lunes, 1 de febrero de 2010

Carta de Barcelona


Hola Andrés, acá te mando otra Carta desde Barcelona; no es una crónica de festival porque hace mucho que no piso ninguno, pero como tenía ganas de escribir algo con respecto a la dificultad de escribir, me pareció que estaría bueno como extensión de la nota "Tarjetas". Si te parece mejor puedo ponerlo como comentario de la nota, aunque no sé si no es demasiado largo. Tu me dirás. Un abrazo,
Lupe


Manual para no pensar

por Lupe Pérez García

Primero me enamoro de una idea. No es una imagen ni tampoco es una frase. Es una idea abstracta y vergonzante para poner como "logline" de ningún documental o cosa parecida. Yo, como profesora, lloraría de tristeza si leyera en alguno de mis alumnos semejante pretensiosidad. -¿Pero qué se ve? ¿Qué se ve?- podría preguntar desesperado uno en un pitching. No se ve nada, monsieur. Nada.

Durante días sospecho que he visto una película que tenía una secuencia igual sobre el tema, es decir que pretendo hacer una película robando una buena secuencia de alguien que ni siquiera sé quien es. Eso suele durarme unas semanas, al cabo de las cuales me aseguro de que no hay secuencias parecidas en ninguna de las referencias que recuerdo y además me canso de sentirme culpable. Igualmente, la posibilidad de que un colega se levante en medio de mi presentación y diga: Pero si va a ser igual a la película de fulano! es alta. Yo sigo igual, la idea debe ser mía de verdad y me lo repito como un mantra.

Una mañana, todavía en la cama, esa idea que no se puede escribir encuentra una acción, un personaje que hace algo o dice algo que puede desembocar en algo. Me incorporo en la cama y tengo una energía como cuando tenía 14 años y me sentaba en la biblioteca del Colegio y pensaba que iba a ser como Simone de Beauvoir, de la que lo único que había escuchado era que había sido muy inteligente. Pero la sensación dura milésimas de segundo: Enseguida recuerdo que tengo éstas super ideas desde hace mucho y que generalmente no desembocan en nada memorable. Pienso también en la historia del guionista que sueña una película perfecta, pero al despertar solo puede decir "Chico conoce chica..."

Si estoy en un buen día, me conformo diciendo que lo importante es el trabajo, que siempre valoré al artesano por sobre el artista, bla bla, y a duras penas me levanto. Si en cambio el día es malo, me meto de nuevo entre las sábanas y me dedico 30 minutos a la autoconmiseración.

Pero la imagen aquella vuelve una y otra vez, a veces transfigurada en una película de palomitas que veo con mis hijos un sábado. En un cuadro de Turner. En una noticia de un truculento programa policial. En una pareja que se besa en la calle.

"La conexión entre las cosas es uno mismo" creo que era el gigante de Mekas el que lo decía. Pero ¿cómo hablar de las cosas que realmente me importan si el miedo me paraliza? Es, básicamente, miedo al qué dirán: Miedo a parecer débil, o estúpida, o desclasada, o todo lo anterior junto. ¿Pero no es eso acaso lo que soy? ¿No es eso lo único que me autoriza a hablar de las cosas que me importan?

Me autorizo entonces a hablar de cosas que no tengo ni idea, me preparo mate y me siento en el ordenador. Tengo 14 MB de velocidad pero mi cerebro va como una tortuga. No importa; seguiré mi método de buscar y ver en el archivo prelinger hasta que los ojos no me den más. -Soy montadora- me digo mientras chupo la bombilla - Todas estas voces, estas imágenes, esconden un orden oculto que solamente yo, aquí y ahora, con mi idea convertida en imagen, puedo resolver.-

Abro el final cut y empiezo a ordenar los archivos en carpetitas, hago marcas, les pongo nombres ingeniosos, me canso mucho y el mate se enfría. El puto universo no tiene orden, y si no se lo pongo yo, con todos mis lugares comunes y mis bajezas a cuestas, no se lo pondrá nadie. Y es entonces y solo entonces cuando me pongo a trabajar y meto los dos brazos en el barro. Y a la noche es una secuencia de porquería que no tiene sentido ni interés, que dura 3 minutos y que se asemeja a la obra maestra que soñé por la mañana como una pizza congelada a la de las cuartetas.

Sin embargo, estoy extrañamente conmovida y orgullosa de mí misma. Y por ese momento y no por el sueño de la mañana es por lo que me encanta mi trabajo.

Bona nit.


Lupe Pérez García es una cineasta argentina que vive en Barcelona. Está preparando una video instalación llamada "Cuentos crueles: las dos misiones del explorador", una continuación por otros medios del cortometraje experimental "Cuentos crueles". Ver otra Carta de Barcelona aqui.

foto: "Cuentos crueles"

2 comentarios:

Fotografías dijo...

Gracias por la carta, Lupe, como especie de comentario o respuesta a mi entrada anterior, "Tarjetas", que hablaba sobre las dificultades que uno puede enfrentar a la hora de compaginar una película. Se agradece, sobre todo, la sinceridad descarnada y la evocación de las dudas que todos los que estamos en estas cosas seguramente compartimos. Lo que no comparto, en mi caso, tal vez por inconciencia, es el temor por que un colega descubra que lo mío no es original. Tal vez debiera experimentar una mayor "anxiety of influence", pero la verdad es que no me pasa. Por supuesto, soy cinéfilo de toda la vida y tengo referencias en la cabeza. Pero también sé, por experiencia, que todo eso se transforma en mi cabeza e, incluso, en mis siempre fallidos intentos de plasmar en imágenes eso que se supone tengo en la cabeza...

Sí, comparto, como dije, esa eterna sensación de no saber del todo qué estoy haciendo. Eso sí.

Anónimo dijo...

Me gustó mucho el texto, ba, me sentí identificado, no sé si eso será bueno o malo...
LUCIO