domingo, 29 de abril de 2007

El Padrino en su Reducto

Me escribió Tom Luddy, amigo de "todo el mundo" y, entre otras cosas, director del festival de cine de Telluride (el otro Sundance): "Tal vez te hayas enterado que Francis Coppola va a filmar en la Argentina..." Acá en Buenos Aires la noticia había salido en la tapa del diario. Pero Tom quería saber si, entre mis compromisos académicos, yo tendría un momento para encontrarme con Francis que quería hablar conmigo... ¡En serio! Yo en realidad me había armado un fixture bastante apretado, para cumplir con mis presentaciones en Stanford y Davis y volver corriendo para hacer la mezcla de sonido de Fotografías a tiempo para el estreno en Brasil (en el festival E tudo verdade). Lo gracioso, entonces, era que no tenía tiempo para ver a Coppola. Al menos eso le contaba a mis amigos para mandarme la parte (más cool que tener una cita con Coppola es no poder hacerse un huequito en la agenda para verlo...). Igual, por supuesto, al final, encontré ese momento.


Mi último día en California viajé en tren a Berkeley (una hora) y ahí me levantó Tom para cruzar en auto la famosa bahía hasta San Francisco. La cita con el Padrino era en su Reducto. Habíamos quedado en almorzar temprano en su café, en realidad restaurant, situado en un edificio histórico de 916 Kearny Street, en Chinatown, que es a su vez la sede de su productora Zoetrope. Ahí también tiene una oficina Tom, que trabaja con Coppola desde hace 30 años. Llegamos a las 12 pero Coppola no estaba. De hecho, el restaurant todavía no había abierto. Por un momento temí que habría sido mejor dejar la cuestión en una anécdota graciosa. A dos cuadras quedaba la City Lights Bookstore, la legendaria librería del poeta Lawrence Ferlinghetti, donde se reunían los Beats. Fuimos a comprar libros (yo para justificar el viaje...) y volvimos media hora después. Ahí estaba Francis, en una mesa de la vereda, ya entrándole a una pizza. Parece que llegó apenas nosotros nos fuimos. Pero no quiso perder tiempo con eso. Tom me presentó. Yo no sabía si Coppola se acordaría de que nosotros ya nos habíamos conocido, cuando vino de invitado nuestro a Buenos Aires en los lejanos tiempos del primer festival de cine (yo era el director), allá por abril de 1999. Coppola fingió recordarme. Yo aproveché para sacar de mi maletín el libro de Conversación en Princeton (que en realidad había traído para Tom) y le mostré la foto donde aparecemos los dos.
Coppola dijo que se acordaba perfectamente, no sé si habrá sido cierto. "Vos estabas más flaco", me dijo, mirando la foto. "Mirá quién habla, Gordito," pensé. Pero es verdad que Coppola estaba igual. Yo pensé que me iba a empezar a hacer preguntas prácticas relacionadas con su próxima filmación en Buenos Aires. Y no podía dejar de pensar que en ese caso yo no era el mejor informante para Coppola. Cuando estuve en la India la última vez, tuve un encuentro con un productor hindú interesado en filmar en la Argentina, que me hacía preguntas del tipo "¿cuánto cobra un director de fotografía por semana en Buenos Aires?" O: "¿cuánto cuesta alquilar un auto?" Pero Coppola quería contarme de su última película, filmada en Rumania, con un equipo casi íntegramente formado por rumanos. Cuando llegó a Rumania muchos se frotaron las manos pensando "acá llegó Holywood". Pero ni siquiera era una película americana, dijo. De hecho, se trataba de una coproducción rumana-italiana. "Yo tengo pasaporte italiano", aclaró. Y en la Argentina quería hacer algo parecido. Y agregó con una gran sonrisa: "Yo ahora he vuelto a ser un student filmmaker. De alguna manera, he vuelto a hacer una primera película, algo en pequeña escala, sin pretensiones comerciales, como siempre quise hacer. Casi toda mi carrera fue como un desvío. Estaba haciendo el tipo de películas que quería hacer cuando me llamaron para hacer El Padrino. En realidad, necesitaban un director italiano, para no tener objeciones de la comunidad italiana, ya que se trataba de la maffia. Vicente Minelli no se animaba. Hasta le preguntaron a Sergio Leone, que tampoco quiso. Después hizo su propia historia de maffia. Pero en fin, me metí en un enorme desvío que duró hasta hace muy poco. Ahora he vuelto a hacer el tipo de películas que quería hacer, pequeñas, íntimas. Siento que estoy empezando de nuevo, como un estudiante".

