sábado, 17 de abril de 2010

BAFICI 2010 (9)

1. Siempre quise hacer una película con personajes que caminan. Caminar es una de las actividades que más disfruto, por la ciudad, por la playa, por el campo, por la montaña, donde sea. Tampoco soy un gran caminador, como sí lo es mi mujer, que muy a menudo vuelve caminando, como quien no quiere la cosa, desde el centro hasta Belgrano. Pero caminar tiene, para mí, toda una dimensión épica, filosófica y literaria. A mí me remite a los libros de Bruce Chatwin, especialmente The Songlines ("Los trazos de la canción"), donde habla del walkabout de los aborígenes australianos y, de hecho, lo pone en práctica a su manera, recorriendo kilómetros del Outback a pie (hace poco vimos con mi hijo el film de Nicholas Roeg, Walkabout, que trata de ese mismo universo). Lo mismo hizo por los caminos de la Patagonia. Hay, en Chatwin, toda una ética del viajero que camina (no sé que diría Chris Petit, que anda por todas sus películas en auto...).

Está, por otro lado, aquella célebre caminata de Werner Herzog, que decidió caminar de Munich a Paris, en invierno, como una promesa religiosa, para salvar a su amiga, la escritora Lotte Eisner, en un hospital de Paris al borde de la muerte. Y uno de mis films favoritos, desde que Claudio Caldini me lo hizo descubrir el año pasado, Viaje de Munich a Berlin, de Oskar Fischinger, que a principios de los años 30 escapó de sus acreedores en Munich, a pie, con su cámara al hombro y, olvidando su desesperación económica, narró el viaje con una extraña calma, como un peregrinaje o una contemplación lírica, narrando todo en flashes de single frame, como una extraña animación documental. Y cómo olvidar ("cómo olvidarte en esta queja...") a Robert Walser, con su dromomanía o adicción a caminar, una enfermedad diagnosticada, aparentemente, que escribió El paseo y que, por supuesto, murió caminando una mañana de invierno, tal vez escapando del encierro en un manicomio. También me fascinan de Borges las anécdotas de sus largas caminatas nocturnas, mientras tenía vista, de Palermo a Barracas, de Barrio Norte a Villa Ortúzar, caminando y charlando hasta el amanecer. Algunos de los momentos más lindos que he compartido con mi hijo han sido, también, en charlas sin rumbo durante caminatas nocturnas. Siempre estoy a punto de hacer esa película. Pero hay cuestiones técnicas, digamos, que todavía no pude resolver. De ahí mi interés especial por ver una película de la que había oído decir que se trataba nada más que de una larga caminata.

2. Let Each One Go Where He May, documental del norteamericano Ben Russell, efectivamente muestra una larga caminata, o una serie de caminatas, un recorrido, en todo caso, cuyo sentido u objetivo nunca se termina de explicar. Hay dos personajes que caminan, dos muchachos negros, que aparentemente viven en una pequeña aldea rural (sé que la película fue rodada en Surinám, aunque podría parecer un país africano) y que se dirigen, primero, hasta una ruta donde se suben a un ómnibus, después a una ciudad, después aparecen en una cantera o mina a pozo abierto, después suben a una lancha y avanzan por un río... La película pasa de un plano a otro, sin proporcionar ningún contexto ni diálogo que ayude a entender (de hecho, en una decisión para mí controvertida, aunque hay pocos diálogos, no sé en qué idioma, los que hay no han sido subtitulados). Pero, más que la caminata en sí, lo que llama la atención inmediatamente es una cuestión formal: la película consiste en una acumulación de largos planos secuencia, de diez minutos cada uno (les tomé el tiempo), es decir, básicamente, lo que dura un rollo de película 16mm, si mi memoria no me falla (hace muchos años que no filmo en 16mm).

El primer plano, un plano fijo, muestra a uno de los muchachos que enciende una fogata a la orilla de un río y luego se baña. Al terminar (antes de los diez minutos, por cierto), viene hacia cámara y la cámara, inesperadamente, empieza a correrse hacia atrás. Digo "inesperadamente" porque, hasta ahí, era un plano fijo. Rápidamente se pone en evidencia que se trata de una steadycam, ese aparato que permite hacer cámara en mano de un modo fluido, sin las brusquedades propias de la cámara en mano. La steadycam sigue, pues, al primer personaje hasta que se encuentra con el otro. Se cumplen los diez minutos y viene el primer corte. Segundo plano: diez minutos de caminata por un sendero de tierra, desde atrás. A los diez minutos: otro corte. Tercer plano: diez minutos de los personajes en un ómnibus. ¡Diez minutos, eh! Para que se entienda, se trata, además, de la clase de planos que en un documental "normal" duran, qué sé yo, diez segundos. Como muchísimo, un minuto.

