lunes, 1 de diciembre de 2008

Leopold Café


por José Rivarola

Hola Andrés.

Estoy en Ibiza, llegué hoy, después de varios días en Barna. Unos meses atras fui al Taj Mahal de Bombay a comprar la vida del Doctor Ambedkar en historietas y tuve que pasar por primera vez por un control de seguridad donde me revisaron la bolsa. Mis pensamientos protestaron injustamente contra la paranoia, digamos con esa inconciencia que nos rodea, nublando el peligro que se asoma a la vuelta de la esquina. Pero en la recepción de ese hotel, donde cada año al llegar a Bombay, voy a ver la libería o a echar una meada de lujo, pensé esta vez, ¿y si tiran una bomba? Fue un pensamiento rápido que se esfumó en la última letra. Cuando me enteré el otro día en Barcelona de los atentados, me dolió de verdad, me dolió el ataque al café Leopold donde los dueños me conocen de años, y siempre me invitan a algo, y no sé qué pudo haber pasado con esa gente. Esa noche escribí una nota en mi blog que se llama Leopold Café. Te lo paso por si lo querés colgar en el tuyo.
un abrazo fuerte, estamos ahi, comunicándonos en el aire.
José


jueves 27 de noviembre de 2008

Los viajeros de los setenta lo frecuentaban. Allí ibamos los que huíamos de los insípidos y anglicanos platos que nos daban en el Salvation Army Red Shield. Allí estábamos, en el Leopold Café, comiendo algo picante que despierte el coco y las piernas, que amortigüe los cuarenta grados que ardían afuera, esos platos que nos inyectaban las ganas de salir pronto para el norte o para el sur, a vivir con todo el cuerpo la inexplicable India.

A principios del siglo XX el Leopold Café, fundado por un parsi, tenía de vecino al Salvation Army que albergaba a los colonos alcohólicos y a los que habían perdido el norte, y más allá, digamos enfrente, el gran hotel Taj Mahal creado por otro Parsi, Jamsetji Tata, que, según cuenta la leyenda, le negaron al entrada al Hotel Apollo, sólo para blancos, y dijo “voy a hacer el mejor hotel de la India que pueda recibir todos los habitantes del mundo”. Se refería a los habitantes con buena cuenta en el banco.

Pasaron años y el Leopold Café fue cambiando de ropa, de mesas y bajando el nivel, convirtiéndose en un restaurante más caro donde iban los turistas que pagaban esos otros hoteles de 500 rupias. El tiempo pasó y tanto los hoteles como los platos subieron de precio. El caso es que yo, por simpatía y homenaje nostálgico, cada tanto me regalaba un pollo al curry o un vegetable nudul, en el Leopold. El cajero y los encargados me saludaban como recibiendo a otra época, con la sonrisa del que le gustaría darse un paseíto por el pasado. Cuando empecé a trabajar de guía en el sur de India, el viaje terminaba en Bombay y, si el grupo se portaba bien (no siempre ocurría), yo les organizaba una despedida en el Leopold. Los encargados unían las mesas y al día siguiente me regalaban una T shirt con el nombre del restaurante.

Este año no hubo cena, el grupo no estuvo a esa altura, y cuando se marcharon me tomé un lasie de banana en el Leopold y a la noche un plato de palak pannir, espinaca con queso, y un garlic nan, un pan parecido al chapatti más blando, refregado en ajo. Me despedí de los encargados y del cajero la noche que iba a tomar el avión. Yo también los miro siempre desde los lejanos y soleados setenta.

Ayer por la noche mi amiga Marisa me llamó desde Andalucía para decirme que en los atentados de Bombay habían ametrallado dentro del Leopold Café y que estaba viendo por la televisión como sacaban los cuerpos. Me costó dormir, dando vueltas en la cama y a cada vuelta entendía menos todo, y a cada vuelta se me aparecía como una visión las entradas sin puertas del Leopold Café dando a la caótica avenida Colaba, la visión de la caja antes de los baños, y el ruido de las voces riéndose en distintos idiomas, esas voces que hoy la imbecilidad que vivimos ha apagado.

Y ahora voy a decir algo que puede estallar en polémica, y pertenece a Krishnamurti: “el mínimo sentimiento de pertenencia a un país o a una religión nos hace responsables de las matanzas”

8 comentarios:

Alejandra Almirón dijo...

Muy conmovedora la carta de José.
Qué pedazo de boba, me sentía feliz por la elección de Obama y el loop de bestialidades es imparable.
Qué será del Leopold Café?
Qué será de todos nosotros?

Fotografías dijo...

Sí, es conmovedora porque le da a las noticias de los diarios una cara humana, una historia personal... y de pronto es real! Es como si hubiera pasado en Las Violetas o en oui oui...

Fotografías dijo...

Paren el mundo! Me quiero bajar! (una canción que nunca escuché salvo en la versión deformada que cantaba mi hermano...)

Es que la elección de Obama ES para ponerse contentos. Lo que pasa es que todo sigue...

Fotografías dijo...

José escribió:

Qué desesperación trasmiten las fotos de tu blog, y por otra parte eres un mago para dar con ellas, la foto del Leopold no sé cómo la encontraste y te la agradezco, ya la tengo insertada en mi disco duro, y hablando de discos duros, tengo en mi mente los rostros de todos los camareros del Leopold, y me cuesta dormir pensando cuál de ellos son los dos que murieron ametrallados según las últimas noticias que oí. Una intriga dura que me quedará como un quiste hasta el día que llegue a Bombay y vea a los vivos pasando con la bandeja.

Anónimo dijo...

quiza si sirviera para algo
no

Fotografías dijo...

Claudio: bienvenido por aqui, pero no se entiende bien tu comentario... ¿a qué te referís?

Anónimo dijo...

Si la masacre de Bombay tuviese la intención de “servir para algo” ese algo o fin quedaría anulado no solo por la cantidad de sangre inocente derramada y la tristeza infinita de los que quedan sino por la suprema imbecilidad tanto de los ejecutores como de los que los apoyan.

Fotografías dijo...

Me quedé pensando en el comentario de Claudio y se me ocurre que Claudio se refiere tal vez a la frase de Krishnamurti con que cerrás. Como decir, casi sin esperanza, "ojalá este horror sirviera para que todo el mundo advirtiera la verdad de esas palabras".

Pero no sé. Claudio, ¿andarás por ahí?