“Lo que importan son los que se quedan, no los que se van”, provocó Serra, dueño de un humor cáustico y lapidario.
No veo dónde está la provocación de una respuesta sobria y razonable. Pero en un diálogo siempre hay dos, y la provocación muchas veces no viene del que la pronuncia sino del que la escucha o -justamente- no escucha. Serra es el niño mimado de la crítica en estos días, aunque él se quejó amargamente del maltrato que recibió por parte de la crítica española, lo cual da una pauta de lo relativas que son estas cosas. Es probable que con su próxima película lo defenestren los de acá y los ensalzen los de allá. Me parece que los pobres críticos están muy perdidos en este momento.
La película de Serra en sí misma es un experimento muy interesante -y me pone muy contento que vuelva a estar de moda el experimento en el cine- pero tampoco veo la obra maestra que algunos críticos parecen haber visto. El cant dels ocells ("el canto de los pájaros") toma su título de una canción tradicional catalana que habla del nacimiento de Jesus. Serra narra el viaje de los tres Reyes Magos a través de montañas y desiertos (una Palestina mitológica recreada en paisajes lunares de las islas Canarias). Pero decir "narra" ya es una exageración. De alguna manera, Serra parte de la idea -muy productiva, por cierto- de que la historia ya está narrada, tanto aqui como en su película anterior, Honor de cavalleria, una versión de Don Quijote de La Mancha que muestra los momentos muertos que Cervantes habría dejado afuera de la novela.
Hay un momento mágico en El cant dels ocells, filmado en penumbras, al límite de la visibilidad, en el que los reyes discuten durante largo rato, y no terminan de decidir, si ascienden una colina o si dan marcha atrás. Es un momento desopilante pero que se constituye, a la vez, como en un espejo que refleja la incertidumbre del espectador delante de la película. Se hace difícil saber qué va a pasar, incluso si va a pasar algo, o por qué estamos viendo esta escena y no otra, y si, al igual que los reyes, el relato avanza o retrocede o se queda quieto. Incluso, si es hora de retirarse de la sala, como hicieron muchos, o si quedarnos con la película nos hará acreedores de alguna recompensa que todavía no podemos imaginar. Es una escena que justifica la película para mí: nunca había visto asi filmada la indecisión, un estado de ánimo que merecería mayor atención de la que solemos otorgarle.
Hay otra escena, más deliberadamente "artística" pero que nos obliga a clavar los ojos en la pantalla con extrema atención, en que los reyes cruzan una dunas, en un larguísimo plano general, donde los vemos alejarse, convertirse casi en puntitos y desaparecer tras el horizonte, solo para volver a aparecer, como si hubieran equivocado el camino, y una vez más dar otra media vuelta y volver a desaparecer. Desgraciadamente, los momentos mágicos como estos --que lo son-- son demasiado escasos y la película termina volviéndose previsible y, para mi gusto, un poco aburrida. Hay demasiados tiempos muertos demasiado deliberados, donde no pasa nada, ni siquiera la incertidumbre, lo cual justifica en cierta medida a quienes abandonaron la sala bufando. Igual, insisto, se trata de un experimento más que interesante y que te deja pensando en qué consiste un relato. L'exercise a été profitable, Monsieur, diría Serge Daney. Y la charla con Serra sin duda también lo fue.
fotos: 1) La rambla; 2) Albert Serra y Andrés Di Tella después de la charla; 3) El cant dels ocells.
5 comentarios:
Papa Doc: mucha suerte con el País del Diablo en Florencia, que los Ranqueles estén contigo.
Honor de caballería me encantó, que lástima que esta otra peli ya fue a Mar del Plata... digo porque no estará en el bafici
Gracias Ale, aunque la verdad no busco suerte sino simplemente encuentros, que es para lo que sirven los festivales, ahora que he ganando un par de premios lo puedo decir...
Honor de cavalleria... ya la discutiremos alguna vez. Yo me quedé dormido.
baci
oh qué foto más exquisita esta última!!!
yo también me dormí en honor de cavalleria...
En esta no me podía dormir porque después tenía que hablar con el ñato!
El cant dels ucells es un poco plomo pero igual creo que me gustó. Y sí, hay imágenes muy lindas. Pero lo que más me gusta de Serra es el humor, un humor entre ridídulo y filosófico que me cae bien.
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