Reproduzco aquí un intercambio sorprendente entre el crítico Quintín y el cineasta Mariano Llinás, ambos referentes insoslayables del BAFICI, producido en el blog La lectora provisoria luego de que Quintín publicara una crítica del film Los salvajes de Alejandro Fadel, titulada "Barbarie y civilización", en el diario Perfil. A continuación reproducimos el texto de Quintín, seguido del comentario de Llinás y de una última respuesta de Quintín.
Barbarie y civilización
Publicado en Perfil el 22/4/12
Algunos fechan el nacimiento del llamado Nuevo Cine Argentino en 1998, cuando se estrenó Pizza, birra, faso. La película de Caetano y Stagnaro tenía un estilo más o menos clásico, pero estaba protagonizada por pibes chorros, hablada en cierto lunfardo de la época y tenía el aire de un manifiesto generacional: tanto los personajes como los realizadores reclamaban un lugar al sol en la sociedad. Por entonces, no existía el Bafici.
Catorce años más tarde, cuando el NCA se transformó en poco más que una denominación imprecisa del pasado y decenas de jóvenes cineastas han mostrado sus obras, recorrido el mundo y hasta ganado dinero, Los salvajes de Alejandro Fadel irrumpe en el festival de Buenos Aires. Protagonizada también por jóvenes delincuentes —que no saben leer y hablan parecido a los de Pizza pero con un cuarto de su vocabulario— se trata de una película alegórica, que al mismo tiempo extrema la apuesta por la brutalidad y la violencia y se plantea no ya como un movimiento defensivo de los débiles sino como la conquista del poder por parte de los más fuertes. El paralelismo entre los personajes y el director (con su grupo) es también transparente: ahora no se trata ya de abrirse camino en una situación hostil sino de imponer con arrogancia la ley en la selva, aunque se trate de una selva de pacotilla como la del film o como la del negocio cinematográfico. El resultado es un fracaso en toda la línea. Torpe y pretenciosa, caricatura del sincretismo religioso y cinematográfico al que apunta,Los salvajes tiene aroma a “vamos por todo”, a esa euforia desde la cual cierta burguesía cultural argentina vocifera su adhesión a la barbarie.
Si un cineasta del NCA se internó durante este tiempo en el territorio de lo salvaje, ese fue Lisandro Alonso. Sus personajes aislados en el paisaje habitan en el más allá de la sociedad y la palabra. El suyo es un territorio que el cine argentino nunca había hollado. Los protagonistas de La libertad, de Los muertos y de Liverpool eran tan solitarios como el realizador en el cine argentino. Pero la trilogía llegó hasta un límite que no admitía continuaciones: Alonso había llegado a un alto en su carrera. Era difícil saber —incluso para él mismo— qué haría después. Parte de la respuesta está en el corto Sin título (Carta a Serra), encargo de un centro cultural barcelonés que organizó una especie de correspondencia filmada entre pares de directores. El catalán Albert Serra envió dos horas y media, pero Alonso contestó con 22 minutos, rodados como siempre en material fílmico. En principio, se trataba de un apéndice a la obra, una nueva visita a las locaciones de La libertad, con la vuelta de su protagonista Misael Saavedra. Pero me da la impresión de que en medio del proyecto, Alonso cambió de idea, tal vez a partir de la colaboración con Fabián Casas en la escritura del guión para un nuevo proyecto de largometraje. Y la carta a Serra resultó algo nuevo. El film transcurre en medio del monte y aparece Saavedra cortando árboles, encontrándose con su mujer y su hijo. También un hermano de Alonso cazando y Casas leyendo una historia sobre fortines, animales y calaveras. Lejos de jugar al salvaje como el cliché crítico hubiese querido, lejos de citarse a sí mismo, Alonso elige una narración en segundo grado, una aproximación humorística, familiar, amable y colectiva, filmada con gran maestría en muy pocos planos y que concluye con los protagonistas y los perros (que también son parte del film y la familia) desfilando por un cañadón, como actores que se retiran del escenario. Alonso le manda a Serra una postal de su tribu, pero lo hace desde la plenitud de la civilización y demuestra, de paso, lo refinado que siempre fue como cineasta.
