jueves, 8 de octubre de 2009

Diario de Nueva York 3

En el Metropolitan Museum, me encontré con mi amigo Tommy Barban. Tommy posó junto a su momia favorita e hicimos una remake documental de Cuando Harry conoció a Sally. Tommy me llevó a comer un picnic (tuna salad sandwich comprado en un deli) al Central Park, al mismo sitio idílico, frente a la laguna, donde solía encontrarse con la mujer que quiere tanto. En el museo, me mostró sus estatuillas de porcelana favoritas y la reconstrucción de habitaciones famosas de siglos pasados que siempre visita (Tommy se quedó largo rato contemplando la del Rey Luis XIV). Por un rato, fuimos una feliz pareja más de gay New York.

La que más me gustó de las habitaciones fue la de Frank Lloyd Wright, donde realmente me dieron ganas de quedarme a vivir.

El otro objetivo de mi visita al Met (después del tour privado con Tommy Barban) fue ver "La lechera" de Vermeer, que han traído prestada de un museo de Holanda. Conclusión: mal que le pese a Walter Benjamin, ¡el aura existe! Increíble esa luz. Me acordé de las fotos de mi amigo Guillermo Ueno (quien odiaría el sacrilegio de la comparación, por cierto; pero no comparo, evoco).

En el Met también vi la exposición en torno a The Americans, la serie de fotografías que hizo el fotógrafo suizo Robert Frank entre 1955 y 1956, en un viaje en auto a través de los Estados Unidos (varios viajes, en rigor). La muestra es apasionante, no sólo por las extraordinarias fotografías de Frank, sino por todo el material complementario que han acumulado los curadores. Están los contactos originales, con las marcas en lapiz rojo de Frank seleccionando posibles fotos para ampliar. Frank tomó 28.000 fotos. Tras un largo proceso de edición, eligió 83 para publicar. Hay una serie de apuntes muy interesantes sobre la circunstancia en que fueron hechas las fotos. Unos chicos a los que está fotografiando en un pueblito del Midwest lo denuncian a la policía, por su grueso acento extranjero y su aspecto "de comunista". Pasa una noche en prisión, oficialmente, por "desaliñado y sospechoso". Esos eran los Estados Unidos de los años 50 que Frank retrató como nadie.

O tal vez sólo como Jack Kerouac, a quien no por casualidad Frank le pidió un prólogo para el libro de Les américains, publicado en Paris (en Estados Unidos no hubo interés). Kerouac acababa de publicar On The Road, la gran novela Beat (rechazada por un sinfín de editoriales durante años), que recorre muchos de los mismos escenarios retratados por Frank. Desde puntos de partida completamente distintos, estaban en lo mismo, fuera de contexto en su tiempo, en una sintonía conmovedora. El texto, intraducible como todo Kerouac, entre la poesía y el balbuceo, es bellísimo, y realmente agrega una dimensión a las fotos. "Después de ver estas imágenes, terminas por no saber si un juekebox es más triste que un ataúd". Por esas vueltas de la vida, el editor francés primero le exigió a Frank que Kerouac escribiera un texto más largo. "Reescribir" era el peor anatema imaginable para el escritor, cuya religión era la de trabajar sin borrador y que tipeaba en largos rollos para no poder corregir o cambiar lo que escribía. Frank, avergonzado, le escribe una carta a Kerouac pidiéndole el favor, que el escritor concede, pero enviando parte de una novela inédita. Al final, el editor termina rechazando el texto de Kerouak -¿y a éste quién lo juna?- que recién salió publicado en una edición americana posterior. Una de las fotos que más me conmovió fue la de una mujer y un niño dormido en un auto, con un horizonte de ruta interminable detrás. Según un cartelito, se trata de la mujer y el hijo de Frank y la foto expresa "el alto costo que pagó la familia por causa del arte".

También me quedé un rato leyendo el formulario de solicitud de una beca de la Fundación Guggenheim, con cuyos fondos pudo realizar el viaje. También se muestra el borrador con las correcciones y sugerencias de su mentor, Walker Evans, que también escribió una carta de recomendación e influyó en el otorgamiento de la beca, desde su puesto de asesor de la Fundación. Inevitablemente, recordé mi propia solicitud para la misma beca, que me permitió encarar La televisión y yo. Detalles que humanizan a los artistas que admiramos. Los americanos me dieron muchas ganas de salir por las rutas a sacar fotos o filmar una película. Aunque aquella imagen de la mujer y el niño en el auto también me dejó con una inquietud imposible de borrar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gustavo Mainardi dijo...
sólo un tuna? no salieron de copetines?

Anónimo dijo...

Lily Neumeyer dijo...
me pensas a venir a visitar?

Fotografías dijo...

Estuve apenas un rato en Nueva York. Ni iempo para copetines ni para ver amigos, Lili! Fui al Met y volví a Princeton, donde estoy hasta las manos con el festival que dirijo...
En el blog todo parece bigger than life...

Protervo dijo...

oh, the biggest playground for adults in the whole world.

girlontape dijo...

robert frank is my hero!