Muchas bicicletas y motos por las calles de Cali. Y mucha gente con la casaca amarilla de la selección de Colombia. Y eso que se quedron afuera del mundial (no la podía dejar pasar, en recuerdo de aquel inolvidable 0-6...)
En cada esquina, la promesse de bonheur de un billete de lotería, promesa de felicidad no muy distinta –según Stendhal- de la que ofrece cualquier obra de arte. Y por todos lados, la venta de “minutos”. Son personas que compran miles de minutos de crédito para celulares (a un precio rebajado) y los venden al menudeo a los transeúntes con una pequeña ganancia. Ayer vi a una monja estudiando los números de la lotería que le ofrecía un viejito. A lo mejor estaban charlando nomás.
La apertura del festival estuvo a cargo de la Filarmónica de Cali dirigida por el maestro francés Paul Dury. A pedido de Luis Ospina, director artistico del festival, tocaron versiones de grandes bandas de sonido, entre ellas la de El desprecio de Godard/Delerue y El padrino de Coppola/Rota. Pero el hit de la noche fue una versión sensacional de Psicósis de Hitchcock/Hermann, con un delicioso "ni ni ni ni ni" que hizo sonreír a todos.
Mientras pasaba La televisión y yo, subí a la terraza del Centro Cultural Comfandi para tomar un café y tomar notas. Estaba solo, disfrutando de la vista (foto abajo) y del mediocre café colombiano (hasta ahora, increíblemente, no tomé una sola taza decente de café en este país). De pronto irrumpió en la terraza un grupo de media docena de ciegos, acompañados o guiados por un hombre con muletas y otro en silla de ruedas, que intentaban correr mesas y sillas, con gran dificultad pero sin el menor atisbo de solicitar ayuda. Igual no pude menos que levantarme para colaborar y al final quedé sentado al lado de ellos, como si estuviera prácticamente en la misma mesa.
Empezó a hablar una mujer negra que se presentó como representante de alguna agrupación cuyo nombre se me escapó. Yo, para hacer algo, tomaba nota de lo que decían, como si fuera el secretario de actas: “Conmigo no hay vamos a hacer esto o lo otro. No. Se hace y punto. Como nos gusta a los negros: el agua clara y el chocolate espeso”. Los demás aplaudieron e hicieron vivas. Otro, en silla de ruedas, declaró: “Estoy para servirles en todo lo que yo pueda, como discapacitado”. Y: “Nosotros los discapacitados somos un gremio muy grande, como los taxistas, pero no tenemos a nadie que nos represente de verdad”. A continuación empezaron a entrarle a otros ciegos y discapacitados, los que mal representan al gremio, probablemente. Parecía una reunión de trotskistas quejándose de otros trotskistas. En todas partes se cuecen habas. Uno de los videntes empezó a sacar fotos, pero uno de los ciegos parece que objetó al oir el ruidito de la cámara. El vidente confesó:
-Yo tomé fotos suyas, pero ahora las voy a borrar.
-No puede tomar fotos sin tener el consentimiento de las personas -dijo, molesta, la ciega.
-Las estoy borrando en este momento -dijo el paralítico vidente.
Yo, que había sacado un par de fotos subrepticias con el celular, me hice el distraído y, al rato, hice mutis por el foro. Los ciegos, al no ver, también inspiran cierto respeto, no sé si miedo. No me olvido de El informe sobre ciegos de Sábato.
PosdataYo, que había sacado un par de fotos subrepticias con el celular, me hice el distraído y, al rato, hice mutis por el foro. Los ciegos, al no ver, también inspiran cierto respeto, no sé si miedo. No me olvido de El informe sobre ciegos de Sábato.
Parece que Cali es una ciudad donde los ciegos andan muy politizados. Y, no obstante las críticas de los ciegos más radicalizados, han obtenido ciertas conquistas para el “gremio”. En la Secretaría de Cultura, por ejemplo, hay un sector dedicado a ellos y allí pude observar el ensayo de una banda de ciegos (tocaban salsa con bastante swing, por cierto). Después me enteré que la ciudad llegó a tener, hace poco, un alcalde ciego. Ante el estado calamitoso de la ciudad y la inoperancia de su gestión, sin embargo, empezó a circular el slogan (con reminiscencias macristas) “bache que veo, bache que tapo”. Igual, por lo que cuentan, la ceguera no fue óbice para robar, en eso no se diferenció de cualquier otro político "capacitado", aunque con algún bemol propio. Cierta vez, el alcalde descubrió que alguien que lo visitaba fingía dejarlo solo, abriendo y cerrando la puerta pero permaneciendo callado en el despacho para escuchar alguna conversación telefónica indiscreta del ciego. De ahí surgieron denuncias públicas. Después de ese incidente, el alcalde mandó retirar las alfombras de toda la alcaldía y se mantuvo siempre muy atento al más mínimo crujido del parquet.
5 comentarios:
Qué bueno lo de la alfombra! Los ciegos ven más allá y mas acá que nuestros ojos siempre pensantes.
De todos modos tu presciencia en medio de esa gente me recordó aquella experiencia con la gente de Horacio Ruiz; ¿otro tipo de ciegos?
¡Y que gustazo me dio don Andrés!, en ese taller de alumnos colombianos, verlo otra vez hablando con la sonrisa de siempre y esas manos tan Apparao que no paran de moverse.
Andrés, buenísimas tus crónicas de Cali !
Pero che mala fue tu suerte con el café, para mí un express doble con almojábanas era el mejor plan...
Hay más crónicas caleñas?
Ale: Estuve varias veces a punto de ir al Juan Valdez a tomarme un cafecito con almojábanas rellenas, tal como me recomendaste, pero tan ajetreado me tuvieron que tenía que tomar mi café donde pudiera...
Next time...
¡Qúe bueno encontrarlo por las calles virtuales de Cali, don José!
Ja ja, estos ciegos por lo menos no intentaron cobrarme por hablar...
Tomate un Cafe en juan valdez! es el mejor cafe del mundo!
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