Cine experimental y lo que nace de la representación
por Juan Batalla
por Juan Batalla
Todo arte se ha transformado en una interrogación acerca del arte. Se trata de reconocer un estigma, la marca sacralizadora que llega a través de amplios o, más importante, calificados consensos. Estos ungen a los psicopompos del ritual. Pero algo se elude, o escapa a la atención. La reproducción del gesto, la imitación fragmentaria, la copia, van enterrando las pistas, las migas de Pulgarcito, y aún así debemos intentar seguir abordando la reflexión sobre la libertad del hombre y de la naturaleza para transformarse; la capacidad de la creación de huir de determinismos. Las coartadas para pensar estos problemas las brinda esta vez el cine, desde distintas películas estrenadas en este mes en Buenos Aires, que coinciden en plantear la pertinencia del gesto artístico, de construir sentido para nuestra crucial relación con él.
Claudio Caldini es un artista enorme. Y "Hachazos", de Andrés Di Tella, es un film encargado de evidenciarlo. Mientras que el registro del director es documentativo, bien acorde a lenguajes al uso, aquello sobre lo que posa la mirada es un ser, Caldini, en movimiento fluctuante, sin dirección definida; fronterizo, que huye de un sentimiento de huida; de la fragmentación completa y de un sueño en el que su casa ya no es de él.
Autor de cine experimental reconocido solo en círculos de iniciados, Caldini filma como un salvaje, revoleando la cámara atada a una soga, para producir uno de sus cortos en súper 8. La biografía nos entrega datos de su producción artística inicial: una colaboración con Marta Minujín ya lo reunió con Di Tella, allá por los 70´; se trataba de un fingido enterramiento de Marta, en el que la van cubriendo con paladas de tierra. Sus films son circulares. Loops. "No sé contar historias", dice Caldini. Y su cine es poesía, claro. No hay épica posible, pero sí reflejos, luces, espumas, una pileta alquímica. Porque Caldini habita una quinta como casero. La imagen es completamente despojada, zen. La quinta no es de esas que sus dueños visitarán con niños o cantidad de amigos, por lo que vemos. Todo se mantiene en la aceptación de la naturaleza. Nunca vemos comida entre los elementos que hacen a la vida allí. Extrasexual. Acaso sugiriendo un sentido inmaterial a esta existencia.
"Un tipo difícil", dice de sí mismo. En los 70´ se sintió discriminado por no querer participar de la lucha armada, planteo que asumían muchos de los cineastas de entonces. Tiempos canónicos del cine de compromiso, lo de Caldini era inentendible, en parte por alejarse del cliché de lo que pasó en esa época y otro tanto por su obra en sí misma. Y lo sigue siendo, para una crítica cinematográfica que decidió ignorarlos, a él y a otros creadores dedicados al cine experimental, ahora rescatado por algunos curadores de artes visuales y puesto a jugar en ese circuito de exhibición. El cine experimental es orgasmo expandido, sin solución de continuidad. Fatigoso, áureo. Y la historia del arte debe abarcar esta experiencia que aún no se ha estudiado a fondo.
Caldini viajó a la India, se quebró, y juntó sus partes en un jardín, que representan las margaritas filmadas en uno de sus cortos más reconocibles. En atardeceres peligrosos. En los que el sol engullido por la línea del horizonte es la grieta entre dos mundos. Di Tella buscó un relato. Y aceptó no encontrarlo, y allí radica la grandeza del film, en ese contrapunto. Y en la pertinencia de la fotografía de Guillermo Ueno. En un momento, el director quiere llevar a Caldini a viajar en tren con la valija que carga sus originales. Y él se niega, le avisa que lo va a poner de mal humor. No quiere fakes, mentiras. Pero sospechamos que acaso miente ahora, ya que al principio del film había aceptado la validez del relato sobre su valija cargada de películas. Construido como "artista crudo" o outsider, también pensamos en la realidad dándose cita con la necesidad narrativa. El final, los restos quemados, acaso sean una concesión a esa épica ditelliana, al autor del film. Y de un libro, ya que "Hachazos" se continúa mediante una edición de Caja Negra.
Di Tella fue fundador y primer director del BAFICI, y ha realizado varias películas, además de instalaciones de artes visuales exhibidas en sitios como Telefónica. La música de Manal, "Porque hoy nací", es la banda sonora perfecta para "Hachazos". "Hoy, recién hoy el sol me quemó". Y toda la obra de Caldini es una reflexión sobre la luz y el fuego que purifica y arrasa. Nos dice que "nunca hay dos proyecciones iguales". Aunque el film sea el mismo. Es que no vuelve a proyectar sobre el mismo soporte. Y la mirada se corre, y expande. Lo posiblemente único.
Y allí vale detenerse y confrontar con otra película gigante: "Copia certificada", de Abbas Kiarostami. En el juego que se establece entre un investigador de arte renacentista y una anticuaria, apenas comenzado el film nos es enunciado el problema que enfrentaremos: la creación es una copia enloquecida, extrañada. Irreconocible. Un error, como la obra de Caldini. Los fakes no existen. La copia crea la realidad. Acaso somos hijos de la copia, apenas imagen y sensibilidad, en nuestra versión más real.
Pero, siguiendo a Jean-Claude Lemagny, "¿Puede hablarse de reproducción de una imagen, cuando una imagen, en su materialidad, también forma parte de lo real?" Y concluimos pensando a su par, que el original es lo que el artista elige como tal, con exclusión de toda etapa, ensayo o copia imperfectos a su modo de ver. Somos increíblemente libres. De copiar y fallar. De eso trata la experimentación artística y existencial.
En "Copia certificada" se juega con las lenguas, con lo que gatillan llamando, cada una, a un tono y a un estado mental oscilante y distintivo. A la representación de roles en los que los protagonistas fingen desconocerse; o simulan un pasado para transformar, para ejercer arte, por el gusto de maniobrar desde un punto inconcebible. Siempre hay señales, para no hundirnos en la abstracción apenas camuflada por la tranquilidad del paisaje toscano. Sí, es un film sobre humanos vastos, que se encuentran y, como sucede siempre en tales casos, solo admiten que seamos espectadores de esa magia. Pero, además de estos personajes a los que auscultamos, es una construcción en torno al arte. Si la creación es una falla, los humanos venimos del arte y acaso ese sea el pecado original, aquel que nos ata a la propia naturaleza del arte sin dejarnos trascender su oleaje. El genio que surge con el arte es el que irriga toda la creación de variables de la realidad, las especies. Las musas, fermento del universo, poseen a los seres y los rediseñan, cambian sus códigos erotizándolos a todos los niveles.
Y reconectando con los films en súper 8 de Caldini… ¡"Súper 8"! Maravilla de J.J.Adams, donde otra vez el tema es el arte. Toda la adrenalina de una edad irresuelta o irresoluble, replicada en la película donde aparece dirigida a un concurso que un grupo de chicos se ha lanzado a producir.
La búsqueda artística atrapa hasta un monstruo feroz y con dobleces, ambivalente. Y ellos, los artistas, son los autoiniciados que logran devolverlo a un plano distinto, en el que se libera de las ataduras de la física terráquea. El arte es el monstruo. El gran alien entre nosotros. Cuando el film cierra, lo hace necesariamente devolviéndonos la obra que filmaron estos chicos, distinta a lo que pensábamos. En el futuro, esa traducción será el real. Y la maravillosa acción acontecida, solo representación.
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