella, aseguró, es «uno de los grandes talentos del documental latinoamericano» y un innovador en aspectos formales y temáticos.
Por su parte, Isaki Lacuesta resaltó que Di Tella no es solo un gran documentalista, sino también «un investigador y un divulgador» que reflexiona sobre su trabajo. De hecho, subrayó, sus filmes «cuentan muy bien cómo se han hecho». «Cada vez admiro más sus películas -dijo-. Algunas son más políticas o históricas y otras más autobiográficas, pero todas tratan de lo mismo: de emociones humanas».

Próximo trabajo
El título del libro editado por el festival, 'Inventario de regresos', se inspira en una frase del próximo filme del cineasta, 'Hachazos', que se estrenará este verano: «La vida de todo artista no es más que el inventario de sus intentos de volver a casa». Sin embargo, Andrés Di Tella decidió suprimir ese pasaje de la película, sobre cuyo argumento también ha escrito su primer libro.
En ese sentido, el director de 'La televisión y yo' reconoció ser «un escritor frustrado» y aseguró que «la literatura es superior al cine». «El cine es un arte más fácil, más rápido, pero la literatura va por delante, lleva muchos siglos de ventaja».
Sobre 'Fotografías', resaltó que ha intentado que el contenido autobiográfico de la película «dispare las emociones del espectador». «El personaje de mi madre es la punta del iceberg. Hice un ejercicio de quitar elementos en la escritura y en la filmación para que el espectador tenga que imaginar el inmenso bloque de hielo que hay debajo del personaje y lo haga con sus propias emociones, con sus propios recuerdos, con su propia madre», señaló.
Di Tella irrumpió en el mundo del documental con 'Montoneros, una historia' (1995), que abordaba la violencia que vivió la sociedad argentina entre los años sesenta y los primeros años ochenta.
Sus trabajos se están proyectando desde el pasado sábado, pero los espectadores aún tienen la oportunidad de seguir viendo algunos de ellos hasta el viernes, en la Filmoteca de Andalucía. Las entradas cuestan 4 euros.

www.ideal.es


martes, 7 de junio de 2011

"Siempre estoy buscando algo que ya pasó"


Documentales como 'El país del diablo', 'Fotografías' o 'Prohibido' retratan la personalidad de un cineasta cuyas películas suelen adquirir la forma del viaje.

M. DE LA CORTE / GRANADA

Hay algo de Ulises en Andrés Di Tella. Quien tenga la oportunidad de ver algunos de sus documentales en la retrospectiva que Cines del Sur le dedica verá que de alguna forma su cine termina siendo siempre un viaje. Ocurre en la vuelta al pasado que realiza en Montoneros, una historia (1994), donde refleja de forma magistral los años violentos que sacudieron Argentina; o en Fotografías (2007), donde busca en India sus propios orígenes. El libro Inventario de regresos, que se presenta hoy en el Festival, recorre la trayectoria de una de las voces más interesantes del documental contemporáneo: "Para mí fue una sorpresa y un gran honor estar en este festival pequeño pero de tanta calidad y rigor".

-¿Es cierto que escribió siendo un niño un cuento sobre la Odisea y que considera aquello una especie de premonición?

-Es gracioso. La verdad es que ha sido bastante premonitorio. Desde pequeño, por mi familia, hemos vivido en Londres, Estados Unidos... y viajado a India, de donde era mi madre. Es increíble porque a la vez mis películas suelen tomar la forma del viaje. Me sale instintivamente. Muchas veces son búsquedas y la búsqueda toma la forma cinematográfica del viaje. Me resulta interesante que aquí hayan publicado este libro, Inventario de regresos, que me ha hecho pensar que, efectivamente, muchas de mis películas son eso: volver sobre los trazos de alguien o volver a algún sitio hasta alguien o mis antecesores.

-Lo hizo en 'Fotografías', donde usted buscó su propia identidad.

-Comencé rastreando el pasado de mi madre, que nació en India, un hecho bastante inusual en Argentina. Además, mi madre, como suele pasar con los que emigran, cortan de alguna manera el vínculo con su patria de origen y no suelen transmitir a los hijos muchos de su cultura. Pasó en mi caso. Yo no sabía nada de India hasta que ella murió y fue la motivación para viajar con mi propia familia, mi mujer y mi hijo, para indagar en ese pasado un poco enigmático de mi madre y al mismo tiempo una parte de mi propia identidad.

