Recibí un mensaje de Josetxo Cerdán, director del festival Punto de Vista de Navarra, como respuesta a mi entrada sobre Let Each One Go Where He May de Ben Russell.
Querido Andrés,
Gracias por hacerte eco de que Let Each One... fue premiada en nuestro festival, que no sé si es uno de los más importantes como generosamente señalas, pero en el cual ponemos todo el esfuerzo un grupo de gente que disfruta con su trabajo.
Y ya que solicitas la voz de espectadores del incómodo film de Ben Russell, te daré la mía. Yo creo que la película tiene algo más que dos individuos andando. La película, como sabes, arranca con un texto sacado de las crónicas de la esclavitud en Surinam que sirven para dotar de sentido ese moroso caminar de los protagonistas con el destino final de la aldea. Ese camino de regreso (y despojo) físico y psicológico se prolonga, no de manera aleatoria o por casualidad, hasta quedar ellos solos en la canoa, justo después del plano de la ceremonia que exorcita los demonios de dichos procesos de esclavitud.
La película, por supuesto, apunta con su formalización fílmica en un camino que ya han recorrido otros films, ahí están D'Est o La libertad, por poner dos ejemplos que me vienen a la mente. Pero no se queda en el vano ejercicio formal, sino que dicha opción está plenamente vinculada no solo a lo que la película cuenta, sino también, y para mí posiblemente eso es lo más importante, a la posición política que mantiene. Por ejemplo, la utilización de la steady (yo no soy técnico y no sé cuan complicado es hacer 10 minutos de steady sin tropezar) no es una opción de puro virtuosismo, sino que es la forma de dotar a todo ese viaje de regreso de un aire de irrealidad que impregna toda la película y la convierte (en algunos algunos momentos) en algo parecido a lánguidas coreografías de cuerpos y paisajes (precisamente esa apreciación me la hizo una buena amiga que hace danza respecto al plano del autobús).
Imagino que podría seguir exponiendo argumentos por lo que creo que Let Each One... es una película importante (y digo importante, y no buena), pero yo tampoco soy un crítico, ni sé hacer ese trabajo. En todo caso, y para acabar, me congratula que hayas publicado el comentario en el blog, que con ello hayas abierto un espacio para hablar de una película que, por supuesto, no es sencilla (no hablo de la realización, insisto que no sé de esas cuestiones, sino de la posición del espectador real en la sala), pero que propone, con radicalidad, un discurso sobre el colonialismo y sus consecuencias que no debería pasar desapercibido.
Un abrazo,
josetxo
Un abrazo,
josetxo
4 comentarios:
Querido Josetxo: primero que nada quiero decir que me honra tenerte por acá como lector, aunque más no sea como lector contrariado. Y en segundo lugar (se me contagió lo de los números…), todo lo que escribo en estas notas obedece estrictamente a mis intereses, incluso a una “deformación profesional”, como creo haber señalado.
De todas las películas que vi en el BAFICI, fue una de las pocas por las que se me dio la necesidad –o el capricho- de escribir algo. Esto, desde ya, tampoco implica un juicio de valor aunque, a lo mejor, confirma tu impresión de que se trata de una película a tener en cuenta (prefiero decir eso y no calificarla de “importante”).
En este caso, mi interés especial por tratarse de una película sobre “personas que caminan” le daba un plus a mis ojos. Al mismo tiempo, le agregaba a la visión de la película, el peso de una expectativa que, como toda expectativa arbitraria, podía llevar a una decepción injustificada. Pero me parece que había algo en la misma película que fomentó mi “deformación profesional”, mi inquietud “técnica”, o como quieras llamarla. Yo también estuve entretenido con la coreografía del plano de diez minutos de los tipos en el ómnibus: a ver qué pasa, hasta dónde lo llevarán (todavía no sabía que duraría inevitablemente diez minutos, aunque al haber comprobado que los dos primeros planos tenían esa duración, mis sospechas tenía…). Pero tampoco podía dejar de advertir –y compartir- la incomodidad de la chica que sube al ómnibus y hace lo posible por seguir las instrucciones que seguramente le dieron de no mirar a cámara. Lo mismo me pasó en distintos momentos del metraje, lo que me lleva a hablar, en términos quizá demasiado técnicos o superficiales, de “error”.
Pero creo que, en un documental, desde la práctica, se puede hablar de “error” cuando el dispositivo cinematográfico pone incómodas a las personas filmadas, salvo que esa sea la intención y haya una relación de poder desfavorable para el que filma (por ejemplo, lo que hace Nick Broomfield en “The Leader, His Driver and His Driver’s Wife” donde, justamente, busca por todos los medios incomodar al “leader”, el recientemente desaparecido nazi sudafricano Eugene TerreBlanche).
Ese dispositivo también incluye la utilización de la famosa “steadycam” que, para mí, tiene aquí el efecto curioso de deshumanizar al que filma, o de ponerlo en otro plano al de los personajes documentados, cuestión delicada por demás cuando estamos en la situación clásica de filmar al "otro" por ontonomasia: el habitante pobre y negro de un país perfiferico, filmado por un hombre blanco proveniente de un país rico.
Bueno, tal vez tengas razón Josetxo, y el efecto sea el de ese “aire de irrealidad” que yo también percibí por momentos, por ejemplo en el cuarto plano –si no perdí la cuenta- cuando la cámara ha perdido al personaje que seguía en la ciudad y, de pronto, avanza “sola”, sin referencia de ningún personaje, como si ahora fuéramos nosotros, o en todo caso el camarógrafo, el que camina, aunque sin pasos audibles. Pero, la verdad, me pareció que eso sólo sucedía por momentos. No sé, tal vez sea injusto, pero una película tan formal –lo de un corte cada diez minutos es bastante formal- y que somete al espectador a semejante rigor, también pone al espectador en un lugar de esperar reciprocidad. Al final, tratando de explicar por qué la película me dejó insatisfecho, termino dándote la razón de que se trata de una película -¿importante?- que merece este y muchos argumentos más. Ojalá haya otra oportunidad, para los lectores del blog que no hayan podido hacerlo, de ver “Let Each One Go Where He May”.
