La película empieza como un documental más bien atmosférico sobre el mundillo de músicos semi-profesionales que recorren las fiestas populares de los pueblitos del interior de Portugal durante el verano ("aquele querido mes de agosto"). En el medio de todo eso, presenciamos una escena un poco insólita, en la que Miguel Gomes, el director, se encuentra en un café con el productor de la película. El productor le reclama al director que hace rato que empezaron el rodaje pero que todavía no tienen a los actores para interpretar a los personajes que están en el guión. Gomes, de forma un poco displicente, pide más tiempo... y más dinero. "Los estamos buscando, ya van a aparecer". Parece un chiste --de hecho, es como un paso de comedia-- porque lo que hemos visto hasta aqui es un documental de observación, sin personajes demasiado individualizados.
Pero, de a poco, casi sin que nos demos cuenta, la película se va convirtiendo en otra cosa. La cámara empieza efectivamente a encontrar personajes dentro del registro documental y --sorpresa mayúscula-- en determinado momento, sin transición, advertimos que estamos en manos de un dramaturgo consumado: delante de nuestros ojos cobra forma, imprevistamente, una ficción. La joven cantante de una de las bandas que hemos visto antes se ve envuelta en un triángulo amoroso digno de una telenovela. Tironeada entre su padre viudo y un primito venido del exterior, en la vida de la adolescente se pone en juego la dinámica freudiana de hija y mujer, fidelidad y erotismo, totem y tabú.
Pero esta historia, que podría parecer melodramática, nunca deja de tener un carácter imprevisible y un sabor auténtico. Se lo da su decidida pertenencia al mundo real y al universo documental: en ningún momento dudamos de la realidad de los personajes. Y en un giro notable, Gomes consigue que las canzonetas que cantan los personajes en los escenarios pueblerinos donde los lleva su trabajo, las mismas que al principio parecían simplemente simpáticas y pegadizas, de pronto empiezan a expresar los sentimientos más profundos, como si se tratara de una tragedia de Sófocles. Y, a la vez, es como si realmente hubiéramos estado en esos pueblitos portugueses y hubiéramos bailado esa música durante aquel querido mes de agosto.
Mejor película, BAFICI XI 2009.
7 comentarios:
Al final, me la perdí...
LUCIO
Lucio: entiendo que, justamente, el premio a mejor película de la competencia internacional implica su estreno comercial en la Argentina (a cargo de la distribuidora Z Films). Una novedad importante. Así que ya tendrás oportunidad...
Buena noticia!
LUCIO
que lindo escribis andres... yo tmb tengo ganas de verla!
tante grazie, girlontape!
Los pueblitos portugueses de "Aquele..." bien podrían quedar en el sur de Italia, dado el caso. A propósito, creo que se salvó apenas del terremoto mi paese, Capracotta (una sola casa derrumbada y un solo muerto).
la pregunta remains the same: por qué no quedó aplastado el caimán...por qué?!?
bien por tu pueblo, x suerte en l'aquila ya no tenemos flia, shalom
Tu familia era de L'Aquila (epicentro del terremoto)?
Nosotros tampoco tenemos flia en Capracotta, aunque mi viejo se encontró con algún Di Tella que sigue ahí...
En cuanto al caimán: noi diciamo "yerba mala nunca muere". Ejemplos abundan.
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