Antes de terminar una película, tengo que poder verla y analizarla en su totalidad. En un sentido, editar una película es como hablar con uno mismo. Aunque tal vez haya llegado a un corte por asociación (o hasta en ciertos casos, por haberlo soñado o haberlo pensado en la ducha), tengo que ser capaz de explicarme a mí mismo, racionalmente, por qué una secuencia está montada de la forma que está. En términos de la estructura del film, tengo que poder decirme a mí mismo por qué cada secuencia se encuentra en el orden en que aparece en el film, cuál es la relación con la que viene antes y con la que viene después, y cómo es que los primeros diez minutos se relacionan con los últimos diez minutos. En otras palabras, tengo que ver el film y ser capaz de explicar verbalmente lo que hice, aunque frecuentemente haya llegado a esas conexiones por libre asociación. Es un proceso curioso que es, por un lado, muy deductivo y muy racional, o intenta serlo, y por otro lado, muy asociativo e intuitivo.
Aprendí a prestar atención a ambos aspectos. Si estoy por montar una secuencia y me descubro pensando o soñando despierto sobre otra secuencia, tengo que responder la pregunta que esa asociación me está planteando. ¿Hay una conexión interesante o estoy simplemente soñando despierto? Las dos cosas suceden. Aprendí a prestar atención no sólo a las cosas que tengo delante de la nariz, es decir el tipo de pensamiento más racional, sino también a las cosas que tengo en los márgenes de mi pensamiento, porque muchas veces estas últimas terminan siendo tanto o más importantes que los aspectos supuestamente racionales y deductivos.
Al principio sólo monto secuencias, sin siquiera empezar a pensar formalmente sobre la estructura, hasta haber montado todas las secuencias que podrían integrar el film. Sólo después empiezo a organizar una estructura. Y una vez armada una estructura, una vez que juzgo casi listo el film, me pongo a ver todo otra vez. Veo todos los rushes. La última cosa a hacer, antes de poder decir que el film está terminado, es ver una vez más toda la enorme cantidad de horas de rushes, del material que en principio quedó afuera. Sólo para ver, porque a veces puedo haberme perdido algo que sirve de transición, o una secuencia que rechacé originalmente puede resultar ahora extremadamente útil en la resolución de un problema temático que sólo aparece en el contexto del film terminado, o revelar algo más de un personaje que cobró otra importancia. Entonces, al final del montaje, vuelvo al principio para ver todo de nuevo, y frecuentemente descubro cosas que había olvidado o que había descartado como inútiles, porque no estaba conciente del problema que ellas podrían solucionar. --Frederick Wiseman, Lisboa, sábado 18 de octubre 2008.
Posdata: puedo adelantar en calidad de primicia que Frederick Wiseman estará en Buenos Aires en abril para el BAFICI. ¡A no perdéreselo!
Foto: Meat de Frederick Wiseman.
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