-Y en esa particular Odisea cinematográfica, ¿qué clase de monstruos o dioses ha encontrado por el camino?

-Es un poco paradójico pero parte de lo que me gusta de esas búsquedas que emprendo es desviarme y quizás, como le pasaba a Ulises, terminar en una isla donde no pensaba recalar y encontrarme con monstruos cuya existencia ni siquiera conocía. Trato de estar abierto a lo que voy encontrando y en el caso de 'Fotografías', si bien se trataba de indagar en el pasado de mi madre, en el camino me encontré la historia inesperada de otro hindú de Argentina, Rama, hijo adoptivo de Ricardo Güiraldes, que es el autor de 'Don Segundo Sombra', una novela clásica donde inventa el mito del gaucho, que es parte clave de la identidad argentina. Güiraldes fue en realidad un viajero que se inspiró en un maestro hindú para crear este personaje del gaucho.

-Usted también se convierte en personaje de sus propias películas...

-Aparezco en mis últimas películas como narrador y casi como personaje, que es un vehículo para que el espectador pueda compartir este viaje conmigo. Hay algo de mi propia realidad, de lo que va sucediendo, pero también de ficción, de construcción, de armar una historia.

-¿Se desvanecen entonces los límites entre ficción y realidad?

-Trato de respetar el pacto con el espectador: ésta es una historia verdadera, todas mis películas lo son, pero en la forma hay ciertos elementos de ficción o de recreación que tiene que ver con contar una historia de la mejor manera posible para que el espectador viaje con el personaje y haga sus propios descubrimientos y encuentre sus propias emociones.

-¿Es de los que van siempre con la cámara a cuestas por lo que pueda pasar?

-Ahora justo la tengo porque voy a filmar una cosa en Madrid pero filmo sólo cuando hago una película si no no. Lo que sí llevo siempre es mi cuaderno de notas.
-¿Conserva entonces algo de su pasado periodístico?

-Eso fue hace mucho y la verdad es que me he alejado un poco del periodismo. No busco la noticia, lo que siempre estoy buscando es algo que ya pasó o que está en algún rincón invisible.

-¿Recuerda qué películas le marcaron de niño?

-Siempre he visto mucho cine de pequeño. Ahora justo tengo un hijo que tiene 13 años y estoy intentando mostrarle algunas películas que yo vi a su edad como 'El niño salvaje', de Truffaut, o 'El espejo', de Tarkovsky, que se me quedó bastante en la memoria. Películas sobre recuerdos de infancia. Pero más que el cine me ha influido la literatura. Siento más afinidad con toda la literatura del ensayo autobiográfico. El hindú Naipaul, por ejemplo, ha sido para mí una influencia más fuerte que cualquier cineasta.

-Con 'Hachazos', su último trabajo, podría decirse que inaugura una nueva forma de hacer cine.

-'Hachazos' es tres cosas a la vez: una performance con proyección, un libro -que saldrá a la luz en agosto- y también un filme. Tres cosas con el mismo nombre. Es la misma historia de un hombre, Claudio Caldini, que fue un cineasta muy underground en Argentina en los años 70 y 80 y luego ha tenido una vida muy azarosa... Después de muchos años ha vuelto a hacer cine.

-Es mucho más que una película...

-Una película puede ser muchas cosas porque uno está mucho tiempo haciéndola. Dos, tres años, es mucho tiempo invertido. Se busca la salida a los distintos intereses. Piense que uno puede meter en un libro lo que no se puede en una película.

-¿Qué necesita Andrés Di Tella para rodar?

-No demasiado porque suelo trabajar con equipos muy pequeños. Es cuestión de tener el tiempo. Lo que más necesito es tiempo para investigar, para ir filmando de a poquito y también, aunque suene extraño, tiempo para entender lo que he filmado.

-¿Para ver si el resultado es el que esperaba?

-Sí, en el proceso del montaje. A veces uno descubre cosas que no esperaba y no es fácil abandonar las ideas originales. Otras me doy cuenta de que no tengo claro qué historia estoy contando y es después de revisarla cuando lo veo.

www.granadahoy.com

viernes, 3 de junio de 2011

Hachazos en el Teatro Argentino de La Plata






Hachazos
Claudio Caldini y Andrés Di Tella
performance/proyección en formatos múltiples
Teatro Argentino de La Plata, miércoles 1 de junio 2011

fotografías: Paola Buontempo

jueves, 2 de junio de 2011

Retrospectiva de Andrés Di Tella



Retrospectiva de Andrés Di Tella.
Cines del Sur. Granada. Del 4 al 10 de junio.


