domingo, 14 de septiembre de 2008

carta de Kodaikanal

Por José Rivarola
corresponsal en Bodhizendo, Kodaikanal

Andrés: viendo que los zen tienen anulado el puerto para el pen driver, fui a lo de mi amigo Tony que vive a unos cuantos kilómetros montaña abajo en Pettupaeri, bajé por el atajo, crucé un sendero de platanales, barro y sanguijueleros, pasé por los senderos de las plantas del café, patiné con la soperas del suelo, y al fin llegué y aquí estoy para hacerte llegar este comentario para tu blog, que te lo envío primero por si no te gusta, o esté errado. Si esté bien lo puedes colgar en el blog. ¿Me harías un gran favor si me envías el mail de María Gowda que quiero escribirle? abrazos. José.
Y ahí va: arreglame un par de acentos que no pude al pasarlo en el ordenador indio.


Hay una secuencia en la película “Fotografías” en la que el espectador tiene que agudizar al máximo las antenas para poder detectarla. La cámara está en el suelo y apunta al techo de una de las casas indias, se oye al camarógrafo Quino protestando por los retrasos, y por un instante aparecen sus ojos y su nariz mirando hacia la cámara, que está limpiando y quedó encendida por descuido. Cuantos cineastas hubiesen cortado esa parte, en parte para ocultar los problemas con el personal de la filmación. Andrés, en cambio, la incluyó con objeto de marcar el insomnio catatónico que sufrió al llegar a la India y enfrentar esa otra parte suya, la que durante toda su vida había evitado y hasta negado.

Esos genes ahora vivos, delante de él, sonriéndole, hablándole de un modo diferente. El fantasma de Kamala apareciendo por todos los rincones de las casas que visitábamos, en cierto modo dirigiendo los pasos de la película. Los ecos de las voces del pasado, Kamala de joven hablando inglés indio, hablando tamil, hablando telugú. Ese mundo que se estaba despertando en el interior de Andrés y que sin embargo le costaba aceptar en un principio. A veces llegábamos, Kino, con la cámara, Ale con el sonido, yo que los traía, y nos quedábamos esperando horas hasta que Andrés hacia su aparición con ojos de hipnotizado por no haber dormido en toda la noche.


Un par de años después, comiendo ravioles con salsa blanca en Buenos Aires, Andrés me dijo que no quiso hacer de la película una suerte de psicoterapia, sino por el gusto del arte. Pero la terapia se acopló, como era de esperar, y si no ¿qué hace entonces en bata blanca dando pasos con un terapeuta por el miedo que tenia de encontrar su otra parte? ¿Y la crisis en Chennai donde se le revolvió toda esa sopa genética?

La neurosis abrazó a dos personas que tenían que convivir en el mismo cuerpo como una suerte de canalización espiritista; el director Di Tella tomaba las riendas y decía lo que había que hacer, dónde filmar, organizar el personal, y demás, y de pronto Andrés Apparao ocupaba ese cuerpo y se sacrificaba sufriendo el martirio de la capitulación chamánica, que lo dejaba como zombi ante una India que describe como marea humana, y dice: ¿qué tengo que ver yo con todo esto?

Sin embargo, en los últimos días de la filmación en India, Andrés se normalizó. Era el de siempre, con su humor y su aspecto tranquilo, “plazentero,” palabra que invento al hilo para referirme, no a la placenta, sino al estar sentado tranquilamente en la plaza en una tarde de primavera. Entonces le dije a Quino, qué bien se recuperó Andrés, está de lo más tranquilo. Quino me respondió con un dicho extraordinario que yo desconocía por estar tanto tiempo fuera de Argentina, me dijo.
−Esperá que se le caiga la ficha.


El fenómeno radica en que la ficha cayó tan fuerte, que atravesó la máquina, y dio como fruto la película “Fotografías” cuya proyección hizo caer innumerables fichas. Algo inesperado para los que participamos en la película. Proyecté “Fotografías” en los DVD de distintas casas, y al término de la misma, estallaron largos debates hasta altas horas de la noche, entre amigos, todos con las fichas fuertemente caídas, comentando cada uno su problema familiar y sus genes, y sus historias con sus padres, hermanos, antepasados irlandeses, turcos, italianos, aborígenes, etc. "Fotografías" dio --como-quien-no-quiere-la-cosa-- en las raíces de quienes asistieron a la película.