Continuará...
No vi la película de la que hablan, pero las películas que plantean cuestiones "formalistas" son siempre las más interesantes, aunque no siempre las más disfrutables...
Querido Andrés,
me he tomado un tiempo para responder, no por nada, pero es que estar todo el día enganchado a Internet me preocupa cada vez más. Vayamos, en todo caso, a lo que nos reúne aquí: Let Each One...
Decir, en mi defensa, que no soy un apasionado de las películas 'formales'. Más bien al contrario. Quienes me conocen bien saben que huyo de ello. La forma solo tiene sentido si nos lleva a algún sitio. Toda mi argumentación en el mail anterior quería ir en esa dirección.
Tiene toda la razón, lo de 'importante' puede ser ampuloso. Dejemos que es una película a tener en cuenta. A tener en cuenta por que nos sitúa ante el problema de la colonización y del postcolonialismo de forma incómoda (formalmente incómoda). Y formalmente incómoda no quiere decir en este caso preciosista. Mas bien al contrario: me gusta eso que dices de las más que evidentes miradas de la chica en el autobús que espera que le den indicaciones. A mi esos desajustes me parece que son productivos en términos de hacernos pensar sobre lo que la película quiere que pensemos... Esos errores no le van mal, por que en el fondo la película, tan rigurosa (tienes razón), nunca podrá ser lo suficientemente rigurosa. La película, completamente controlada (freak control) se desborda.
Me parece que no descubro nada si digo que Ben Russell pagó a los 'actores' del film (no sé si en el Bafici estuvo él, pero en Pamplona lo dijo sin problemas en el debate que siguió a la proyección). No es el primero ni el último que lo hace, como bien sabemos. Tampoco será una sorpresa para nadie que haya visto el film, si digo (cosa que también explico Russell en Pamplona) que la película tiene toda la banda sonora reconstruida. Son detalles a tener en cuenta cuando hablamos de 'este documental'. Por que no todos los documentales se pueden medir por el mismo rasero. No creo. Creo que hay muchos tipos de documentales. Y deberíamos ser capaces de afinar lo suficiente nuestra mirada cuando nos acercamos a cada uno de ellos. El dispositivo documental puede y debe ser variado y la 'incomodidad' de los personajes pude ser de muchos tipos. No aceptaré nunca una incomodidad de 'abuso', pero no creo que sea el caso. Más bien al contrario. Tampoco sé si podemos/debemos seguir juzgando a los directores por su lugar de origen (país rico versus país pobre). Otra vez creo que no eso no es generalizable. No nos puede servir como pauta. Yo he tenido la oportunidad de ver varias de las obras anteriores de Ben Russell y te puedo asegurar que ese tipo de acercamiento no hace justicia a su forma de entender no solo el cine, sino las relaciones humanas (a través del cine, eso sí). Claro que eso lo digo y como no podemos sentarnos juntos a ver las películas pues no deja de ser un brindis al sol...
Sentarnos juntos, a ver las películas, eso sería magnífico. Pero mientras tanto seguimos enganchados a esta comunicación vicaria, que se lleva los minutos de nuestra vida sin que seamos nunca conscientes del todo.
abrazo,
josetxo
Querido Josetxo: me olvidé de la película y de nuestra “discusión” y me quedé pensando en aquello de “que se lleva los minutos de nuestra vida sin que seamos nunca conscientes del todo”… y me dio miedo o, más precisamente, me dio ganas de… ¡salir a caminar! Que es –me río- por dónde empezó la cosa: “Siempre quise hacer una película con personajes que caminan. Caminar es una de las actividades, etc etc.”
Y mi interés por “Let Each One Go Where He May” (hermoso título, by the way) no viene de otro lugar, así como también mi “deformación profesional” y mi ojo clínico-técnico que se detiene, por ejemplo, en esa steadycam. Entonces: “¿por qué hizo eso?” esconde un “¿qué habría hecho yo?” Y cuando hablo de “error” seguramente estoy pensando en mis propios errores, en mis propios temores.
Me quedo pensando, en ese sentido, en lo que dices acerca de aquellos “desajustes” que terminan siendo productivos porque nos hacen pensar sobre lo que la película quiere que pensemos. Y, a lo mejor, hasta podríamos pensar que “la película” quiere que pensemos cosas que se le escapan al propio director. Te imaginarás, de cualquier manera, que no voy a ser justamente yo el que vaya a medir todos los documentales con el mismo rasero.
Acaso lo interesante del dispositivo de Russell, en este caso, sea el de instalarse en un punto intermedio –entre el “control freak” y el “observador”- que toma en cuenta esa posibilidad: que la película pueda, efectivamente, estar planteando problemas por su cuenta, más allá de las intenciones del director. Ahora que lo pienso, la inteligencia –y humildad- de ese planteo hace que estemos acá hablando. O “hablando”. Y brindo por que la próxima nos encuentre saliendo de una sala real para seguir hablando de películas en algún bar, en New York, Barna, Pamplona o Buenos Aires.
Igualmente, para volver a la preocupación con que abres y cierras tu misiva, imagino por un momento tu “comment” en mi “blog” como una carta escrita en resmas amarillentas con pluma de ganso, encerrada en un viejo sobre de air mail, con un sello bonito de alguna colonia ultramarina de la Holanda colonial...
Un abrazo
Andrés
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