Inventario de regresos


Inventario de regresos. El cine documental de Andrés Di Tella.
César Maranghello, Jorge Ruffinelli, Antonio Weinrichter y Casimiro Torreiro (ed.)

La trayectoria que el documentalista argentino Andrés Di Tella ha desarrollado desde su primer largometraje, en 1995, hasta hoy mismo aparece marcada tanto por un deseo de vincular sus filmes con las más innovadoras tendencias del documental internacional contemporáneo, como por una invencible disposición hacia lo autobiográfico, que se concreta en por lo menos tres de sus seis largometrajes dirigidos hasta la fecha. Los artículos de este libro, el primero que sobre su obra se publica en España, repasan tanto su conexión con lo internacional como con la producción argentina, y desde las preocupaciones por la historia reciente y lo colectivo hasta su ya comentada inclinación por el documental performativo. Asimismo, la voz de Di Tella queda plasmada en una amplia entrevista, en la que repasa los aspectos fundamentales de una vida apasionante, hecha de compromiso artístico, pero también ético y ciudadano, y marcada por una formación cosmopolita e internacional. Completa el volumen una serie de materiales firmados por el propio director, entre lo personal (sus diálogos con su hijo Rocco) y lo programático, como se expresa en el fundamental texto “El documental y yo”.


Retrospectiva de Andrés Di Tella


Cines del Sur. Granada. Del 4 al 10 de junio 2011.
Retrospectiva de Andrés Di Tella

Desde que irrumpiera en el casi siempre apasionante mundo del documental argentino con un film que, como Montoneros, una historia (1995), abordaba frontalmente el universo de la violencia que vivió la sociedad argentina entre los años sesenta y los primeros años ochenta, Andrés Di Tella ha venido tejiendo de manera ejemplar un intenso tapiz en el que lo personal (la memoria familiar, el peso de la paternidad, representada por dos padres que son –y han sido– notorios intelectuales, su carácter mestizo de blanco e indio) se entrecruza con lo colectivo, pero con la mirada siempre enfocada hacia unos márgenes poblados de individualidades a menudo incómodas para la historiografía, la tradición literaria o incluso el funcionamiento de lo social.

Así, en poco más de veinte años de una intensa carrera que comenzó en el cortometraje documental –pero que ha incluido también las performances artísticas, la docencia y hasta la reflexión teórica–, Di Tella ha terminado erigiéndose como una de las voces más interesantes del cine de no ficción, no ya en su país natal, sino incluso en el cambiante mundo del documental contemporáneo. Su mirada se ha detenido sobre escritores situados en posiciones incómodas respecto a la tradición constituida (Macedonio Fernández, Ricardo Güiraldes), sobre industriales que alguna vez soñaron con impulsar una Argentina dinámica y autosuficiente en lo que a su parque industrial se refiere (Jaime Yankelevich, su propio abuelo –el ingeniero Torcuato Di Tella padre– en Fotografías), sobre su madre, Kamala Apparao, una psicóloga de origen hindú formada en la universidad anglosajona y una de las dinamizadoras, en el Londres de los años sesenta y setenta, de la antipsiquiatría (también en Fotografías); sobre un cineasta tan inclasificable (e incómodo) como Claudio Caldini, el más reputado pero también desconocido underground del cine argentino de los setenta (en Hachazos, el film en el que actualmente trabaja, que justamente por su carácter de inconcluso work in progress no podremos ver en Granada).

Pero también sobre los rastros, tan tenues, dejados por los argentinos autóctonos, los indios exterminados por el ejército argentino en el siglo XIX (en El país del diablo); sobre la censura y la represión padecidas por la sociedad argentina entre los setenta y los ochenta (en Prohibido), sobre la manipulación de materiales televisivos que desvela una manipulación informativa mucho más peligrosa (como en el apasionante cortometraje Reconstruyen crimen de la modelo, uno de sus primeros trabajos). Así, el Festival de Granada Cines del Sur –para el cual las distinciones entre documental y ficción son meras categorías comerciales– propone a sus espectadores recorrer, de la mano de un notable documentalista, esos desconocidos resquicios en lo que lo privado ilumina ejemplarmente algunos de los aspectos menos conocidos de eso que damos en llamar el funcionamiento de una sociedad.

www.cinesdelsur.com/