Esto me hace pensar que se puede llamar arte, cuando la obra ha llegado tan al fondo en la intimidad del artista que termina escapándose de sus manos y repercute en el estomago de los individuos que están abiertos para recibirlo. Abiertos, significa en este caso, los que no se encierran parapetándose en los cuatro o cinco códigos morales para sentirse protegidos. Por mi parte, no puedo decir que removió mi parentela anglo-italiana, que no me quitan el sueño, pero si me dejó nostálgico al ver lo que sentí en la India, eso días, y mudo, al ver a quien considero mi hermano mayor, Ramachandra Gowda, en pantalla grande, lleno de vida, con esa risa que hoy echo tanto de menos.

fotos: 1) José Rivarola, durante el rodaje de "Fotografías" en Nuzvid, pueblo natal de Kamala Apparao, madre de Andrés Di Tella; 2) Rodaje de "Fotografías" en los jardines de la Sociedad Teosófica de Madrás; 3) La sombra del que filma en la India.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

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mouján dijo...

dan ganas de volver a ver la peli despues de leer estas cartas...

claudio caldini dijo...

la lúcida carta de José Rivarola me hace pensar en este Andrés que vuelvo a conocer, al que "le cayó la ficha" y te señala la salida de la luna llena sobre el horizonte porteño. Tecnología de la amistad en tiempo real.
Qué lindas estas fotos,
un abrazo.

Fotografías dijo...

me cuesta responder directamente la carta de José. La leo como si no hablara de mí sino de otro. Es que en el fondo se trata, realmente, de otro.

Y sobre el horizonte porteño puede llegar a asomar algo más de lo que uno se espera. Fuimos testigos de eso el sábado por la noche, no?

abrazo

Andrés

Jorge Kelson dijo...

es un privilegio leer a josé rivarola. no entiendo porque sus libros no son publicados, entiendo que deberá ser sólo un privilegio para amigos, entre los cuales me siento afortunado de estar.

Fotografías dijo...

qué gusto verte por aqui, Jorge. Dentro de poco estaré nuevamente en Madrid, me hacen una retrospectiva (en vida...) en la Filmoteca Española, entre el 6 y el 10 de octubre. ¡nos vemos ahí!

¿Por qué no publican a José Rivarola? Lo van a publicar, no te quepa duda. Los que hemos leído sus cosas sabemos que se trata de un extraordinario escritor, como ahora alguno que lee una simple carta aqui puede comprobar, ¡pero primero tiene que terminar su libro!

Firbinski dijo...

Qué sorpresa hermosa encontrar este relato de José Rivarola, a quien sólo conozco por la pelicula de Andrés (además de algunas tomas que no llegaron a la versión final y que tuve la inmensa suerte de ver). Espero con mucha ilusión poder leer más textos suyos. Todo el blog ha sido hoy, de pronto, como un regreso al mundo de Fotografías (y con él, claro, también a las propias tramas de mi novela familiar). Entre muchas otras cosa --su generoso sentido del humor y su contagiante ser "placentero"--, a Andrés le agradezco haber engendrado una máquina para poder hablar de los cruces familiares, habernos dado una superficie en la que podemos soltar, como en una mesita de noche, un mundo acumulado en el bolsillo. Y la seguimos con el blog y la maquinita se sueños...

Fotografías dijo...

qué bueno tenerte de vuelta por aqui Paul. Y sí, hablando de máquinas (en otro lugar hablábamos de eso con Caldini) me parece que... iba a decir "entendiste perfectamente" pero me corrijo: ESTAMOS DESCUBRIENDO que esta maquinita de proyectar sueños puede servir para todo lo que decís. Ojalá.

Y se aguardan más fotos y más grafías de tu parte, Paul...