jueves, 19 de febrero de 2009

Conversación con Albert Serra

−¿Cómo fue tu acercamiento al cine?
−Por casualidad. Nunca estudié cine.
−¿Estudiaste letras?
−Sí, y tengo la teoría de que la gente más mala que hay en cine hoy en día es la que estudia cine, que tienen un conocimiento más adocenado. Las escuelas de cine forman trabajadores para la industria. En literatura esto no sucede, en la facultad de letras no se fabrican trabajadores para la industria editorial.
−No, al contrario, te desaniman, para que no escribas.
−¡Claro! Pero en el cine no, se fabrica gente para una industria. Esto no era así hasta hace poco. Los grandes maestros, los cineastas vanguardistas, no iban a una escuela a estudiar cine. No se tenía un plan muy específico de lo que debe ser el cine, sino a través de la cinefilia. En las escuelas hay un enfoque donde lo más importante es la formación técnica. Pues bien, yo hice todo lo contrario. El equipo con el que hice la película es gente de mi pueblo y, salvo alguna excepción, no tiene formación técnica. Mi director de fotografía nunca había tocado una cámara. Los actores nunca han hecho teatro ni se pusieron ante una cámara. Y en mi caso, mi incorporación al cine fue para salir de la rutina cotidiana, con mis amigos nos dijimos por qué no hacemos algo más divertido, pero de un modo totalmente amateur. Aspiramos a esta cosa tan subversiva de las vanguardias del siglo: intentar cambiar la vida.
−¿La propia o la de los demás?
−De momento empezar por la propia, pero sin desechar que pudiera también cambiar las de otros. Y nos largamos a la aventura sin saber nada. Mi montador nunca montó la película de nadie más. En Honor de cavallería, como el trabajo del montaje se nos hacía un poco difícil, se lo dimos a un montador profesional, un tío que había montado a Marc Recha, Guerín y otros así. Y el tío nos hizo un primer montaje que quedó muy mal. Aunque había un pequeño detalle que estaba bien. Cuando vimos eso le dijimos: por qué no la haces toda así, como esto que has hecho al comienzo. Se lo repetimos una y otra vez, pero no le entraba en el cráneo que lo que había hecho bien en unos pocos minutos lo tenía que hacer en toda la película. Es curioso, porque lo que no hubiéramos descubierto nunca por nuestro propio trabajo, él lo había encontrado de casualidad. ¡Pero era incapaz de entender que aquello era la esencia de la película!
−¿En qué consistía ese hallazgo?
−Bueno, sobre todo, que en esta primera película había que hacer prevalecer una dimensión contemplativa. Yo siempre pienso que la imagen tiene tres dimensiones: la narrativa, la contemplativa y la gráfica. En cada película predomina una u otra. En Honor de cavalleria la dimensión narrativa no cuenta tanto; la gráfica, que es muy importante en esta última, en Honor... no, y casi casi sólo predomina esta dimensión contemplativa. Porque es evidente que no pasa nada y no hay mucho que narrar, y el componente gráfico no es muy fascinante que digamos. Así que, ¿por qué no jugarlo todo al aspecto contemplativo? Y este montajista profesional no podía entender que la película se quedara en la pura contemplación. Y a nosotros, justamente por esta falta de profesionalidad, nos gustaba que todo fuera así, y si a alguien no le gusta y cree que es un error, bueno, es su problema.
−Es como si te desentendieras de la pretensión de entrar en algo establecido, de formar parte del cine.
−Es que a mí no me interesa el cine, yo no voy al cine. Voy a los festivales y veo alguna película, no hay tantas interesantes. Para mí el cine no da para tanto, no me llena la vida. Y siempre digo que, si tuviera dinero -tampoco gano dinero con esto- no me dedicaría al cine.
−¿A qué te dedicarías?
−No, a nada (risas).
−Tu cine parece ir en contra de la obligación de que todo tenga un sentido narrativo, eso que inculcó Aristóteles. En tus películas estás tomando historias muy fuertes, como el Quijote y los Reyes Magos, y vas para otro lado, como si dijeras: bueno, esta historia ya fue contada, ya sabemos de qué se trata. Y a mí me propone una experiencia como espectador, el experimentar ese momento silencioso, o esa deliberación de los reyes acerca de si vamos para allá o venimos para acá, me tengo que preguntar qué está pasando...
−Para mí el tema es una excusa. Eso es típico de la literatura del siglo XX: la literatura se hace con palabras, no con temas ni argumentos, sólo con palabras. Podés elegir el tema más banal, como Flaubert, y con eso hacer una gran literatura; y el tema más ambicioso puede dar resultados pésimos. Yo no tengo una visión nueva sobre los temas que trato, pero tengo ideas nuevas sobre cómo expresar algo artísticamente. Escojo un tema para tener de dónde partir, no quiero pensar en términos de un guión. Incluso no me gusta desarrollar una narración que sea demasiado complicada. Lo complicado no me interesa, Shakespeare me aburre, es demasiado complicado en la trama. En cambio Racine, que tiene una trama más simple y se basa en las palabras, me encanta.



