sábado, 21 de abril de 2012

BAFICI 2012 (13)


Papirosen de Gastón Solnicki fue elegida Mejor Película Argentina por un jurado integrado por Federico Veiroj (cineasta uruguayo), Hélena Klotz (cineasta francesa), José Luis Torres Leiva (cineasta chileno), Josh Siegel (curador del MOMA de Nueva York) y María Delgado (crítica y programadora inglesa). Cito los nombres del jurado porque me parece importante que haya entre ellos una mayoría de cineastas que podrán entender de otra manera el alcance de lo que logró Solnicki. No he visto muchas películas de la competencia argentina así que no puedo opinar sobre la justicia del dictamen, salvo decir que Papirosen merecía un premio. Solnicki filmó a su familia durante más de diez años, con la figura del padre (foto arriba) como eje y cómplice fundamental en la realización de la película. En determinado momento, en medio de una fiesta familiar, Gastón, detrás de cámara, pide que bajen la música, para poder grabar los diálogos. El padre que, hasta aquí se ha prestado con generosidad paterna a todas, o casi todas, las exigencias del documentalista, le recuerda que se trata precisamente de "una documental" y que el hijo tiene que "arreglárselas con lo que hay, como pueda". Si no, sugiere, puede volver al día siguiente y poner escenografía y actores. Es una verdad de perogrullo, pero la fuerza de este retrato di familia in un interno procede, justamente, de su carácter documental. Lo que, en una ficción, sería una amable comedia judía de costumbres -llena de peleas familiares y situaciones graciosas- en el documental, filmado todo a modo de home movie apenas mejorado, cobra una dimensión dolorosa, perturbadora. La abuela de Solnicki, por ejemplo, que en una ficción sería un estereotipo ambulante de bobe, aquí se convierte en un personaje multidimensional que, así como narra con emoción sus peripecias de sobreviviente del Holocausto, también se queja de la nieta que no supo cuidar al marido, en términos que no desentonarían en una comedia burda. El juego entre estereotipo y realidad hace a la riqueza particular de Papirosen, que lleva el drama familiar a un terreno inédito, de enorme exposición y, a la vez, de sentimiento humano demasiado humano. Por lo mismo, la obsesión consumista de la familia -vemos a la madre y la hermana comprando zapatos y carteras en Miami, al padre comprando juguetes antiguos en Praga (?), a la hermana comprando ropa- aparece como un síntoma de otra cosa que Solnicki no termina de expresar pero que implica un grado de exposición personal pocas veces visto en una película argentina. Y creo que lo digo con cierto conocimiento de causa. Sólo por eso, por el coraje de mostrar una familia -la suya propia- como nunca se ha mostrado, Solnicki merecía un premio.

Aún queda una oportunidad de ver Papirosen, mañana domingo a las 16.15 en el Teatro 25 de Mayo, en una función acompañada por el Cuarteto Süden. No se la pierdan porque no es seguro su estreno comercial.

-Andrés Di Tella


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Andrés, No vi Papirosen y tengo muchas ganas de hacerlo. Pero te recomiendo La Chica del Sur. Un enorme documental que me pareció que también merecía el premio.

Fotografías dijo...

La vi y coincido!