Eran como las viejas llaves que encontré dentro de un baúl que contenía cosas de mi madre. Al revés de lo que suele suceder, tenía las llaves pero había perdido las puertas que esas llaves debían abrir. Tenía que imaginar qué puertas franquearían, qué cajones cerrarían. Las antiguas fotos que me legó mi padre eran lo mismo.
Si la fotografía captura un instante en el fluir del tiempo – clic – entonces mi mirada, llena de añoranza, comenzaba a hacer el trabajo de completar la secuencia y devolverle el movimiento. Y eso es lo que uno siempre hace con la fotografía: la anima, le da vida. Es por eso que en las fotografías los muertos siguen vivos. Tan impredecibles como nuestra imaginación. (En los films o videos caseros, por el contrario, los personajes están condenados a repetir incansablemente las mismas acciones, dejando poco lugar al ensueño).
Cuando finalmente viajé a la India, rastreando el pasado oculto de mi madre, me llevaron a consultar a un médium – en la India es posible creer en cualquier cosa – con la intención de comunicarme de algún modo con mi madre. Y no es casual que el swami me pidió solamente que llevara, del ser con quien deseaba comunicarme, una fotografía. No precisaba saber nada más, ni el nombre. Le bastaba con hacer hablar a la fotografía.
1 comentario:
De todas las fotos que filmaste para Fotografías la que más recuerdo, supongo la que más llamó mi atención, fue la que te mostró Gautam. La chiquitita, tamaño carnet, pero de un rarísimo plano medio.
Tenía el aspecto de esas polaroids de los ´80 e imaginé que tu primo tendría una cámarita como esas que uno tiene en sus manos y dispara muchas fotos sin la intención de sacar una en especial pero cuando pasan muchos años y muchos acontecimientos, de repente una de esas instantáneas cobra un sentido inesperado.
Esta escena es una de las que me hizo moquear. Creo fue cuando la pasaron en el Malba.
Durante la edición, la razón y la estructura te mantienen a raya pero cuando ya tenés permiso para ser espectador, el ritual de creerte una historia es un regalo maravilloso.
Bueno me fui. Volviendo a esa fotito, tan chiquita. Más chiquita aún entre los dedos que la sostienen. Una fotito de juguete, con un Andrés pequeño con ese aspecto tan indiferente (un emo?)
Parece la foto de alguien que se va olvidar muy pronto de ese viaje o de ese instante familiar.
Y entonces, el encuentro con la fotito es increíble. Como si Gautam y/o el destino, te obligaran a recordar ese fugaz click de aquellas vacaciones en un país lejano, todavía muy extraño.
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