Después de
Death Proof de Quentin Tarantino,
The Killing de Stanley Kubrik y
Blade Runner de Ridley Scott, que quedaron sin crónica (por vacaciones), el cineclub con R continúa con un poco de cine nacional.
-Este café se llama “El coleccionista”. ¿Sabés por qué?
- …
-¿Sabés cómo empezó la movida del Parque Rivadavia?
-Hace cien años, sólo vendían jueguitos para la Play y después empezaron a venir los libreros y los tipos que juegan al ajedrez…
-Ja ja. No. Todo empezó con un mercado de estampillas. Y venían los coleccionistas de estampillas. No sé si existen todavía, ni los coleccionistas ni las estampillas. Vos seguro que ni sabés qué son las estampillas.
-Sí, como en
Nueve reinas. Las “nueve reinas”, ¿no son estampillas?
-Muy bien, R. ¿viste que el cine para algo sirve?
-Sí.
Nueve reinas te enseña de estampillas y de cómo ser un chorro.
-Efectivamente. Hablando de
Nueve reinas, ¿qué te pareció la película de ayer?
-Es muy parecida a
Nueve reinas. Pero
Nueve reinas es menos larga. Quiero decir, no se me hizo nada larga y ésta sí.
-A mí la película me pareció bastante buena pero puede ser que el plot sea medio retorcido. No sé si terminé de entender todo. Vos, ¿de qué dirías que se trata?
-Un tipo medio loco hace mierda y mata a una mujer. Y otro tipo, que era el marido de la mujer, medio loco también, se venga. Y lo caga porque, en vez de matarlo, lo tiene encerrado durante años. Y ni le habla, para que el tipo solo pueda pensar en lo que hizo.
-Tiene razón R –acota la mamá-. Eso es de lo que se trata en el fondo. Y de alguna manera está diciendo que es lo mismo violar y asesinar que encarcelar, como si la justicia fuera una venganza.
-No sé… Pero, en todo caso, esos tipos no son los protagonistas. El protagonista es Darín.
-¿Quién es Darín?
-El tipo que investiga.
-Ah, Espósito.
-Sí, Espósito. Se llama Ricardo Darín. Es el actor más famoso de la Argentina. ¿Sabés qué quiere decir “espósito”?
-"Es… po… si…" Esa es la mejor escena de la película, cuando el juez le va dando pistas para que Espósito adivine su propio nombre.
-Puede ser también una forma que tiene el director para hacernos pensar en el significado del nombre.
-¿Y qué quiere decir?
-Algo así como “niño abandonado”. El “hospicio de los expósitos” era donde iban a parar los niños que la madre o la familia no querían. ¿Viste como en esas películas que una mujer deja al bebé en la puerta de una casa?
-En esa cosa rara.
-Se llama el “moisés”. Otro día te cuento de dónde viene el nombre.
-Sí, eso está en todas las películas con niños. O sea que, según vos, Espósito es un niño abandonado.
-Es
como si fuera un niño abandonado. Y el nombre de pila es Benjamín. En una familia, se le dice el “benjamín” al hijo más chiquito. Es como si tuviera algunas de las características de un niño abandonado, o del más chiquito. Por ejemplo, como un niño, no puede tomar decisiones por su cuenta. Pero, bueno, ¿qué le pasa a Espósito?
-Nada.
-¿Cómo nada? Es el protagonista de la película.
-Pero tiene razón R. –dice Cecilia-. No le pasa nada.
-Bueno, pero el tipo se obsesiona con ese caso y, después de 25 años, sigue obsesionado. Y está enamorado de la mina pero no se anima a decírselo. Eso le “pasa”.
-Pero eso, si no lo dijeran en el diálogo, no se notaría.
-Puede ser. Pero la película, justamente, ¿no se trata de eso? ¿de que el pasado nunca deja de existir?
-Sí, Darín es alguien que vive en el pasado –dice Cecilia. -Igual que el marido de la muerta.
-En eso la película me parece sincera. Por lo que lo conozco, Campanella también es un tipo que vive en el pasado. O, por lo menos, alguien para quien el pasado no ha terminado. No es lo mismo, ¿no? Yo lo conozco hace muchos años, ¿sabés R?
-¿Es tu amigo?
-Bueno, para mí es un amigo, aunque la verdad que ahora nos vemos poco y nada. Pero en una época éramos bastante amigos. Lo conocí en los años 80, cuando él vivía en Nueva York, donde está hace casi treinta años. Ahora va y viene. Se fue a estudiar cine allá y se quedó. Quería hacer películas en Hollywood. Pero le costó mucho. Llegó a hacer una película, pero no una de Holywood, sino una chiquitita, independiente,
The Boy Who Cried Bitch. En realidad fue un encargo raro, de parte de una mina que era actriz y que había escrito la historia original. Una relación medio tortuosa, por lo que recuerdo. Y eso se nota en la película, para bien y para mal. Campanella trató de darle un toque personal suyo, pero creo que sólo lo logró a medias.
-No era muy buena -dice Cecilia.
-No era muy buena, pero tenía algo.. Después, hizo una película en inglés, pero en realidad se trataba de una producción argentina, hecha para el mercado americano.
-Esa no la vi.
