Trailer de Nadar de Carla Subirana.
por Carla Subirana
Barcelona, noviembre 2008
Querido Andrés,
me pides que escriba unas palabras sobre Nadar, tarea difícil. Un alud de ideas e imágenes me asaltan, pero, ¿cuál de ellas es la importante? He ahí la dificultad…
Ahora, hace unos 9 años que inicié una investigación para averiguar quién era mi abuelo, una sombra que planeaba sobre mi cabeza de una manera inevitable. Se trataba de una deuda pendiente y antigua que ni mi abuela ni mi madre habían podido saldar, así que no podía escapar de ella. Debía pararme en mi camino (lleno de indecisiones e incertidumbres por qué negarlo) y mirar hacia atrás. Algunos optan por llamarlo valentía, pero yo no puedo utilizar esa palabra, me parece demasiado valiosa. Resulta que yo no podía hacer otra cosa que dirigir esta película. Creo que uno no puede escapar de si mismo.
Pero, ¿qué hacer cuando solo tienes dudas y preguntas sin respuestas? Quizás, llegar a la convicción de que la duda forma parte de la esencia humana, lo demás son formas de supervivencia, armaduras para afrontar un áspero día a día. Y finalmente, hacer una película, desprenderse de una historia oculta para expulsarla al exterior (como aquel que expulsa un hijo) y así alejar miedos e inseguridades. Y como no, rendir homenaje a esas dos mujeres que me han precedido y que me han dado la oportunidad o el yugo de ser como soy. Y ha sido en el cine donde he encontrado el medio para expresar mi particular forma de resistencia. La resistencia al olvido.
Nadar, de Carla Subirana, compartió la sección oficial de documentales de la SEMINCI de Valladolid con El país del diablo y se acaba de estrenar en España. En la película, la joven directora catalana investiga el oscuro destino de su abuelo, que fue fusilado al acabar la Guerra Civil y de quien nadie volvió a saber más nada. La abuela de Carla, la única persona que le podía contar la historia de primera mano, no es un testigo demasiado fidedigno porque sufre del mal de Alzheimer. La muchacha va encontrando algunas pistas y rastros del abuelo, que no son precisamente lo que esperaba encontrar, pero lo más importante es lo que sucede en el camino de la investigación. Un poco como en aquella expresión de Lao Tse: “No hay Tao al final del camino, el Tao es el camino”.
Carla me contó que estuvo nueve años con el proyecto, desde las primeras filmaciones que hizo de la abuela en el patio de su casa, sin saber del todo, en ese momento, qué estaba filmando. Y ese trascurso del tiempo se siente. De hecho, es una de las fuentes de emoción de una película que termina siendo muy emocionante. Asistimos a la transformación del vínculo entre Carla y su abuela, que cobra al mismo tiempo la dimensión de una parábola sobre las relaciones entre un cineasta y su “sujeto documental”. De los simples registros de la abuela en el patio, se pasa a momentos muy delicados, como cuando vemos a Carla –ya decididamente del otro lado de la cámara— peinando y acicalando a la anciana, como si fuera una niña. En otra escena, casi incómoda por su alto grado de intimidad --y a la vez en las puertas de la ficción-- vemos como la abraza y la cubre con caricias (foto arriba).
Barcelona, noviembre 2008
Querido Andrés,
me pides que escriba unas palabras sobre Nadar, tarea difícil. Un alud de ideas e imágenes me asaltan, pero, ¿cuál de ellas es la importante? He ahí la dificultad…
Ahora, hace unos 9 años que inicié una investigación para averiguar quién era mi abuelo, una sombra que planeaba sobre mi cabeza de una manera inevitable. Se trataba de una deuda pendiente y antigua que ni mi abuela ni mi madre habían podido saldar, así que no podía escapar de ella. Debía pararme en mi camino (lleno de indecisiones e incertidumbres por qué negarlo) y mirar hacia atrás. Algunos optan por llamarlo valentía, pero yo no puedo utilizar esa palabra, me parece demasiado valiosa. Resulta que yo no podía hacer otra cosa que dirigir esta película. Creo que uno no puede escapar de si mismo.
Pero, ¿qué hacer cuando solo tienes dudas y preguntas sin respuestas? Quizás, llegar a la convicción de que la duda forma parte de la esencia humana, lo demás son formas de supervivencia, armaduras para afrontar un áspero día a día. Y finalmente, hacer una película, desprenderse de una historia oculta para expulsarla al exterior (como aquel que expulsa un hijo) y así alejar miedos e inseguridades. Y como no, rendir homenaje a esas dos mujeres que me han precedido y que me han dado la oportunidad o el yugo de ser como soy. Y ha sido en el cine donde he encontrado el medio para expresar mi particular forma de resistencia. La resistencia al olvido.