Tom después me aclaró que no era un chiste o un ataque de falsa modestia. Después de El padrino, Coppola se embarcó en la aventura de armar Zoetrope, que más que una productora tenía pretensiones de "estudio independiente". Todos sus proyectos fueron a gran escala y los fracasos también. Llegó a perder todo, incluso su casa, y quedó endeudado por millones de dólares durante años. Hace casi diez años que no dirigía una película. Y de hecho las últimas que hizo, fueron principalmente por el dinero, para salir del agujero. Por eso, cuando hizo una adapatación de un best-seller de John Grisham insistió en ponerle de título John Grisham's The Rainmaker. Según Tom, era para que nadie pudiera decir "Francis Ford Coppola's The Rainmaker", ya que era imposile decir Francis Ford Coppola's John Grisham's The Rainmaker... Lo mismo hizo con Dracula, que se llama Bram Stoker's Dracula. Reniega de todas esas películas., no las considera propias. Llegó a odiar a Hollywood y al negocio de hacer películas en Estados Unidos. Y fue cuando vio lo que hizo su hija Sofia en Perdidos en Tokio, de trabajar con un equipo reducido, en otro país, que se inspiró como para "volver".


Yo quedaba entonces encargado de trasmitir el mensaje de que Coppola no iba a llevar Hollywood a Buenos Aires sino que, de la misma manera que en Rumania hizo una película rumana, acá iba a hacer una película "argentina". Le dije que eso iba a ser casi peor, porque asi como habría muchos que están soñando con hacer su agosto con el Coppola de Hollywood, con esta versión, muchísimos más se pondrán a soñar con trabajar con el Coppola indie. Me parece que en el medio cinematográfico de Buenos Aires hay mucha más gente con ambiciones artísticas que con ambiciones económicas (tal vez me equivoque). "Igual que en Rumania", dijo Coppola. Yo no sabía si desalentar esta analogía argentino-rumana o dejarla estar. Pero la conversación se desvió por un lado insólito.

Resulta que la última película de Coppola está basada en una novela autobiográfica de un autor rumano, Mircea Eliade. Y da la casualidad, absurda, que yo justamente me he pasado los últimos años leyendo no diría todo pero mucho de lo que escribió Eliade. Sucede que Eliade estuvo en la India en los años 30 y vivió obsesionado con la India por el resto de su vida. Tuvo un romance con una joven hindú, hija de su maestro de sánscrito, que cuando se enteró del affaire, echó a Eliade de su casa y, poco menos, de la India. Hay un cierto paralelo con la historia de mi padre, que se casó con una mujer hindú y también fue expulsado de la India, aunque por motivos políticos. Eliade escribió otra novela autobiográfica, Maitreya, que cuenta la historia. Y la propia Maitreya, años después, escribió su propia versión del caso. Coppola no las conocía pero le interesaba el hecho de que hubiera versiones diferentes de la misma historia. Yo tampoco había leído Juventud sin juventud, que trata justamente del período anterior al viaje a la India, aunque la película incluye una parte en la India. Pero Coppola no viajó a la India. Filmaron las escenas en estudio, en Bucharest, y un second unit filmó los exteriores en la India. Coppola me contó que, si bien era una ficción, al tratarse de una novela abiertamente autobiográfica, a él le interesó conocer más de Eliade. Y se llevó una sorpresa al ver las contadicciones entre lo que Eliade cuenta en la novela, lo que cuenta en su autobiografía, y lo que otro escritor, Mijail Sebastian, amigo de Eliade, cuenta en su diario. Lo que Eliade no quiere contar, y por eso saltan las contradicciones, es que en esa época, en Rumania, no formaba parte de un grupo "nacionalista", como quiere hacer creer, sino de un grupo directamene fascista, antisemita. "Ugly", dijo. No por eso dejaba de ser un gran escritor, pero hacía más difícil simpatizar con él. Asi se fue todo el almuerzo, hablando de Mircea Eliade. Y en algún sentido, ese soy yo: en vez de hablar de producción, o de otras cosas concretas, terminé hablando con Francis Coppola de Mircea Eliade. Pero en el fondo no está mal que así sea.