-
Love Walked In. Era un policial, basado en una novela de José Pablo Feinman. La verdad, era una cosa medio híbrida. Esos negocios rara vez salen bien. Lo curioso de Campanella es que el tipo vivía en Estados Unidos y, durante muchos años, ni siquiera quiso volver de visita a la Argentina. Pero, al mismo tiempo, vivía obsesionado con la Argentina, con las cosas de su pasado. A mí me pedía que le grabe programas de radio en cassette y que se los lleve allá. Te preguntaba por boludeces de la Argentina. No sé, como si viviera en un país imaginario, que se alimentaba de ciertas informaciones, pero que no se animaba a confrontar con la realidad de la Argentina, de lo que es vivir y trabajar en la Argentina.
-Era medio enfermizo –dice Cecilia. –Me acuerdo, cuando lo conocí, nos contó una historia de que él y otro amigo habían salido con unas chicas argentinas y que había sido un desastre. Pero me acuerdo de la frase: “Al final, me voy a casar con cualquier chica que me diga
Che”.
-Ja ja. ¡Y se casó nomás con una! Mientras tanto, Campanella empezó a trabajar de director en la televisión americana, en algunas series, ya no me acuerdo cuáles. Pero ahí adquirió mucha experiencia dirigiendo actores, contando historias con gran economía de recursos. Y eso lo ves en sus películas. Nadie acá sabe tanto de eso como él.
-
El secreto de sus ojos es como un episodio largo de
La ley y el orden –dice Cecilia-. Lo digo como fan de esa serie.
-Yo no veía casi nunca esas cosas, pero recuerdo que él me enseñó a apreciar el arte narrativo de una serie como
LA Law, por ejemplo. Cómo los tipos te contaban en 25 minutos tres historias re complejas, cada una con su dilema moral, que se planteaba y se resolvía en 5 escenas.
-Para que te des una idea, R -apunta Cecilia-, Campanella ahora dirige
Dr. House, por ejemplo.
-¿En serio?
-Sí. También dirigió
La ley y el orden, incluso
Los Soprano, que muchos consideran una de las grandes series de la historia de la televisión.
-O sea que antes, cuando hacía peliculitas como las tuyas, eran amigos, y ahora que es un grosso no se ven más…
-Je je. Puede ser que haya algo de eso. Igual, cuando él empezó a dirigir televisión allá, eso no tenía el cachet que tiene ahora. Pero, en todo caso, lo que te quería contar es que, al final, Campanella resignó su sueño de Hollywood y se decidió a hacer una película en la Argentina, para el público argentino. Y ahí, para mí, encontró el camino.
-¿Esa cuál fue?
-
El mismo amor, la misma lluvia. Si no me equivoco, se trataba de un viejo guión abandonado que volvió a agarrar, un proyecto imposible, poco comercial, la acción trascurría a lo largo de veinte años. También se trataba de cómo lidiar con las viejas obsesiones... ¡en realidad, no sé si no era igual a
El secreto de sus ojos! ¡Y los protagonistas eran los mismos, Ricardo Darín y Soledad Villamil! Y ahí le empezó a ir bien. Me acuerdo que estuvimos juntos en el festival de Valladolid cuando ganó el premio del público con esa película. Campanella no se lo esperaba. Acá no había tenido críticas muy buenas. Lo habían rebotado en varios festivales. Pero la película no era nada mala, aunque irregular. Después, sí, vino
El hijo de la novia, un éxito absoluto, acá y, también, en España. Esa recuerdo que la vi en una de las primeras funciones privadas, en Metrovisión, un estudio. Te puede no gustar ese tipo de cine, pero de alguna forma, es una película perfecta. Yo lloré y reí en todos los momentos que había que reírse y llorar. Por eso mismo, justamente, no le gusta a alguna gente.
-¿Por qué? Eso es ridículo. ¿No les gusta porque es perfecta?
-Exactamente, no les gusta porque es perfecta,
demasiado perfecta. Para ser totalmente sincero, yo mismo me identifico más con un tipo de cine que no ejerce un efecto tan determinado sobre el espectador, que te deja pensar un poco más por tu cuenta, que te permite desplegar tus propias emociones. Un cine
imperfecto, si querés, menos efectista. Pero al mismo tiempo sé que lo que hace Campanella no es nada fácil, no creo que yo lo pudiera hacer.
-Obvio.
-La verdad que lo admiro. Y me causa gracia cuando los críticos snobs lo consideran grasa o un bruto, cuando yo sé que el tipo tiene una cultura cinematográfica increíble, que conoce como nadie el cine clásico de Hollywood, por ejemplo. De hecho, creo que vi todas sus películas, incluso las que no vio nadie, desde un primer largo, filmado en super 8. Pero me faltaba ésta que, no sé por qué, me perdí cuando se estrenó. Era casi una excentricidad no haber visto “la película que vieron más de dos millones de personas”. Pero me puse al día. Y si con esta, tal vez su película más "argentina", llega a ganar el Oscar, sería un final feliz digno de Hollywood...
-¿Vamos? -dice R, un poco distraído ya, pensando seguramente en probar los jueguitos de la wii que se compró en Parque Rivadavia.
foto: Juan José Campanella, con Soledad Villamil y Ricardo Darín, durante el rodaje de El secreto de tus ojos.