−Te iba a preguntar por qué elegiste a los Reyes Magos, pero quizá no sea la pregunta adecuada.
−Sí que es una buena pregunta, porque hay constantes que a mí me gustan, que son: rodar en exteriores, con actores no profesionales, tratar cosas que no tengan nada que ver con nuestra vida cotidiana, un tema que no puedas vincularlo con ninguno de los problemas de hoy en día...
−¿Y cómo es el proceso de escribir un guión? ¿En qué consiste tu guión?
−Bueno, sólo están las escenas descriptas, sin diálogos, quizá hay un tema concreto que quiero que aparezca en el diálogo. Son unas quince páginas. Si lo pusieras todo seguido serían siete páginas o algo así. Pero yo pongo cada escena en unos pocos renglones y dejo el resto de la página en blanco. Y luego en esa parte vacía pongo ideas que se me van ocurriendo. Mientras la estoy preparando miro películas que me permitan pensar en la atmósfera, intento copiar lo bueno que han hecho los otros. Me gusta rodar en exteriores ¡y sin monitor! Nunca he usado un monitor, nunca vi una imagen antes de que acabara el rodaje. Alguna vez por el visor controlo un plano. Por ejemplo en la última película, el plano final lo compuse yo, buscando la distancia exacta y la oscuridad que quería para terminar. Con el director de fotografía fijamos una estética antes de empezar. En Honor... habíamos decidido que la cámara estuviera baja, que siempre se viera un poco de hierba entre la cámara y los personajes, que vieras cómo la vida va fluyendo, esa dimensión contemplativa de la que hablábamos antes. Eso fue muy distinto en El cant..., donde la cámara suele estar muy alta, los personajes lejos, y se gana en la dimensión gráfica, ese fectichismo de la imagen que me interesa mucho.
−En el film hay imágenes que podríamos llamar preciosistas, pero también otras que están en el límite de lo correcto, digamos, casi sin luz. Hay una escena que para mí es el corazón de la película, el diálogo en el que se preguntan: qué hacemos, vamos, volvemos... subimos, vamos marcha atrás. Porque la experiencia del espectador está encapsulada en este diálogo: ¿qué tengo que pensar? ¿para dónde me está conduciendo esto?
−Es que estamos hablando de tres pioneros. Y la película es también como el viaje de los pioneros que no saben para dónde ir, tampoco la película sabe para dónde va, se debate para encontrar una dirección. Eso me gusta: no saber dónde ir pero marchar con mucha convicción, como los pioneros, que tienen dudas pero van con mucha energía. Lo que no quiero con los actores es repetir, aunque me haya gustado algo que han hecho nunca les digo que lo repitan. Tampoco les digo si no me gusta, los dejo que lo hagan. Los actores no profesionales tienen eso, si saben lo que tienen que hacer se vuelven demasiado concientes de sus moviemientos. En este caso usé una técnica: confundir a los actores. En el rodaje les digo unas pocas reglas: