por José Rivarola
desde Bodhizendo, Kodaikanal
La foto que muestras con Gautam Apparao, tu primo, canta por todos los lados. En esa foto no es Gautam tu otro yo en la India, sino tú mismo, con absoluto perfil indio. En esa foto los parientes de Nápoles se han borrado diciéndote nos vemos en Buenos Aires. Solo alguien que ha pasado mucho tiempo en la India puede reconocer en tus facciones tu ser indio, y solo quien se enamora de este país pude dar vuelta al desprecio británico y tener cierta envidia de tu ascendencia deseable.
La otredad, ajenidad, que refieres en el punto de vista de Malle, y de tantos que habrás leído y oído, la vivo yo cada año cuando tengo que cargar a la espalda veinte turistas españoles que llegan con la ilusión de vivir una especie de Indiana Jones y se ponen una venda en los ojos para que no les quiten el juguete. Por eso algunos me odian durante el viaje, porque trato de hacerles entender que los indios son tan humanos como cualquier vecino, con los mismos problemas de dinero, de amores, de tener que pagar las rentas, el gas. Una educación como la de tantos países, (al igual que pasa en Argentina, conocen la historia europea cuando Europa ignora la historia de India), son 1200 millones en 28 estados cuyos idiomas, 30 oficilaes, no tienen ni siquiera el mismo alfabeto y para comunicarse entre ellos tienen que utilizar el inglés. Y hay una abismal diferencia, como en cualquier país del mundo, entre los que viven en las ciudades y los que viven en el campo.
Los turistas españoles se irritan y atacan los matrimonios por conveniencia, la veneración a las imágenes y la pobreza de las calles, la religión, y demás pelos a la sopa que quieren encontrar. Pero si uno les pone el espejo para que vean lo que ocurre en su país de orgullo europeo, se asustan, y se tapan los oídos. Por ejemplo les molesta en el medio del ombligo saber que en Delhi, en Calcuta, en Bombay, en Chennai, se puede andar por las calles con más seguridad que en Madrid, en Barcelona, en Londres, Paris, y otras. En Argentina no pueden creer cuando les cuento que en la India uno puede atravesar una villa miseria de las duras, y lo único que ocurre es la cantidad de gente que sale de las casas de arpillera y latas para saludar al que pasa.
Por otro lado, ya sabes la idea que tienen los indios de su propio país al que llaman Baharat Mata, Madre India, dándole carácter sagrado de diosa personal, de Madre de todos los que la habitan, y de esta forma el sentimiento por su país se trasmuta en un amor místico, diferenciándose de un modo abismal de otros nacionalismos. En un principio, tu película se iba a llamar “Hacia el País de mi Madre” me gustaba ese título porque la búsqueda de tu madre, Kamala, pasaba a ser la búsqueda de Baharat Matta, búsqueda que por cierto no ha terminado.
fotos: 1. José Rivarola, nuestro corresponsal, lidiando con la correspondencia; 2. El primo de Andrés Di Tella de Madrás, Gautam Apparao, saca sus propias "fotografías"; 3. Campesinos hindúes se bañan dos veces en el mismo río sagrado, cerca de Kodaikanal; 4. Andrés Di Tella en su fugaz paso por Bodhizendo, entre las nubes de los Ghats Occidentales.
1 comentario:
La primera línea de tu carta, José, me trajo a la memoria una frase de Goethe que cita Jodorowski: "Donde mejor canta el pájaro es en el árbol genealógico"...
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