A esta altura, un señor se puso de pie y, con indignación contenida, se dirigió respetuosamente a los 20-30 espectadores que había en la sala: "Yo no sé si ustedes están conformes con ésto, pero a mí me parece que deberíamos ir a reclamar el dinero de nuestras entradas". La moción no tuvo demasiado eco y el señor se retiró solo. Pero al rato, quedábamos diez en la sala. En el plano número cuatro, sin embargo, pasa algo: uno de los personajes llega a la ciudad, circula por una calle comercial, habla con alguna gente, sigue caminando entre la multitud y el tráfico mientras, a todo esto, la cámara empieza a rezagarse, hasta que... lo pierde. A los diez minutos: corte. En el plano número 5, algo parece haber cambiado: ahora se trata de una subjetiva que avanza, como si ahora fuéramos nosotros, o en todo caso el camarógrafo, el que avanza caminando, por un camino otra vez rural. Advertimos que estamos entrando a una cantera, se escuchan los sonidos de los que están trabajando allí, pero la cámara avanza sin ruido de pasos, como si fuera extráñamente incorpórea. Hasta que, de improviso, nos topamos otra vez con el personaje que habíamos "perdido" en la ciudad, y esta vez viene hacia nosotros, llevando una carretilla. Evidentemente ahora está trabajando en esa cantera y se ha producido una elipsis. La cámara ahora retrocede una vez más y empieza a seguir el recorrido del hombre con la carretilla.

En fin, entro en semejante detalle, tal vez incomprensible para el que no haya visto la película, para tratar de explicar algo que, a mí, me parece... un error. Un error cinematográfico y, quizás también, un error de orden ético. Al final, el interés del espectador, al menos de este espectador -y admito que hay una deformación profesional de por medio- pasa por esta especie de juego, el de advertir la forma de la película, reparar en su método, descubrir sus reglas. Hay cierto virtuosismo en juego, de la mano de una idea radical de forma. Pero me pregunto si ese radicalismo -ya lo he observado en más de una película durante este festival- no camufla a veces cierto facilismo. Tampoco me parece ninguna proeza hacer planos de diez minutos con una steadycam, no sé, sin tropezarse. Y la película la pueden haber compaginado en una tarde, pegando 12 rollos uno detrás del otro. Exagero para argumentar. Lo que me preocupa es que toda la atención termina puesta en cómo se filmó y por qué. No sé, tal vez esa sea efectivamente la pregunta que el espectador de un documental se tiene que hacer. Pero no estoy seguro. No sé. Sigo pensando en cómo filmar mi película de los caminantes.

Si se animan, veanla, todavía queda una función, el domingo. Ojalá alguien la llegue a ver y después me cuenta.

Let Each One Go Where He May, de Ben Russel, ganó el premio principal del festival Punto de Vista de Navarra, uno de los festivales más prestigiosos del mundo en el campo documental.
-Andrés Di Tella

Domingo 18, 14.30. Sala Lugones, Corrientes 1530, Piso 10.


7 comentarios:

julieta eme dijo...

me gustó este texto. me gustan en general tus textos.

julieta eme dijo...

yo no camino, pero corro.

Fotografías dijo...

Muchas gracias, Julieta. Justo me estaba preguntando si este texto tenía sentido para el que no haya visto la película. Creo que justo esta no la vio casi nadie, ni escuché ningún comentario.

En general, trato de escribir textos que tengan sentido en sí mismos, no son "reseñas" ni "críticas", sólo apuntes sobre cosas que me interesan. Pero con este, tuve mis dudas.

werte dijo...

Muy lindo el post, recién lo veo. Pero ya que estamos, lo más probable es que Oskar Fischinger haya huido de sus acreedores y no de sus deudores. Si efectivamente huyó desesperado de sus deudores me saco el sombrero.

Lucio dijo...

Buenísimo el post. Desde ya estamos esperando tu película de los caminantes...

Gloria Cadenas dijo...

"Lo que me preocupa es que toda la atención termina puesta en cómo se filmó y por qué. No sé, tal vez esa sea efectivamente la pregunta que el espectador de un documental se tiene que hacer. Pero no estoy seguro. No sé. Sigo pensando en cómo filmar mi película de los caminantes." Creo q esa pregunta se la puede hacer, y a menudo ocurre, un espectador/a d cine "comercial" ; como hizo este plano? porque ? q quiso transmitir ? no debe ser un defecto darse cuenta d la tramoya del cine, pintura, literatura...si la historia nos seduce. Lo demas es tan sencillo como decir: me gusto, no me gusto. Me gusto tu no-critica y aunque no vi ninguna d las pelis es muy seductor tu texto. Mucho. Gracias.

Edgardo Dieleke dijo...

Andres, como andas? Me pareció muy buena la entrada. Y me parece muy bueno el cierre, más allá de la radicalidad, cuál es el sentido de esos planos... se han visto ya planos y pelis así, y está bien discutirlos.
Creo que es un gran proyecto el de los caminantes, y además hay que pensar que mucha gente (como Borges) hacen otras cosas también mientras caminan

abrazo
e