no puedes mirarme, responderme, ni parar de actuar. Más allá de eso, puedes hacer lo que quieras, si estás cansado puedes tirarte ahí, lo que te dé la gana, excepto esas tres cosas. Y claro, hay momentos en que surge la duda del pionero, momentos fundacionales. Ellos son los primeros creyentes, los que no tienen un camino establecido, salen en busca de un niño pequeño. Y yo generaba momentos de confusión. Le di a cada uno unos walkie talkies y con la cámara estábamos un poco lejos. Así que yo les decía: (sanatea) “¡va y ya, corrida de toros, ascención, vale!”. Y automáticamente reaccionaban con convicción, porque acababan de recibir una orden enérgica, aunque no la habían entendido y no sabían bien qué hacer. Y les decía (a los gritos): “ciego y entonces puñal, serpiente, tempestad... ¡y ya!”. Y ellos trataban de reaccionar: ¿ciego? ¿serpiente? Y yo: “pero qué os he dicho, por favor, ahhh... ¡¡¡camión!!!”. Y entonces se producía una cosa de mucha tensión, pero sin dirección alguna, sin encarrilarse para un lugar claro. Y ellos volvían preocupados con sus walkie talkie: “pero, puta, no se entiende... ¡esta cosa no funciona!”. Si ellos saben de antemano lo que van a hacer, queda muy mecánico. En cambio así hay una vacilación que es muy auténtica. El problema que siempre se plantea en un rodaje es encontrar el balance perfecto de libertad y necesidad. Cuando algo está escrito y los actores saben lo que va a pasar, la necesidad se lo come todo. Si lo preparas, será aburrido, ¿no? Porque la película es muy gráfica, no hay narración... y coño, si no tuviera libertad, la película se volvería insoportable. De hecho, para mucha gente es insoportable, no tienen la sensibilidad para captar esa incertidumbre o les falta la costumbre de percibir de ese modo.
−Es que estamos acostumbrados a darnos cuenta siempre de por qué estamos viendo algo.
−¡Exacto! Tú te das cuenta en seguida de por qué te están mostrando algo. Por eso es que no miro nunca películas de Hollywood. Si tengo la sensación de saber lo que pasa, me aburro. No me interesan las películas normales, Creo que verlas me volvería normal, me contagiaría, así que ni las quiero ver. Un amigo mío, el director de fotografía de Honor... -digo director de fotografía, pero para mí es un cámara-, se fue a trabajar a Hollywood. Está haciendo una película con ese tío de la moda, Tom Ford, muy famoso. Y me dice que esa película es todo lo contrario. Allí hay que filmar un vaso y tienen a 40 tíos que estudian dónde colocar el vaso y lo cambian 20 veces: si lo tienen que poner así o así. Y me cuenta: no te imaginas, la cosa más estúpida los tiene pensando durante horas, miran una y otra vez por el monitor si este cable que cuelga ahí detrás tiene que pasar así o sería más estético de otra forma.Y después dicen que los planos se ven sin vida. Pero ¿cómo van a tener vida si con todo esto los matan?


