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El libro y la película de Andrés Di Tella recorren la producción visual de un referente obligado: Claudio Caldini, mítico viajero hipnótico y creador de verdaderos relámpagos visuales. Hoy miércoles se presenta el libro y mañana se estrena el film en MALBA y Gaumont. / Por Diego Trerotola
-“Cuando escuché el sonido de los tamburas, en Within You Without You de Sgt. Pepper’s, cuando George Harrison transformó a los Beatles en una banda anónima de músicos indios, eso fue una revelación absoluta, que me quedó para toda la vida”, le cuenta Claudio Caldini en el potente libro que Andrés Di Tella le dedica, y no suena raro que la primera canción del lado b de ese disco rupturista de los Beatles haya calado tan profundo en Caldini, que de alguna manera extraña incluso haya sido casi una banda sonora de su biografía. De hecho, ¿ser un cineasta experimental no le da un sentido de pertenencia al lado b de la historia del cine, a ese club de corazones solitarios del que hablan los Beatles? Si es verdad que, a esta altura muchas caras podrían sumarse a las más de setenta que adornan la tapa de Sgt. Pepper’s, la de Caldini tendría un lugar prioritario por llevar hasta las últimas consecuencias su particular beatlemanía hinduista, llegando a formar una banda de música hindú, pero también visitando recurrentemente la India como una forma de su espiritualidad poética que desencadenó su cine solitario. Y Di Tella en Hachazos, título que comparten su libro y su documental, logra doblemente que Caldini cuente, por primera vez públicamente, sus viajes luminosos, traumáticos y cinematográficos por ese país asiático. Como biografías cruzadas por el cine y por ese país asiático (la madre de Di Tella nació en la ciudad india de Madrás), Hachazos es una intersección entre Caldini y Di Tella, dos recorridos donde el el azar marca desencuentros pero también una sinergia vital, como esa cooperación en 1976 que marca el encuentro entre ambos, en la performance Autogeografía de Marta Minujín (Caldini registrando en Super 8 y Di Tella echando tierra sobre la artista en bikini).
Poco tiempo antes de ese encuentro, Caldini había viajado por primera vez a la India, buscando el sonido específico de una canción beatle, y en una parada en Barcelona registró en Super 8 su visita al Parc Güell, retratando su recorrido sincopado en su corto más influyente, Film Gaudí, que terminó siendo la “primera piedra en la edificación de su obra futura”, como escribe Di Tella. El Super 8 se había popularizado en los setenta como formato amateur y casero, para registro de vacaciones y viajes, principalmente gracias a ser una cámara portátil, fácil de manejar. Caldini también registró sus viajes, no sólo espaciales sino mentales, para hacer de ese formato un arma cargada de futuro, ejercitando una mirada de “ojos caleidoscópicos”, como a los que le cantan Los Beatles en Lucy in the Sky with Diamonds. Los espacios deshabitados del Parc Güell se convierten en remolinos, en mantras visuales, en un tour intermitente entre vértigo y contemplación: un ritmo propio cruza la obra experimental de Caldini.
Ese primer viaje lo lleva hacia una sensibilidad primitiva, esencial, como si el cine empezara de nuevo, pero en otra dirección. En Hachazos, libro y película, Di Tella propone como punto de partida una misma imagen viajera: “Un hombre lleva toda su obra, que es toda su vida, dentro de una vieja valijita de cuero comprada en la India, en un tren que va de Moreno a General Rodríguez, por el suburbio oeste de Buenos Aires. Son los originales de sus películas, todas en Super 8, un formato obsoleto, en vías de extinción, que no permite copias. Esa valija es como el manuscrito de su autobiografía”. No sólo hay una idea de obra en movimiento, nómade, esencial para entender el cine de Caldini, sino que también parece volver a una escena germinal de la historia del cine: el tren de los hermanos Lumière, esa locomotora que fundó el potencial del lenguaje audiovisual, ahora reconducida por Caldini para recuperar su prístina intensidad, y para desviarla por otros carriles, más personales, más impensados. El ojo libertario de su obra tal vez llegue a una eclosión en otro viaje a India en 1979, en parte escapando de la dictadura militar, y también tratando de completar la experiencia de su relación con el hinduismo. Y ahí aparece de nuevo el tren, como le relata a Di Tella, cuando Caldini tuvo una revelación mientras viajaba para hacer un retiro espiritual al pie del Himalaya. “Me di cuenta de que estaba teniendo alucinaciones. Imaginate lo que era eso, estar en un tren en la India, repleto de gente que sube y baja, que duerme y que come, sin entender lo que dice nadie… Ya era una especie de experiencia alucinatoria en sí misma, ¡y encima tener alucinaciones! La alucinación más grave que tuve fue, justamente, que el sol caía sobre la Tierra… ¡y que yo tenía la culpa!”, recuerda en el libro, pero también en la película, y mientras relata su demencia se ven imágenes de unos atardeceres que filmó a toda velocidad, donde el cielo parece quemarse como si efectivamente el sol explotara desapareciendo en la oscuridad para siempre. No es parte de su locura, es verdad: Caldini es culpable de que el sol se estrelle contra la Tierra, y de ese colapso, de esa colisión, son producto sus películas alucinatorias, cortos que filma en soledad para compartir esas visiones, esos oasis en su viaje, que sólo son posibles iluminados por sus retinas. Di Tella le dedica todo un capítulo a Heliografía que, para la mayoría de los pocos conocedores de la obra de Caldini, es su logro más inspirado: filmado en 1991, durante el último regreso de cineasta a India, imágenes y sonidos dilatan un viaje en bicicleta, un simple tránsito de segundos expandido a minutos, donde se ve principalmente la sombra del andar proyectada por el sol. Una vez más, Caldini recrea el accidente: la velocidad de luz estalla sobre la Tierra para producir la distorsión expansiva de nuestros sentidos de realidad y de belleza. Hachazos no es sólo un libro y una película, también es el título de una nueva apuesta por el “cine en vivo” de Caldini, quien con cinco proyectores desencadena el prisma hipnótico donde el accidente de la luz sobre el paisaje es una ruta lúcida que en cada flash, en cada relampagueo en la pantalla, hace que la poesía cosquillee: la mística de la imagen titila con un estilo rítmico que parece posibilitar el milagro de ver la música de la luz.
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Presentación del libro a cargo de Ricardo Piglia más performance/proyección en formatos múltiples a cargo de Andrés Di Tella y Claudio Caldini. Miércoles 10 de agosto a las 19 en Fundación Telefónica, Arenales 1540.
Estreno Hachazos: Jueves 11. Salas Gaumont y MALBA.
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