por Oscar Cuervo
Hachazos tal vez sea un nombre engañoso para hacerse una idea de la cualidad del proyecto en el que Andrés Di Tella se cruza -se intersecta- con su colega (es una manera de decirlo) Claudio Caldini. Colegas, puesto que, hablando mal y pronto, ambos son cineastas. Aunque Caldini haya persistido en su fidelidad hacia un formato, el celuloide de 8 mm, que determina la entidad de su cine. No es concebible el cine de Caldini en otro soporte -y en esta oración, la palabra "cine" sólo se vincula por una cierta analogía con el resto del cine. Caldini respeta la base material específica del cinematógrafo: el celuloide impreso, la luz que lo atraviesa, la imagen proyectada sobre una superficie. Más allá de eso, el dispositivo cinematográfico que pone en marcha se aparta varios pasos de las formas en las que habitualmente el cine circula y es consumido. Caldini promueve una especie de paradoja: mientras habitualmente se entiende por "película" una sucesión de imágenes concluida de una vez y para siempre, destinada a ser reproducida de manera idéntica através de tiempos y espacios, el acontecimiento que empieza cuando Caldini pone la cámara en marcha continúa hasta la proyección. La presencia corporal del cineasta, su vínculo con la cámara, su trato con la película impresa, continúan hasta el momento en el que la película adopta una forma efímera e irrepetible, por obra del operador-autor. El cineasta como camarógrafo y también como proyectorista. En sentido estricto, Caldini respeta al pie de la letra la incidencia de los dos factores fundantes del cine: registro y alucinación. Lo que él aporta como propio es la temporalidad singular de cada proyección, el caracter abierto y mutante de cada "película".
Di Tella es otra cosa. El nombre de cineasta no se le aplica en el mismo sentido. Mientras Caldini hizo todo en 8 mm, e hizo del 8 mm la condición material y formal de su cine, Di Tella es videasta de origen, un autor que se ha movido con cierto desprendimiento respecto de los formatos de sus obras: del vhs al digital, es un porcentaje relativamente bajo de su obra el que ha sido rodado en celuloide. Sus obras se proyectan, pero también se han emitido por televisión, una cualidad anfibia que con Caldini sería imposible. Además, la presencia de Di Tella en sus películas es muy distinta a la de Caldini en las suyas. Ambos ponen el cuerpo, pero de muy diversas maneras. Di Tella puede hablar de la televisión o de la conquista del desierto, pero siempre está esbozando capítulos de su autobiografía. Y hay que tomar "grafía" en sentido propio, dado que sus películas están muy escritas. Su prosa, dicha, es un elemento crucial de su obra, con una presencia de la palabra que en Caldini no existe. Y algo más: la historia que Di Tella escribe sobre su propia vida, de película en película, siempre contiene una referencia a la historia política argentina. Las relaciones que Di Tella entabla con sus asuntos es siempre de perplejidad: la historia que siempre busca contar lo descoloca; lo que termina filmando es la imposibilidad de reducir su objeto a una figura concluida. Es seguramente ahí donde Caldini y Di Tella se intersectan: Andrés encuentra en Claudio una ocasión magnífica para hablar de cierto corte brutal en la historia argentina, un hachazo. El hachazo de la dictadura. Caldini ha sido un cineasta secreto de los años 70 y secretamente ha sido atravesado por el corte brutal que la experiencia sufre con la dictadura. Hay una huella muda de esos hachazos en la obra de Caldini; y ese es el tipo de asuntos que apasionan a Di Tella, que siempre filma experiencias truncas y cada vez se propone restituir por medio de su cine la experiencia vulnerada por esos cortes brutales (el exterminio de los pueblos aborígenes, la bancarrota de la empresa paterna, el silencio que rodea el enigma de su madre). Acá es ese corte en la continuidad de la obra de Caldini y de toda una generación de artistas de vanguardia.
Empecé diciendo que Hachazos es un nombre engañoso para hacerse una idea del proyecto en el que Di Tella se cruza con Caldini (película, libro, performances que se están presentando por estos días en Buenos Aires). Me refería a la contundencia brutal del hacha, al golpe seco que fractura el celuloide: porque en el cine de Caldini no parece haber nada parecido a ese golpe, a ese efecto cortante. Por el contrario, su cine parece hecho de una materia sutil y escurridiza: humo, destello, fantasma, nada aferrable. Pero a medida que fui escribiendo las ideas que me suscita el cruce entre ambos cineastas, advertí la huella del hachazo al que se alude. La huella de un golpe brutal, un hueco.
Hachazos se estrena HOY jueves 11 en el cine Gaumont (13:00 – 16:30 – 19:50hs) + Arte Cinema (16.20 - 22hs) + MALBA (domingos 18hs).
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