Extracto de una conversación que mantuve con Albert Serra, después de la presentación de su última película, El cant dels ocells, durante el festival de Mar del Plata, en una actividad organizada por el Proyecto de Cine Independiente. La charla completa puede leerse en el último número de la revista La Otra.

19 comentarios:

Oscar Cuervo dijo...

Este muchacho es la reencarnación de Fassbinder!

Fotografías dijo...

Se parece, pero ojo con las apariencias que engañan...

Gracias Oscar.

Alejandra Almirón dijo...

Me cae muy pero muy simpática la teoría de que una puesta exagerada puede matar a un plano.

Oscar Cuervo dijo...

Es cierto, por lo pronto a la edad de Serra Rainer había hecho como veinte películas.
saludo!

Fotografías dijo...

Ale: a mí me cae todavía más simpático el procedimiento de confundir a los actores con órdenes incomprensibles...

No creo que las diferencias entre Serra y su doppelganger se limiten a su prolijidad (por "prolífico"), aunque tal vez algo tenga que ver. Me parece que Fassbinder era un tipo generoso y jugado en todo sentido y, seguramente, hacer una película tras otra y, en el medio, dos obras de teatro, haya sido parte de esa misma generosidad. A Serra lo veo mucho más limitado y, aunque veo cosas interesantes en sus películas, veo demasiada especulación y, justamente, poca generosidad en su actitud.

Alejandra Almirón dijo...

Sí entiendo y comparto tu afirmación de que F fue generoso y jugado en su obra pero ¿por qué ves especulación en S?

Fotografías dijo...

No quiero ponerme ahora en el bando de los "detractores" de Serra. Como dije, me parece que hay cosas interesantes en sus películas, si uno está con paciencia para detectarlas. Y sí, la principal limitación es que sus películas pueden llegar a ser bastante aburridas. En ese sentido, "Honor de cavalleria" tal vez haya soprendido con sus tiempos muertos y su carácter contemplativo. Pero en "El cant dels ocells" es un poco más de lo mismo. Y hay secuencias enteras completamente prescindibles, como los monólogos de una mujer que recita especie de poemas y, sobre todo, las de José y María con un chivito. El mismo hecho de haber convocado para interpretar a José a un conocido crítico del clan FIPRESCI.. y dejarlo hablar en hebreo (en vez de catalán que es lo que hablan los demás personajes) ya entra en el terreno de lo que yo llamo especulación. Idem todo el juego con el chivito, como si éste fuera Jesus. Son "guiños" a los que Fassbinder nunca habría descendido. Y, aunque, personalmente me cayó bien y tuvimos un trato amable, lo veo muy pendiente de los críticos, de hacer un personaje provocador, decir que es un genio y que todo el resto del cine no existe, etc, que no me caen bien. Fassbinder también era un provocador, pero en su vida y en su obra, no haciendo un show para críticos fácilmente impresionables. Insisto: las películas de Serra tienen sus momentos, pero se ha exagerado un poco. Y se le perdonan cosas que a otros no les perdonan. Es decir: me parece que Serra tiene mucho de blef y, desde ya, hace falta quien se lo crea. En fin, en el fondo, la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer.

Fotografías dijo...

Despachado lo cual, podría agregar -con mayor tranquilidad- que a mí también me gusta de Serra esa actitud decididamente "amateur" y, como le dije al mismo Serra, ese desparpajo para mezclar en una misma película planos "preciosistas" con otros defectuosos, al límite de la visibilidad. Y Honor de Cavalleria se justifica con esos dos planos de los reyes magos que no saben a dónde ir, uno en la semi penumbra, otro un plano muy amplio sobre las dunas.

Pero es poco.

Anónimo dijo...

Cecilia Barrionuevo escribió via facebook:

hola andrés! estaba en tu blog...mirando la conversación con Serra, esa que presencié en MdlP...y de golpe apareció la entrevista a Kosakovsky... la hiciste vos?
de dónde salio?
(es que soy fanática de él...)
beso.
c.

Fotografías dijo...

Cecilia:

¡Cierto que estuviste ahí! Pero después no nos vimos...

La "autobiografía" de Kossakovsky, tal como queda señalado al pié de la mismo, la levanté de Blogs&Docs, el maravilloso blog sobre docs de tus amigos de Barcelona. Y agregaba:

Este texto apareció por primera vez publicado en Images documentaires (núm.50/51, primer semestre 2004). Su versión en castellano se encuentra en el libro catálogo Ver sin Vertov, coordinado por Carlos Muguiro y editado por La Casa Encendida de Madrid.
Cortesía Blogs&Docs

No conozco a Kossakovsky pero me gusta lo poco que he visto de él.

Fotografías dijo...

¿Y qué me decís de Serra?

Fotografías dijo...

