En lo que va del año, los estrenos extranjeros y nacionales llevan recaudados alrededor de 750 millones de pesos, con 28 millones de espectadores. Pero esas buenas cifras son sólo la punta de un iceberg que exige un análisis profundo.
Por Oscar Ranzani
Si se tienen en cuenta algunos números, el mercado cinematográfico de la Argentina está pasando por un gran momento: contando estrenos extranjeros y nacionales ya se llevan recaudados alrededor de 750 millones de pesos en las boleterías de todo el país y la cifra de espectadores trepó durante 2012 hasta 28 millones. Pero no hay que dejar de lado la concentración del mercado cinematográfico para establecer un análisis completo. Y entonces, en esta época de vacaciones de invierno, es donde más se nota cómo los tanques hollywoodenses arrasan en las boleterías y asfixian a las películas argentinas hasta quitarles bocas de salida. Basta recordar que de las 760 pantallas que operan actualmente en todo el país, La era de hielo 4 –que este fin de semana superó los tres millones de espectadores– y Valiente estrenaron con 284 y con 233 copias, respectivamente. Si el análisis se circunscribe exclusivamente a la ciudad de Buenos Aires, se estrenaron 51 largometrajes nacionales, de los cuales sólo 23 lo hicieron en cinco o más salas, es decir, menos del 50 por ciento. A estas cifras brindadas gentilmente a este diario por la consultora especializada en estadísticas cinematográficas Ultracine, hay que sumarles algunos que esta empresa no computa: el Cine Cosmos-UBA estrenó sólo en su pantalla cinco películas argentinas y la Sala Lugones del Teatro San Martín, una: Tierra de los padres, de Nicolás Prividera. La cifra total, entonces, son 57 estrenos argentinos, de los cuales 34 no alcanzaron las cinco salas al momento del estreno. Como no sólo los números hablan, Página/12 consultó a directores, productores y distribuidores para que tracen un panorama de la exhibición de acuerdo con sus miradas, pero para que también aporten y sumen una solución factible para mejorar el circuito cinematográfico argentino.
Las condiciones de exhibición
Un cineasta experimentado en el campo del documental como Andrés Di Tella, fundador del Bafici, compara el fenómeno de aquel momento iniciático de 1999 con el actual del cine argentino. “Cuando lo creamos, de alguna manera, fue pensando en darle un marco a un cine que no tenía donde encontrar al público”, explica el director de Fotografías y Montoneros, una historia. Y la gran sorpresa para Di Tella que le dio el Bafici –y que ahora parece evidente– fue que “encontró al público”. Desde el primer momento, “fue un éxito extraordinario de convocatoria para un tipo de cine que, según decían los distribuidores, los exhibidores y todo el mundo, no tenía público. Entonces, me hace pensar que quizás el sueño no sea tan utópico. Y como la gente realmente se mata para ver películas argentinas en el Bafici, que después se estrenan y no va ni el loro ni la tía del realizador, pienso que el problema no está en las películas, sino en el contexto”, razona Di Tella. Como solución al problema de exhibición de cine nacional, este cineasta cree que tanto el Instituto de Cine como la ciudad de Buenos Aires y las distintas ciudades importantes del interior “pueden jugarse a crear espacios que sean tan atractivos para la gente como ir al Bafici”. ¿Cómo se los imagina? “Se puede generar una sala donde haya buena calidad de proyección, de sonido, que sea un lugar lindo, que haya un bar, una programación, una movida, invitados, ciclos. Y sobre todo, publicidad y difusión de eso”, explica.
