miércoles, 13 de mayo de 2009

El paseo

"Declaro que una hermosa mañana, ya no sé exactamente a qué hora, como me vino en gana dar un paseo, me planté el sombrero en la cabeza, abandoné el cuarto de los escritos o de los espíritus, y bajé la escalera para salir a buen paso a la calle". Así empieza El paseo, novelita, casi cuento, de Robert Walser, que leí anoche y que me hace declarar: ¡qué manera feliz de comenzar una novela! ¡y qué felicidad contagiosa! ¡y qué ganas de salir a caminar sin rumbo fijo! Es algo que me pasa casi siempre con los escritores-caminantes, como cuando WG Sebald se larga a campo traviesa por las laderas de East Anglia o cuando Bruce Chatwin avanza a pie firme por los caminos de la Patagonia. "Olvidé con rapidez que arriba en mi cuarto había estado hacía un momento incubando, sombrío, sobre una hoja de papel en blanco. Toda la tristeza, todo el dolor y todos los graves pensamientos se habían esfumado, aunque aún sentía vivamente delante y detrás de mí el eco de una cierta seriedad. Esperaba con alegre emoción todo lo que pudiera encontrarme o salirme al paso durante el paseo".

El relato cobra una dimensión particular en la medida que podemos sospechar que todos los relatos de Walser son "informes autobiográficos apenas trasvestidos". Walser no era un simple caminante al que le gustaba un ocasional paseo de domingo. Tenía la manía de caminar: dromomanía. Según un diccionario médico: "Necesidad imperiosa de andar. Es una tendencia instintiva, síntoma de inestabilidad, que puede ser precoz, manifestándose ya en los niños (fugas). En ciertos casos se presenta en forma de vagabundeo y otras veces, como fugas desencadenadas más o menos bruscamente. Es un trastorno neurótico que puede dar lugar a un impulso irresistible a caminar e, incluso, correr". Walser registra una caminata en la que sale de Berna, una madrugada, a las dos de la mañana, y llega a Thonon a las seis. Hace una parada a orillas del lago Niesen, come una lata de sardinas con un trozo de pan, y vuelve a Thonon al anochecer. A medianoche está otra vez en Berna. "Todo a pie, por supuesto", anota. Otra caminata lo lleva de Berna a Ginebra -- 152 kilómetros prácticamente sin parar-- haciendo noche en Ginebra y volviendo a Berna a la mañana siguiente.

Un "tasador de impuestos" se cruza en el camino del Poeta de El paseo y le pregunta, a modo de reproche, cuándo encuentra el tiempo para trabajar y cómo va a hacer para pagar sus impuestos:
--¡Pero siempre se le ve paseando!
--Pasear --respondí yo-- me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada (...) ¿Sabe usted que mi cabeza trabaja dura y tercamente, y a menudo estoy activo en el mejor de los sentidos, cuando parezco un archigandul y persona frívola sin responsabilidad, sin pensamiento ni trabajo, perdido en el azul o en el verde, lento, soñador y perezoso, que ofrece la peor de las impresiones? En una palabra, me gano el pan de cada día pensando, cavilando, hurgando, excavando, meditando, inventando, analizando, investigando y paseando tan a disgusto como el que más. ¡Y aunque quizá ponga la cara más complacida del mundo soy serio y concienzudo en grado sumo, y aunque no parezca más que delicado y soñador soy un sólido experto!

No es que Walser nunca haya "trabajado" de otra cosa que de escritor, por otra parte. Al contrario, durante mucho tiempo buscó trabajos oscuros y subalternos donde refugiarse --justamente-- de la necesidad de escribir. Asistió durante seis meses al valet de cámara de un Conde, en un castillo de la Alta Silesia, donde limpió habitaciones, lustró cubiertos de plata, sacudió alfombras y sirvió la cena vestido de frac. También se desempeñó como criado en otras casas de la alta sociedad suiza. De hecho, Walser se había formado en "una escuela para empleados domésticos", experiencia que recupera en su novela más conocida, Jakob von Gunten (en la cual se basaron los Quay Brothers para hacer su extraordinaria película animada Institute Benjamenta or This Dream People Call Human Life). También ejerció de dependiente de librería, secretario de un abogado, empleado en dos bancos y una compañía de seguros, obrero en una fábrica de máquinas de coser, archivista en las oficinas cantonales de Berna y redactor de avisos clasificados para una revista. Durante unos años, solamente, logró dedicarse a la literatura, sobreviviendo apenas en la pequeña ciudad industrial de Biel, donde vivía la hermana Lisa, escribiendo piezas para diarios y revistas.

