lunes, 25 de agosto de 2008

El país del diablo en Rosario


Lo que dejó el bafici:
un viaje al país del Diablo

Paradoja. ”Estanislao Zeballos, nuestro primer antropólogo, tiene las manos tintas en sangre.”

Podemos nombrar una calle llamada Estanislao Zeballos, echar una mirada a las imágenes que ilustran un billete de cien pesos, o escuchar hablar de localidades como Los Toldos o Carhué, sin reparar que en estas referencias asoma una parte turbia de nuestra historia, aquella que todavía se conoce eufemísticamente como "La conquista del desierto". El realizador Andrés Di Tella (director de trabajos como Montoneros, una historia y Fotografías) se detuvo, precisamente a examinar qué hay detrás de esos datos y lo plasmó en El país del Diablo, que pudo verse en la reciente edición rosarina del Bafici.

Atraído por las imágenes de un antiguo filme mudo, dirigido por el santafesino Alcides Grecca, que reconstruía uno de los últimos malones (con la actuación de algunos indígenas que participaron de ese embate), Di Tella emprendió un viaje por aquellas tierras de la pampa y el sur argentinos. Territorios a los que Adolfo Alsina había intentado separarlas zonas "civilizadas" con una inmensa zanja.

En el camino descubrió a un personaje peculiar: el rosarino Estanislao Zeballos, periodista, escritor, legislador y ministro. El país del Diablo es el título de su documental, en cuyas historias descubrió también (siendo su madre oriunda de la India) algo en común con aspectos de su propia vida.

— Es notable que tu interés por el tema haya comenzado con una película santafesina, El último malón, y que hayas reparado en un personaje histórico rosarino, Estanislao Zeballos.

—Todo comenzó hace unos veinte años. Fui a un seminario que dictaba David Viñas, y un día nos llevó al Museo del Cine a mostrarnos la película de Alcides Grecca. Un filme increíble, porque fue hecho en 1914 y refleja un malón en San Javier, que fue uno de los últimos en Argentina, ocurrido unos años antes, con algunos de los propios indígenas como actores. Esas imágenes me quedaron en la memoria porque era un testimonio increíble. Era una reconstrucción de algo de lo cual nadie habla: la conquista del desierto, la guerra contra el indio. Desde entonces me quedó la idea de hacer algo, pero no le encontraba la vuelta. Meterse con un tema histórico, en términos cinematográficos, es como suicida.

—Posiblemente lo que te llevó a interesarte por Zeballos fue el descubrirlo como el "primer documentalista", como decís en la película.

—Claro, porque era escritor, periodista, medio geógrafo, medio científico, amigo e interlocutor de (Julio) Roca y, de alguna manera, uno de los ideólogos de la campaña del desierto. Como se hacía en esa época, viajaba a los lugares y se informaba no sólo con la documentación o la bibliografía sino con el viaje sobre el terreno. Como dice en un momento Nazareno Serraíno, cacique ranquel en la actualidad, Zeballos era un argentino innovador. El lo ve con una óptica negativa, porque instaló la idea de que a los indios había que verlos como bichitos raros, como "el otro". Sin embargo, a mi me interesó que fue cómplice del exterminio de los indígenas argentinos y, a la vez, el primero que empezó a rescatar su cultura. Escribió libros sobre el tema, al punto de que hoy los ranqueles o mapuches que quieren reconstruir su historia, sus costumbres y sus tradiciones, tienen que recurrir a lo que dejó él. Me interesa esa paradoja: que nuestro primer antropólogo, nuestro primer documentalista tenga las manos tintas en sangre. Creo que todos los que no somos aborígenes, seguimos teniendo algún tipo de responsabilidad de que el indio haya sido eliminado y avergonzado.

—Sobre el final de la película, se menciona cierto arrepentimiento o reflexión de Zeballos.

—El escribía sobre la necesidad de exterminar a los indios antes de viajar. Después los fue conociendo, y creo que eso lo hizo cambiar. Igual, seguía con una visión que hoy consideraríamos racista. Un año antes de morir, publica un extrañísimo panfleto con un título muy evocativo, Soñando con los indios del Chaco, porque fue al Chaco y se encontró con una comunidad indígena viviendo en la miseria, lo mismo cuando fue a La Pampa.

—El país del Diablo no se limita a hablar de la matanza de los indígenas, sino que además muestra sus cadáveres, sus cráneos.

—Una de las expresiones del interés de Zeballos por los indígenas era profanar tumbas y coleccionar los cráneos de los indígenas. Creo que eso simboliza sus contradicciones, porque su interés era genuino y a la vez macabro, e implica una falta de respeto total a la otra cultura.

—Cuando en la película, mientras se muestran esos cráneos, se escucha una expresión de Roca acerca de sembrar el terror entre quienes quedaban es inevitable relacionarlo con la dictadura militar.

—Sí. Yo no hago ningún tipo de referencia a la dictadura militar de los 70 porque no es necesario. En el diario del Bafici titularon una nota que me hicieron con una frase que me gustó: "La historia ocurre ahora". Y es así, lo que ocurrió hace más de cien años sigue sucediendo, en algún sentido. Los indios siguen sin poder ser indios, recién ahora están tímidamente empezando. En Argentina, según un estudio, de 15 mil personas testeadas, el 51 por ciento tenía en su mapa genético elementos indígenas. Y nos consideramos un país europeo.

—La idea de hacer una zanja para dividir un tipo de gente de otra tiene equivalentes en la actualidad.

