lunes, 15 de septiembre de 2008

La noche de Canasta


Una noche íbamos caminando con Cecilia por la calle Delgado, barrio de Colegiales, a pocas cuadras de casa, y nos cruzamos con una inesperada función de cine en medio de la calle. Las imágenes se estaban proyectando en lo que parecía la puerta de un garage. Un grupito de personas miraba desde la vereda, alguno sentado en un banquito, la mayoría de pie, iluminados por la luz azul reflejada de la pantalla. Cada tanto pasaba un auto y el ruido tapaba los diálogos de la película y el silencio inusual de ese rincón de Buenos Aires. Cada uno de los transeuntes que pasaba no podía dejar de demorarse un momento, boquiabierto. Entre ellos, nosotros. 

Era un poco como encontrarse con la luz de un OVNI en medio del bosque, esa misma sensación de extrañeza y hechizo, esa misma luz azul. La película, la reconocí bastante rápido, era "Desayuno con diamantes" (o Breakfast at Tiffany's), con Audrey Hepburn. Después pensamos con Cecilia que habrá sido porque era la noche de San Valentín. Nosotros justo salíamos a cenar por el mismo motivo cursi. Desde aquella noche, me quedó la fantasía inconfesable de que la película proyectada fuera una de las mías.


Unos días después, una tarde, caminaba por ahí rumbo a La prometida, nuestro café/restaurant amigo, que queda en la esquina. Había pasado varias veces después de aquella noche, pero el local siempre estaba cerrado. Esta vez, la puerta estaba abierta y me animé a entrar. No se trataba de un garage (aunque por el tamaño y ubicación bien podría haber sido) sino de una minúscula galería de arte. Un cartel apoyado en una mesa decía: Canasta. En las mínimas paredes había colgada una muestra de fotos y, en unos estantes bajos, se veían libros y dvds, para alquilar, después supe. Dos personas tomaban té, sentados a una mesa. Entre ellos y yo, la mesa y los objetos apilados, en el local casi no había lugar para nadie más. 

Encontré el dvd de una película inhallable de Robert Bresson, "Cuatro noches de un soñador", que me había fascinado hace años y que siempre quise volver a ver. Las otras películas disponibles también eran todas rarezas, entre ellas varias japonesas de Ozu, de Naruse, y venían con los títulos en japonés. Uno de los bebedores de té, Guillermo Ueno, resultó ser hijo de japoneses, aunque de japoneses de Burzaco, y hablamos un poco de eso. Yo le expliqué que era de origen hindú y que hacía cine. Y, no sé cómo, salió el nombre del gran cineasta secreto Claudio Caldini y la anécdota de que yo lo había filmado para una película sobre la India pero que esa secuencia había quedado descartada en el montaje final. También apareció allí la primera pista a seguir de un grupito de conjurados a los que más adelante me sumaría. 


Y así, de un encuentro callejero entre desconocidos, se pergeñó la memorable noche del último sábado. Se me ocurre que Guillermo y sus amigos, con su pequeña galería de barrio que está casi siempre cerrada, son como empleados de una municipalidad secreta, encargados de generar simulacros que nos hacen dudar de la ciudad que creemos conocer. Los que tuvieron la suerte de pasar esa noche por la calle Delgado recordarán quizás esas proyecciones fantasmagóricas como una burbuja mágica en su recorrido habitual por la ciudad. Y Buenos Aires de pronto será un poquito diferente para ellos, como para mí, un lugar lleno de posibilidades insospechadas. 


Y, como si se tratara de la máquina de proyectar sueños que imaginó Cecilia, yo pude cumplir el sueño de proyectar mis propias imágenes --las imágenes perdidas de Claudio Caldini-- en la calle Delgado, entre El Cano y Arredondo, a tres cuadras de casa.

6 comentarios:

Fotografías dijo...

Reubico aqui, para facilitar el díalogo, un comentario que apareció en otro lugar:

alejandra almirón dijo...
Fue una noche muy especial, con una dosis de magia superochista e hindú. Me encantó la sensación de todos amontonados junto a la pantalla-fogata, y la gente que pasaba y no entendía nada: qué hacen todos esos locos ahí ...

claudio caldini dijo...

qué hacen todos esos locos ahí...
la respuesta podría ser: se vuelven sabios, es la primera idea que me surge. La alegría fue completa; aún persiste la emoción que me impide pensar con claridad qué pasó. Darme tiempo. Agradecer al anfitrión, Guillermo Ueno, y a Andrés por habilitar ese material: me sentí retratado. Y a Sergio y Alan por sumarse. Y a los asistentes que hicieron la magia de la noche. Hasta mañana.

ueno dijo...

Quedé paralizado de la emoción, tardé hasta hoy para poder comentar algo, lo intenté en el taller pero apenas pude, cada palabra desmentía la belleza del sábado, mientras tanto escucho Suma Paz, tal vez haya sido algo así, la pampa bonaerense siempre se me hizo oriental en su ritmo y con las influencias indias, de acá y allá y la mezcla del Don Segundo Sombra místico que relatan en la película y una versión del libro que mi tía conserva en japonés, todo trasluce el nombre de esta cantante, tengo un gusto excesivo por los cruces, lo se, aunque sospecho que el sábado fue eso mismo, lo que no se cómo decir.
Mi agradecimiento inmenso por este secreto claro que muchos más conjurados que uno cree andan revelando por ahí, por la calle, como en otro momento D.J.Vogelmann y H.A.Murena supieron hacer en el espacio público.

Fotografías dijo...

Me alivia un poco ver que no fui el único que quedó paralizado por la emoción. De hecho, me propuse hacer la crónica de la noche del sábado y me salió otra cosa, me quedé en los prolegómenos, como si no fuera posible hablar de lo que pasó esa noche en la calle Delgado. Lo que me salió, en todo caso, fue también mi forma de agradecer al anfitrión y a los anfitriones por generar una experiencia inolvidable. Agradezco a la Diosa Fortuna haber podido ser parte de ella. Y también al espíritu callejero y nocturno y soñador de "Las cuatro noches de un soñador"...

Fotografías dijo...

Guille, releo tu comentario y, al leer de Murena y el espacio público, pienso también en la dimensión POLITICA de la experiencia. Tomar la calle, sin municipalidad ni sponsors de por medio, y no para hacer algo "popular", nada de cantar una que sepamos todos. El hecho de reivindicar a un artista como Caldini, exponer su cine a los cuatro vientos (jaja), para que lo descubra un vecino cualquiera que pasaba por ahí, eso me parece profundamente político. También es político -en el buen sentido de la palabra, si es que queda algo-- el que se lo haya homenajeado de esta manera: desde un cineasta que viene un poco de otro palo, como yo, o desde una suerte de heredero como Sergio Subero, y desde un exponente de la experimentación radical como Courtis.

qué habrá pensado el público?

Anónimo dijo...

Andres! que tal, soy Federico. Te hago una pregunta ¿sabes como puedo conseguir el DVD de Lss cuatro noches de un soñador? hace rato que la busco y solo encuentro en internet un VHS rip de muy mala calidad.
Gracias.