La lectura inevitablemente "biográfica" que hacemos de Walser está marcada, también inevitablemente, por el final. En 1929, a los 51 años, tiene una especie de crack-up. Ya no puede trabajar ni escribir. Su hermana lo interna en el hospicio de Waldau. Ante la puerta del nosocomio, Walser le pregunta a la hermana, con su habitual mansedumbre: "¿te parece que es la solución?" En 1933, en estado casi de indigencia, lo trasfieren al hospicio de Heisau, donde, como se dice, concluyó sus días, veintitres años más tarde. Es en el hospicio de Heisau donde lo visita un día Carl Seelig y así comienza otra serie de caminatas (y conversaciones) que Seelig detallará en un libro, titulado --inevitablemente-- Paseos con Robert Walser.

En el hospicio, consigna Seelig, Walser “se esfuerza por trabajar lo más posible y refunfuña si lo molestan (...) En los ratos de ocio se sumerge en revistas amarillentas o en libros viejos”. Seelig un día le pregunta: ¿Y la escritura? Walser contesta: "No estoy aqui para escribir. Estoy aqui para estar loco". Sólo puede escribir en libertad, dice, y hasta tanto no se cumpla esa condición, ni siquiera podrá considerar la posibilidad de retomar la escritura. “Tengo la impresión de que usted no aspira en absoluto a esa libertad”, observa Seelig. “No hay nadie que me la ofrezca, así que hay que esperar”, contesta Walser. Pero Seelig insiste: “Una vez fuera del hospicio, ¿volvería usted a escribir?”. Walser, como otro Bartleby, contesta: “Ante esa pregunta sólo hay una reacción posible: no contestar”.

En un alto del paseo, el Poeta ha llegado a un bosque. "Los abetos se alzaban como columnas, y nada se movía lo más mínimo en el amplio y delicado bosque, por el que toda clase de inaudibles voces parecían cruzar y resonar. (...) Los pasos descalzos en el suelo agradable se volvieron placer, y el silencio encendía oraciones en el alma sintiente. Estar muerto aqui, y ser enterrado sin llamar la atención en la fresca tierra del bosque, tendría que ser dulce. ¡Ah, si se pudiera sentir y gozar de la Muerte en la Muerte! Quizá es así. Sería hermoso tener en el bosque una tumba pequeña y tranquila."

El día de navidad de 1956, un día después de pasear con Carl Seelig por el camino de Saint Gall, Walser aparece muerto en la nieve, en el mismo camino que había recorrido tantas veces.

-Andrés Di Tella

9 comentarios:

Piedranegra dijo...

Impecable.

girlontape dijo...

"el silencio encendía oraciones en el alma sintiente"
hermoso
y qué personaje este señor!

girlontape dijo...

y que imagen la última...du coté de chez walser...fue un hombre très poetique, hasta en su muerte

Anónimo dijo...

excelente post!!!
LUCIO

mouján dijo...

Bellisimo Andres!
Coincido con Girlontape, el parrafo que ella cita es increible, y continua "Estar muerto aqui, y ser enterrado sin llamar la atención en la fresca tierra del bosque, tendría que ser dulce...." casi puedo sentirlo.
Pero me dan mucha tristeza los artistas que terminan en loqueros, como si el mundo real los hubiera vencido, como si su poesia no les hubiera alcanzado.
Es un temita, no?
Saludos, Marcela

brunos dijo...

Lo leí este verano en las costas del Nahuel Huapi.
La emoción me invadió en varías oportunidades.
Simplemente hermoso.

Saludos

F. dijo...

Muy bueno el post, sí. Además da ganas de leer a Walser.

Otro caminante célebre: Nietzsche en sus montañas. También los griegos eran... dromo-filósofos. Caminar puede ser estimulante del pensamiento, es fácilmente constatable.

Fotografías dijo...

Gracias a todos los lectores! Ahora estoy leyendo (y recomiendo) "Escrito a lápiz", los escritos inéditos de Walser que un par de eruditos suizos sacaron en limpio de los papeles casi ilegibles que dejó Walser, después de 15 años de trabajo de desciframiento. ¡Imaginensé!

Anónimo dijo...

Bruno Stecconi escribió...

Buen Día, leyendo a Wolfgang Janke "Mito Y Poesia en la crisis modernidad/postmodernidad postontología", un poco largo el titulo, me acorde del libro "El paseo" y de la charla en la camioneta de Andrés.

"Somo seres efímeros. Nuestros días están contados. En la salida y deceso fugitivos de un día nos igualamos nosotros, y todos los sucesos que nos tocan, al inestable flotar pasajero de las sombras".