—Claro. Sobre todo, sigue vigente la idea del europeo y del autóctono, llamémoslo boliviano, paraguayo o negro de mierda. En ese sentido es donde también hay una continuidad con mi película anterior, Fotografías. En algún sentido yo me identifico con los indios, aunque sean otros indios, no los míos. Pero yo tuve esa experiencia de sentirme avergonzado, de odiarse a uno mismo, de querer ser otra cosa.

—Es clave cuando en la película se plantea que en pocos meses se acabó un mundo.

—Es muy impresionante. Hasta 1879, a doscientos, trescientos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, todo el resto del país hacia el sur, estaba en manos de los indios. Y los tipos la verdad es que vivían en el paraíso. Había guerras internas, o contra el Paraguay, pero le tenían miedo a los indios. Existió el intento de Rosas en los años treinta, aunque Rosas mató más gente que Roca, algo que hoy suena políticamente incorrecto.

—Con respecto a la expresión de que acabó un mundo, en la última secuencia, ¿no hay una intención tuya de que ese mundo perdido reaparezca, como si se tratara de un sueño o un fantasma?

—Sí, está bien esa lectura. Yo creo que es un poco un sueño mío y a la vez una reconstrucción. Nazareno, el cacique, tiene una parte indígena, pero elige ser ranquel, yo estoy diciendo que nosotros podemos pensar una Argentina donde podemos imaginarnos un poco indios.

Fernando G. Varea
LA CAPITAL / ROSARIO

4 comentarios:

Firbinski dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Firbinski dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fotografías dijo...

Paul escribió:
Interesantísima historia, pero te confieso que me desconcierta un poco ese deseo de ser "un poco indio". Recuerdo que en una ciudad de Estados Unidos (Providence), hace un par de años, un hombre desconocido que comía una banana me interpeló en plena calle: "¿De dónde es usted?", me
preguntó. "Del Perú", le dije. "Ah, pero, dígame, ¿usted es un poco indio, verdad?" Dos días después, un señor argentino en la misma ciudad
me decía, con amistosa complicidad, que yo era totalmente europeo. Las dos conversaciones me resultaron igualmente inquietantes e impensables
en mi viejo contexto limeño. De eso no hablábamos. Si yo en Lima digo que soy un poco indio (que seguramente es cierto genéticamente), sería una provocación muy grande y hasta una
falta de respeto. ¿Con qué derecho? Ser indio es una experiencia. Ahora, decir que soy europeo sería no sólo falso, sino arrogante y también afrentoso... Es muy jodida la cosa... Como ves, no he visto la película y ya estoy removiéndome en la butaca, pensándola desde mis propia novela familiar nacional.

Anónimo dijo...

LA OTRA FORMA DE ACTUAR: RECONOCIMIENTO AL CAPITÁN RUFINO SOLANO, SINGULAR PERSONAJE HISTÓRICO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Y DE ARGENTINA.-

Hace casi un siglo, a la edad de 76 años, dejaba de existir el capitán azuleño don Rufino Solano. Este muy particular militar, recordado como “El diplomático de las pampas”, desplegó inigualables acciones en favor de la paz, la libertad y la vida en la denominada “frontera del desierto”. Como resultado de estas acciones Rufino Solano, mediante su trato proverbial con el aborigen, consiguió redimir PERSONALMENTE a centenares de mujeres, niños y otros prisioneros, de ambos bandos, impulsado siempre por un notable y especial sentimiento hacia el género, encarnado en la lacerada figura de la cautiva.
Asimismo, se destacan entre sus acciones, el haber evitado sangrientos enfrentamientos mediante sus prodigiosos oficios de mediador y pacificador, pactando con los máximos caciques indígenas (Calfucurá, Namuncurá, Pincén, Catriel, Coliqueo, Sayhueque, entre muchos más), numerosos acuerdos de paz y de canjes de prisioneros. Realizando esta arriesgada tarea en beneficio de la población de Azul y de numerosas localidades de la Provincia de Buenos Aires e incluso de otras provincias aledañas. Entre otras significativas intervenciones del capitán Rufino Solano, se encuentra la de haber formado parte de los cimientes que dieron origen a las actuales ciudades de Olavarría y San Carlos de Bolívar, entre otras más.-
En el plano religioso, cumplió destacado protagonismo sirviendo de enlace en la acción evangelizadora hacia el aborigen llevada a cabo por la Iglesia de aquella época. En cumplimiento de esta última actividad, se lo vio prestando estrecha y activa colaboración al Padre Jorge María Salvaire, fundador de la Gran Basílica de Luján denominado “El misionero del desierto y de la Virgen del Luján” (participó en la célebre expedición a los toldos del cacique Namuncurá) y actuando de ineludible interlocutor entre los jerarcas aborígenes y el Arzobispado de la ciudad de Buenos Aires, en la persona del Arzobispo Dr. León Federico Aneiros, llamado “El Padre de los Indios”.
Esta encomiable labor del capitán Rufino Solano fue desarrollada durante sus más de veinte años de carrera militar y continuó ejerciéndola después de su retiro hasta su muerte, ocurrida en 1913. Actualmente obra en la Legislatura de la Pcia. de Buenos Aires, un proyecto de ley para declararlo Ciudadano Ilustre de dicha provincia.-
Ver MUY INTERESANTES FOTOGRAFÍAS DE LA ÉPOCA EN: http://elcapitanrufinosolano.blogspot.com
O para leer la página completa del personaje en internet escriba en su buscador la expresión: - elcapitanrufinosolano - (blogspot)