miércoles, 13 de abril de 2011

BAFICI 2011 (10)

Le quattro volte de Michelangelo Frammartino. Parece un documental pero no lo es, ¿o sí? A esta altura, sabemos que en todos los documentales hay algún tipo de puesta en escena. Marta Andreu me contó que en el famoso Master de Documental de Creación de la Universidad Pompeu Fabra (que ella coordina) hacen un ejercicio llamado "segunda toma", como para romper con el estereotipo de la espontaneidad y la "toma única". El film de Frammartino empieza como el retrato de un viejo pastor de cabras, en un pueblito italiano de las sierras de Calabria. El hombre nunc mira a cámara y, de hecho, la cámara está allí en momentos de cierta intimidad, como cuando toma un remedio antes de dormir, pero no hay nada que no cabría en un retrato documental "normal". Las cosas empiezan a enrarecerse un poco cuando, en un extraordinario plano secuencia, asistimos a una serie de acontecimientos mínimos pero de improbable simultaneidad: un perro interrumpe el desfile de unos hombres disfrazados de legionarios romanos, que la cámara sigue en su camino hacia la iglesia. Sin cortar, la cámara vuelve atrás y se encuentra nuevamente con el perro. El perro le ladra a un niño que, para distraerlo, arroja una piedra. El perro busca la piedra pero al no encontrarla, en su lugar agarra otra, que servía de freno para una vieja camioneta. La camioneta, sin su freno, se desplaza barranca abajo y embiste un corral de cabras. La cámara otra vez se va (ya no recuerdo todo con exactitud) y cuando vuelve encuentra a las cabras sueltas por la calle. Algunas incluso han subido por unas escaleras hasta la casa del viejo pastor... que duerme en su cama. Es posible que en el recuerdo me esté comiendo algún plano intermedio, pero a continuación vemos cómo sacan al viejo muerto en un cajón... ¿documental? La secuencia siguiente elimina cualquier duda. Asistimos al nacimiento de un cabrito blanco. El nuevo pastor, un hombre más joven, los saca a pasear como hacía el viejo. Y en medio del paseo, el cabrito blanco queda rezagado. El pastor sigue camino con su tropilla. La cámara ahora se queda con el cabrito perdido, siguiéndolo en el bosque hasta que se hace de noche: aqui ya estamos, no digamos lejos del documental sino ya casi en territorio Disney. El personaje siguiente es... un árbol. En fin. Tal vez no la obra maestra que dicen algunos por ahí, pero un ejercicio más que interesante que se sigue con atención hasta el final. Y todo con un bienvenido toque amable de humor, como pidiendo indulgencia por la picardía.

-Andrés Di Tella