Nadar, de Carla Subirana, compartió la sección oficial de documentales de la SEMINCI de Valladolid con El país del diablo y se acaba de estrenar en España. En la película, la joven directora catalana investiga el oscuro destino de su abuelo, que fue fusilado al acabar la Guerra Civil y de quien nadie volvió a saber más nada. La abuela de Carla, la única persona que le podía contar la historia de primera mano, no es un testigo demasiado fidedigno porque sufre del mal de Alzheimer. La muchacha va encontrando algunas pistas y rastros del abuelo, que no son precisamente lo que esperaba encontrar, pero lo más importante es lo que sucede en el camino de la investigación. Un poco como en aquella expresión de Lao Tse: “No hay Tao al final del camino, el Tao es el camino”.
Carla me contó que estuvo nueve años con el proyecto, desde las primeras filmaciones que hizo de la abuela en el patio de su casa, sin saber del todo, en ese momento, qué estaba filmando. Y ese trascurso del tiempo se siente. De hecho, es una de las fuentes de emoción de una película que termina siendo muy emocionante. Asistimos a la transformación del vínculo entre Carla y su abuela, que cobra al mismo tiempo la dimensión de una parábola sobre las relaciones entre un cineasta y su “sujeto documental”. De los simples registros de la abuela en el patio, se pasa a momentos muy delicados, como cuando vemos a Carla –ya decididamente del otro lado de la cámara— peinando y acicalando a la anciana, como si fuera una niña. En otra escena, casi incómoda por su alto grado de intimidad --y a la vez en las puertas de la ficción-- vemos como la abraza y la cubre con caricias (foto arriba).
La película pega un giro inquietante –y nos asesta un mazazo— cuando descubrimos, al mismo tiempo que Carla, que su propia madre también sufre de una forma del Alzheimer. Carla debe entonces ponerse a cuidarla como cuidó a su abuela, convirtiéndose de una manera extraña casi en la madre de su propia madre. A la vez, en cierto punto, se confunden el no poder recordar con el no querer recordar. En fin: una historia muy poderosa, como se podrá desprender de lo dicho. Y, por supuesto, una metáfora demasiado concreta de lo que significa la memoria, y la destrucción de la memoria, para la identidad. La historia del abuelo de Carla, con todas sus incertidumbres, silencios y mitificaciones, hace que nos preguntemos hasta qué punto la memoria no está construida de la misma manera que la ficción. El desafío empieza a ser: encontrar la diferencia.
Pero lo que me gustó es que la directora fue capaz de otorgarle también momentos de levedad y humor al relato. En todo caso, el tratamiento de semejante historia está lejos de cualquier tremendismo. Abundan instantes de lirismo, como si el cine fuera una especie de cura, y no solo la cura por la palabra, implícita en cualquier narración confesional. Subirana-cineasta parece confiar, sobre todo, en la capacidad del cine como forma de cura por la imagen. La película empieza con escenas un poco enigmáticas de una mujer que nada sola en una piscina. No tardamos en advertir que esa mujer es la propia cineasta. Las imágenes recurrentes de ella nadando que jalonan la película –y que se van volviendo cada vez más oscuras en la medida que la tonalidad de la historia así lo demanda— nos proporcionan un espacio, hecho de silencio y de contemplación, que nos permite ir asimilando la intensa carga emocional del viaje de la narradora / protagonista. Pero esas mismas imágenes, como corresponde, también nos permiten elaborar el duelo por la destrucción de nuestra propia memoria.
-ADT
3 comentarios:
No sé qué pasó pero momentáneamente (espero que sea solo momentáneamente) desapareció el trailer you-tube de "Nadar".
I YouTube está inaccesible...
Ya volvió...
misterios del eter!
Carla Subirana escribió:
Andrés,
antes que nada agradecer tus palabras, siempre acertadas, sobre Nadar y sobre la aventura de hacer Nadar... (que no ha sido poco)
Hay alguna frase que me ha llamado especialmente la atención. Te cuento. Es curioso porque cuando voy a ver a mi madre a la residencia me presenta a sus compañeros y les dice: - ésta es mi madre!! hay algo ahí soterrado que sale al exterior en forma de confusión verbal, nada casual... Hace tantos años que ejerzo de su madre que ya no podría hacer recuento del tiempo transcurrido, quizás fue desde siempre...
Ahora, después de expulsar la película, parece que las piezas se van recolocando poco a poco en el caos de mi vida y estoy aprendiendo, o al menos es mi intención, a optar por caminos menos abruptos (iba a escribir la palabra fácil, pero eso no sería realista). La verdad es que Nadar me ha ayudado, ha sido terapeutico y a nivel personal era una manera de romper con el círculo vicioso de las ocultaciones familiares y decir: EH ! estoy aquí, existo!!
El cine también es sanador y siento agradecimiento hacia todas las posibilidades que ofrece de canalizar nuestras historias...
Recibe un saludo,
Carla
pd me gustaría ver "fotografías" ¿sería esa una seria posilibilidad?
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