Me dejaron pensando las fotografías, en gran formato, de Tomoko Yoneda, una de las artistas más interesantes (casi todas mujeres) de la muestra de la Japan Society de Nueva York,
Bye Bye Kitty: Between Heaven and Hell in Contemporary Japanese Art. Se exhibían seis items de una serie más extensa, de título
Kimusa (National Military Defense Security Command). Se trata de interiores de las instalaciones abandonadas, en Seúl, Corea del Sur, del Comando Militar de Defensa y Seguridad Nacional (DSC, conocido en Corea como "Kimusa"). Allí funcionó un hospital militar durante la ocupación japonesa (1910-1945) y, a partir de los años 70, se utilizó como centro de detención de disidentes políticos. Curiosamente, las mismas intalaciones se destinarán al futuro Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Seúl. Las fotografías de Yoneda no hacen referencia directa a esta historia, salvo por el título... ¡nada menos! Efectivamente, el título infunde cada detalle de las paredes, cortinas y ventanas con la siniestra sensación de lo que habrá sucedido allí, aludido también por las huellas que han dejado muebles y estantes sobre la pared e, incluso, especialmente, por las manchas y las sombras. La misma fría belleza de las fotos, técnicamente perfectas, casi monocromáticas, alude paradójicamente al horror de lo sucedido. Y los rastros de la mudanza nos hacen pensar adónde se habrá mudado el horror.
Leo en la información del museo que Yoneda tiene otras series similares de espacios vacíos, aparentemente indiferentes, pero que se transforman al conocer el título. Una década después, de 2005, muestra escenarios de Kobe, diez años después del devastador terremoto de 1995. Nada haría sospechar que allí hubo semejante destrucción y muerte, salvo por el título. Otra, Sendero, sigue el sendero que lleva hasta el precipicio en Saipan, donde se arrojaron al vacío muchas familias japonesas ante la invasión norteamericana de 1945. Otra serie, La Villa de Janos Kadar, muestra detalles de la antigua residencia de verano del dictador húngaro Kadar, hoy un hotel. Me quedé pensando cuánto depende la fotografía -cualquier registro documental- de lo que el espectador sabe.
PD Vi la muestra sólo días después del tsunami y terremoto del 11 de marzo, mientras seguían desenterrando cuerpos del barro y tratando de domar los reactores nucleares dañados. También ese hecho estuvo dando vueltas en mi cabeza mientras recorría las salas silenciosas de la Japan Society.
-Andrés Di Tella
4 comentarios:
Hola Andrés, comparto estas lentes de Yoneda que me asombraron, así como también Scene 01 (seguir enlace al pie y ver comentarios) que se relaciona con tu reflexión sobre el «saber del espectador».
Between visible and invisible
Abrazo
Como bien decís, el título es fundamental. En el caso de la fotografía, direcciona la certeza del espectador.
Esencialmente, toda foto sin título es una certeza enigmática.
Muy buena nota.
Un Saludo.
muy buena entrada!
mi test para saber si una foto es buena o mala, artísticamente hablando, es cuando las voy a retirar a los laboratorios de fotos, y los encargados de enrollar decenas de fotos en tubos, que lo hacen casi mecánicamente, fotos de corpiños de caro cuore, con posters movistar, fotos de casamientos, displays para pizzerias... cuando llega el turno de envolver mis fotos, se quedan mirando un ratito mas largo, se miran entre ellos, me hacen un giño complice, una sonrisa, y luego se cagan de risa entre ellos. Eso me da el O.K. Me importa mas que lo que diga la curadora de DOCUMENTA 2016
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