La casa de Gustavo Fontán cierra una trilogía que comenzó con El árbol y siguió con Elegía de abril, filmada íntegramente en la casona de Banfield donde el cineasta pasó su infancia. Con una fotografía admirable -al borde del milagro- a cargo de Diego Poleri, Fontán construye un registro extraño y fantasmal de la casa, donde la presencia humana es apenas elíptica y donde el relato es pura evocación. Hay por supuesto un riesgo de preciosismo en esa apuesta pero, al menos en el caso de este espectador, predomina la sugerencia y la emoción de lo apenas entrevisto o recordado. La casa se está desarmando aunque, en el medio de la mudanza, parece haber una última fiesta familiar, protagonizada tal vez por fantasmas ya que nunca los vemos netamente. La larga secuencia final es, literalmente, demoledora, mientras la cámara de Fontán/Poleri observa la destrucción de la casa a cargo de una topadora. No hemos visto demasiado de la casa y de sus habitantes -la clave estética de Fontán parecería estar cifrada en ese demasiado, haciendo de los usos y costumbres de cierto minimalismo cinematográfico, por comparación, toda una exageración- pero no recuerdo haber presenciado, en el cine, una muerte más cruel y dolorosa.
-Andrés Di Tella
1 comentario:
Muchas gracias, Andrés, por ver y hablar de LA CASA.
Un fuerte abrazo
Gustavo Fontán
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