Supongo que el sólo hecho de que estemos aqui hablando de él ya dice algo...

Oscar Cuervo dijo...

Andrés:
comparar a Fassbinder con el 90% de los directores actuales es un poco cruel. Mi referencia se basaba exclusivamente el el parecido físico. Pero por lo visto Fassbinders no aparecen todas las décadas.
Serra está empezando y ya veremos cómo sigue. Eso no quita que El cant dels occels se destaque con facilidad del pelotón de las películas vistas este último año.

Dejemos de lado si es "aburrido" -categoría excesivamente relativa, ya que habla del estado de ánimo del espectador y no de la película en sí, puesto que yo me puedo aburrir con La guerra de las galaxias, que muchísima gente le resulta divertida. ¿Sería justo someter a las películas de Caldini, por ejemplo, a la prueba del aburrimiento? ¿A quién le preguntaríamos si Caldini es aburrido?

Creo que más allá de las astucias de desorientar a los actores con órdenes incomprensibles o aferrarse a un espíritu amateur, el asunto es que estos recursos dan como resultado un cine atractivo, que invita a ser mirado e interrogado. Si el director de Los bañeros más locos del mundo usa el recurso de desorientar a los actores no lo sabemos ni nos importa, porque sus resultados son deleznables. Serra, con su pose de enfant terrible y su arrogancia, hace películas que nos brindan motivos para reirnos y para preguntarnos por esa rareza que es el cine. No es poca cosa en momentos en que el grueso de la producción cinematográfica no nos hace la menor mella.
saludos

Fotografías dijo...

De acuerdo, Oscar, la comparación con Fassbinder es cruel, pero pensé que estaba implícita en tu aseveración de que Serra era la reencarnación de Fassbinder.

Sé que VOS no te estás queriendo hacer el interesante y/o el entendido al levantar a Serra, pero sospecho que algunos críticos lo hacen por no querer perderse el tren de los iluminados de la FIPRESCI. Y eso irrita.

Después, como vos bien decís, lo que te aburre a vos por ahí a mí no me aburre. Pero asi pasa con todo, ¿no?

Sin embargo, me parece que Serra pone lo "aburrido" como un estandarte, como un desafío, festejando que se vayan de la sala las "señoras gordas", y para mí esa es parte de su especulación. Así, los que permanecen en la sala pueden quedarse con la sensación de superioridad de que ellos NO SON señoras gordas.

Insisto, en el medio de todo eso, aparecen cosas interesantes y hasta momentos de auténtica iluminación, que sí hay que agradecer y que, para mí, sí tienen que ver con esa actitud amateur, esa forma de enloquecer a los actores, etc, porque no puedo distinguir procedimiento de forma.

En cuanto a la valoración del resultado obtenido por Serra, diferimos, qué vas a hacer, pero eso es lo lindo del cine, ¿no?, donde la opinión de cualuiqera vale igual que la de cualquier otro y donde finalmente se pone en juego el eterno test de rorscharch...

Respecto de Caldini, sin embargo, sé que es una preocupación de Caldini no aburrir. Por eso mismo sus películas duran 5 minutos --nada más-- y te da ganas de verlas otra vez apenas terminaron.

Justamente, la comparación (odiosa, sin duda, pero vos sos el que la sugerís) para mí deja muy a las claras donde hay sinceridad y donde especulación.

Fotografías dijo...

Pero, finalmente, coincido con vos en esto: "hace películas que nos brindan motivos para reirnos y para preguntarnos por esa rareza que es el cine". Y que eso no es poco.

Oscar Cuervo dijo...

Pasando en limpio lo dicho por uno y otro, creo que coincidimos más de lo que discrepamos respecto de Serra. Mi comparación con Fassbinder se refería exclusivamente a la foto que ilustra al post y no a sus respectivas filmografías. Después creo que hay algo de la actitud de Serra y de algunos de los críticos que lo elogian que te cae mal y que quizá si tan sólo hubieras visto sus películas no lo resaltarías tanto. (A mí algo parecido me pasó en otros casos).

