El material es fascinante, en parte porque los noticieros de los años 60 son los mejores de la historia, aún en Rumania, ya que los camarógrafos todavía eran cineastas (no como en la actualidad) y las nuevas cámaras portátiles de 16mm permitían registrar lo que antes era imposible. El material no deja de evocar, por ejemplo, el de documentales clásicos del direct cinema, como Primary de Robert Drew, donde aparecía por primera vez otro líder, de otro mundo, pero en algún sentido, del mismo: John Fitzgerald Kennedy. El tratamiento que Ujica le da al material le da una vuelta de tuerca muy interesante, de modo que no tenemos nunca la sensación de estar asistiendo a un compilado de noticieros sino que nos hace atender a los distintos registros de la puesta "teatral" del poder.
The Autobiography... tiene una deuda evidente con La guerre d'un seul homme, el clásico documental de noticieros del argentino Edgardo Cozarinsky. Ujica invierte el procedimiento de Cozarinsky quien, justamente, ponía muy de relieve la voz oficial de los noticieros franceses hechos durante la ocupación nazi de Francia, contrastándola con otra voz, más ambigua aunque comprometida, la de los diarios privados del escritor Ernst Junger, en la ocasión gobernador militar alemán de París. Ese juego de mentiras y verdades cruzadas generaba en la película de Cozarinsky un efecto perturbador, de distancia con la voz pública de los noticieros pero de cierta identificación con la voz íntima de Junger, que no dejaba de provenir de un lugar éticamente muy complicado. Las sensaciones del espectador van del rechazo a la irrisión, de la seducción a la incertidumbre, en una articulación cada vez más compleja. Del conflicto entre los distintos grados de la mentira y del conflicto entre imágenes y palabras surge una nueva aproximación a la verdad.
Nada de eso sucede, hay que decirlo, en The Autobiography..., donde el interés intrínseco del material en algún momento -ya demostrado lo que se quería demostrar- deja de producir nuevos sentidos. La misma repetición del dispositivo, en sus distintos registros, empieza a saturar. El compilado de Ujica dura nada menos que 187 minutos, con lo que en la medida que avanza el metraje el único efecto que perdura es, finalmente, el de la saturación. Hay seguramente deliberación en ese efecto. La seguidilla interminable de discursos vacíos, de actos oficiales, de desfiles y celebraciones populares, de visitas de jefes de estado extranjeros a Rumania y de visitas del dictador rumano al exterior... hacen que uno sienta, aunque sea remotamente, lo opresivo que habrá sido vivir décadas enteras bajo semejante régimen. En ese sentido, se puede decir que la obra cumple su programa. Pero hay algo opresivo también en la voluntad de someter al público a más de tres horas de lo mismo.
-Andrés Di Tella
Funciones: www.bafici.gov.ar
2 comentarios:
ayyy qué suerte que la tengo en mi grilla y tengo la entrada! Tus comentarios me estimulan todavía más.
no pude ver la película pero muy bueno el comentario, por cierto...
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