miércoles, 14 de octubre de 2009

Diario de Princeton

En el largo trayecto desde el aeropuerto Kennedy hasta la universidad de Princeton, en New Jersey, el chofer del remis, James, aprovechó para contarme el libro que está escribiendo. El título es una sigla: E.L.L.E.R. James me aclaró que ya lo tiene registrado en derecho de autor. La sigla significa: Experiencing Long Lasting & Enjoyable Relationships. ¿No es eso lo que todos buscamos? La clave del problema, me explicó, reside en que el 90% de las mujeres quiere compartir lo que pasa por sus corazones, mientras que sólo el 10% de los hombres quiere hacer lo mismo. ¿Quieres saber por qué?

Afiche del Princeton Documentary Festival, después de un chubasco otoñal. El tema de este año: The Other, The Same. The Subject of Documentary. En el 2008 tuvimos un elenco de invitados aparentemente insuperable: Edgardo Cozarinsky, José Luis Guerín, Luis Ospina, entre otros. Pero los de este año no son menos estelares. La programación incluye la primera presentación en Estados Unidos del portugués Miguel Gomes, director de Aquele querido mes de agosto (la película del año, al menos para mí). También es la primera visita -que costó un enorme esfuerzo burocrático- de una directora cubana, residente en Cuba, Susana Barriga, cuyos cortos Cómo construir un barco, Patria y -muy especialmente- The Illusion, constituyen la mayor aparición en años dentro del cine cubano. Por su parte, los documentales "judiciales" de Maria Augusta Ramos, Justiça y Juizo, han provocado enorme impacto -y debate- en Brasil, mucho más interesante que todo lo que se habló en torno a Tropa de Elite etc. No pudo viajar, desgraciadamente, Yulene Olaizola, directora mexicana de la maravillosa Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo. Y una novedad absoluta dentro del festival: una presentación extra-cinematográfica, a cargo de Vivi Tellas, la inimitable directora teatral argentina, para hablar de su paradójico teatro documental.

El fondo de los fondos, conferencia de Alan Pauls, que está de Visiting Professor en Princeton: "Según una superstición bastante difundida, lo verdaderamente íntimo no se dice. Es lo que no acepta declararse, lo que no se deja tocar por el relato. No tanto por inconfesable (eso sería lo privado, que es como el gemelo usurpador, la parodia, el alter ego cínico de lo íntimo) como por inefable o por remoto: por estar de algún modo más allá o más acá del lenguaje. Es como si acceder a lo íntimo exigiera una travesía demasiado larga, demasiado intrincada, y ninguna de las descripciones que en principio podrían retratarlo lograran sobrevivir al viaje de regreso. Sólo que esa condición muda, esa facultad de resistir al lenguaje, son la marca menos de un déficit que de una potencia: en verdad, lo íntimo es lo que se da el lujo de prescindir de las palabras".

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