Es verdad que no hay autoridad que pueda zanjar las diferencias respecto de la valoración de las obras de arte. De todos modos hay categorías, como las de aburrimiento, que se reducen totalmente a la experiencia privada y no dan lugar a ninguna discusión. Probablemente Caldini esté preocupado por no aburrir y aún así le aburra a mucha gente. Probablemente haya obras que aburren a mucha gente y sea más un problema de esas gentes que de las obras. De ahí no se deriva que si una película aburre a mucha gente entonces la gente está equivocada y la película es buena. Como creo que no conduce a ninguna parte el concepto de aburrimiento, trato de no usarlo en contra de las películas y de buscar algo en las películas que me permita pensar en ellas y no en mi estado de ánimo.
saludos!

Oscar Cuervo dijo...

Te pongo otro ejemplo para sacar la discusión de la órbita de Serra: a mucha gente le parece que las películas de Tsai Ming-liang son aburridas (me refiero a los pocos que aquí han visto a Tsai) y a mí me parecen apasionantes. Nadie está obligado a apasionarse con aquello que lo aburre pero sería interesante analizar el aburrimiento de un espectador ante El río en relación de las expectativas con las que va al cine: ¿qué tipo de diversión se supone que una película puede dar? El aburrimiento sirve para analizar la posición del espectador y no como "dato" que dice algo de la película. En todo caso dice algo de la relación entre una película y un espectador.

Anónimo dijo...

Hola Andés, gracias por el dato de la entrevista a Kossakovsky, trataré de conseguir el libro o contactaré con Elena en todo caso!
Con respecto a lo de Serra, ya te había dicho cuando me enteré que vos lo entevistabas que era una tarea compleja probablemente, porque tiene un personaje particular, sin embargo creo que cuando uno lo conoce más allá de sus declaraciones en público, se descubre como una persona encantadora y solvente a nivel artístico.
Vi Honor de Caballería hace años en Mar del Plata, primero, en el Bafici después, Crespia, hace un par de años y El cant dels ocells la he visto tres veces ya (como decia Truffaut -si mal no recuerdo- no puedo decir que he visto un film si solamente lo he visto una vez...o al menos, debo decir que hay películas que me gustan mirarlas más de una vez, sabes que con Fotografías me pasó eso).
El plano del que hablás de Serra, ese plano largo de los reyes vagando en el desierto sin saber para donde continuar, o si continuar, es tan potente que me hace querer volver a él.
¿Un plano, justifica un film? No sé la respuesta, pero si sé que, por decirlo de algún modo, hay escenas donde me quedaría a vivir.
Por otra parte, no hay que perder de vista, que las dos películas de Serra, estan dirigidas por él, pero realizadas por un equipo de gente que lo acompaña ya desde hace años y que a raíz de los resultados se entienden en el trabajo, en la obra.
Por lo demás, lo que la crítica haga o deshaga, es algo con lo que se convive -creo- desde que el cine es cine. Y la crítica también va y viene como le conviene o como le da la gana. No soy muy adepta por tanto a los criterios que impone. Que te puede gustar más o menos, que te puede aburrir, que te puede interesar o no, que es más o menos anierista según tu punto de vista...son cosas también bastantes personales supongo.
A mi personalmente su cine no me aburre, pero claro, esto es personal.
Qué está inflado o es un blef? supongo el paso del tiempo también lo confirmará o refutará.
Pero si que es seguro que comparar a alguien con Fassbinder es poner al contrincante en el banquito de los perdedores de antemano.
Da gusto leer tu blog Andrés. Tks por tenerlo abierto.
Y ... Alberto ¿Estás tan seguro que tan poquita gente conoce a Tsai Ming Liang?
Saludos!
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Anónimo dijo...

Andrés, no quise que salga como Anónimo, soy Ceci (no me llevo bien con la mecánica identificatoria de los blogs...:-)
me pierdo siempre
besos
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