abril 22, 2012 a las 1:59 pm
En mi opinión, Quintín, tu conducta es contradictoria con tus argumentos. Acusás a “Los salvajes” de ser bárbara, prepotente y eufóricamente violenta, pero esa prepotencia y ese énfasis están en tus palabras y no en la película misma. Tu columna no reflexiona ni invita a reflexionar, no aspira al debate ni propicia discusión alguna. Tampoco se siente en la obligación de justificar o demostrar ninguna de sus afirmaciones maximalistas. Simplemente se limita a ejercer una autoritaria admonición, como un párroco del siglo XVIII que vocifera y condena desde el púlpito, o como un emperador romano que alza o baja el pulgar a sus condenados. En mi opinión, eso habla de tu vanidad y no de los Films; nada dicen de los films ya tus desmesuradas arengas. Creo que has renunciado a la crítica de cine: que has elegido el mahumor y el aspaviento vacuo, en contra de la lucidez y la agudeza con que alguna vez nos deslumbraste a todos. Fuiste, durante años, la referencia mayor de una generación entera de críticos; irresponsablemente, te has ocupado de dilapidar esa influencia, resignándote a la arbitrariedad y al capricho. Es una pena: los cineastas necesitamos confrontar nuestros Films con un juicio severo y sagaz. Necesitamos que nos vapuleen, y que nos obliguen a mantenernos despiertos y a pensar sobre nuestras obras. ¿Es eso lo que hace tu crítica sobre “Los salvajes”? ¿Invita a pensar? ¿Qué podemos hacer con tu crítica quienes pensamos que tus afirmaciones unilaterales son falsas, y que”Los salvajes” es una gran película? En mi opinión, tu crítica sólo aspira a hacer daño. No es inteligente, es apenas visceral. Es producto de la irritación, no del pensamiento. “Los salvajes” es un film de una ambición inmensa, y es precisamente esa ambición lo que parece enfurecerte. No puedo imaginar de donde procede tanta furia, pero sé que no es suficiente para justificar un exabrupto épico sin otra intención aparente que sepultar, al término de un festival, a un film valiente, que se ha atrevido apenas a intentar hacer algo que no se había hecho, y que, a juicio de muchos, lo ha conseguido.
Durante años nos interpelaste, nos hiciste pensar y nos diste miedo, pero ese miedo nos hizo ser mejores. Nada de eso ocurre ya. Te has convertido apenas en un viejo dictador, dañino y solitario, que sólo encuentra regocijo en el ejercicio cruel del poco poder que le ha quedado. Sólo eso.
Nada más lejos de la civilización; nada más cerca de la barbarie.
Durante años nos interpelaste, nos hiciste pensar y nos diste miedo, pero ese miedo nos hizo ser mejores. Nada de eso ocurre ya. Te has convertido apenas en un viejo dictador, dañino y solitario, que sólo encuentra regocijo en el ejercicio cruel del poco poder que le ha quedado. Sólo eso.
Nada más lejos de la civilización; nada más cerca de la barbarie.
-Mariano Llinás
abril 22, 2012 a las 2:49 pm
Llinás. Como para confirmar lo que digo, no se te ocurre mejor idea que este ataque personal donde me caracterizás como un perdedor viejo, dañino y solitario que ejercita con crueldad el poco poder que le queda. Procedés así como los protagonistas de Los salvajes, con esa arrogancia que la ambición inspira, usando tonterías retóricas y sentimentales para justificar el ataque. De hecho, jamás aceptaste críticas, ni mías ni de nadie, sobre las películas con las que de un modo u otro estás involucrado. Esta comedia ya la hiciste en otros Baficis.
Efectivamente, soy viejo, solitario y no tengo ningún poder. Soy el candidato ideal para la guerra del cerdo de los cineastas jóvenes descontentos. Pero nunca me interesó el poder, ni fui cruel ni encontré regocijo en dañar a nadie. Si me tuviste miedo, ese es tu problema. Los salvajes me parece una mala película, sin ética ni rigor ni honestidad. Eso es lo que tengo contra ella. Antes, cuando era buen crítico, y ahora que soy malo, siempre hablé de lo mismo.
-Quintín
5 comentarios:
A muerte con Llinás!
luego de haber leído el blog de Quintín lo poco que pude soportarlo, debo, salvajamente, gritar un Aguante Llinás vieja, y seguir mi camino.
genial
...Sin ánimo de comparación (va por la mano 'ilustrativa' la cosa), con Q está pasando lo que con Cortázar o Godard, 'queda bien' pegarle... sin negar que su carácter sécamente confrontativo produzca sus urticarias (sobre todo en planteamientos -más que en ideologías en sí- políticos)creo que un montón de gente está propensa al 'cachetazo' ante cualquier frase o comentario del bárbado crítico...
...no quedó mi 'firma' en el comentario... soy 'saint-jacob' (o santiago)...
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