En cuanto a la necesidad de mejorar las condiciones de exhibición coincide Agustina Llambi Campbell, productora de El estudiante, de Santiago Mitre. “Algo básico para atraer público es que las películas se vean y se escuchen bien. Hoy por hoy, eso sólo pasa en los grandes complejos que, por supuesto, no programan películas argentinas que no sean grandes bombas comerciales. Entonces, me parece que debería haber una política muy clara, enérgica y efectiva, más allá de que el 35 mm está dejando de existir en el mundo y si la Argentina no empieza a equipar salas nos vamos a quedar sin cine.” El director y productor Horacio Maldonado –secretario de Directores Argentinos Cinematográficos– sostiene que otra medida posible de la que se ha hablado muchas veces en las asociaciones de directores y productores “es que si tenés un complejo de dieciocho cines que dispongas como mínimo de una o dos salas para la exhibición del cine nacional”. Uno de los mayores distribuidores de cine nacional, Pascual Condito, titular de Primer Plano, no coincide con esta mirada: “Al contrario, hay salas que tienen que dar una película por trimestre y casos como las de Recoleta, Palermo y Caballito dieron algunas de más. Tenían que dar diez y, a lo mejor, dieron doce”, señala.
La documentalista Carmen Guarini sostiene que si el análisis se limita a la ciudad de Buenos Aires el tema “es complejo”. Y lo argumenta de la siguiente manera para el caso de los documentales: “Hay una sola pantalla importante, interesante y con un público cautivo: el Gaumont. Pero al ser la única, se produce un cuello de botella”, afirma Guarini, quien admite que el Instituto “tendrá que apoyar otras salas como el Gaumont y, al mismo tiempo, mejorar también las condiciones de exhibición porque, a nivel técnico, son bastante deficientes. Quiero dejar constancia de que existe apoyo por parte del Instituto, lo que sucede es que en este momento es tanta la producción que es inabarcable”, comenta Guarini.
Soluciones alternativas
El productor Juan Pablo Gugliotta aporta una posible solución al respecto: “Hay algo que siempre se dice desde la teoría que es la creación de un circuito alternativo. Sé que el Incaa está trabajando en eso y me parece que el circuito alternativo es una urgencia”, considera. “Me lo imagino amplio y federal. No me imagino un circuito que quiera competir con las salas comerciales ya establecidas, sino un circuito en salas nuevas, en espacios alternativos y por todo el país, buscando el público de todo el territorio y no sólo al de cierto sector de la ciudad como Palermo, Barrio Norte, Recoleta o Abasto”.
El productor Diego Dubcovsky también cree que la solución al problema de la falta de pantallas para el cine argentino podría ser la creación de un circuito alternativo “más ligado al tipo de cine que hacemos nosotros”. Dubcovsky comenta que “la experiencia del Gaumont es superexitosa” y que en la actualidad “el del Gaumont es un fenómeno aislado relativamente porque cuando el Incaa tomó Arte Cinema, bajó el valor de la entrada y le dio una programación más atractiva, estando en una zona que a la gente mucho no le gusta ir, el público se duplicó y hubo meses en que se triplicó”, explica uno de los titulares de BD Cine. Este productor cree que para sostener cierto tipo de cine argentino “sería genial”, por ejemplo, que el Arteplex Belgrano y los Atlas Santa Fe que cerraron sean ahora Espacios Incaa.
Otras alternativas
Condito cree que “hoy no hay problema” para la exhibición de cine argentino. “Yo, por lo menos, hoy no lo tengo. Eso se corrigió muchísimo a partir de principios de año; especialmente a partir de marzo-abril no hay mayores problemas en la exhibición”, destaca Condito, quien señala que tiene que haber un equilibrio de criterio entre el productor y el distribuidor. “Yo elijo de acuerdo con la película y lo hablo con los productores. Hay películas como Abrir puertas y ventanas, de Milagros Mumenthaler, que decidí salir con nueve copias y logré las mejores salas. El pozo salió con treinta copias y me dieron un montón de salas, igual que La plegaria del vidente. En este momento, yo lo veo mucho mejor. Lo que pasa es que, también, uno tiene que saber lo que brinda. Yo tengo que saber que con Pompeya la productora va a gastar menos dinero saliendo en Malba y Gaumont. Y, de pronto, una película más grande como Abrir puertas y ventanas puede salir en nueve salas. O La plegaria del vidente en quince. Y con El campo, que salió con veinte, yo no tuve problemas para estrenar.” Dubcovsky también sostiene que debería haber mayor obligatoriedad para pasar cine argentino y también limitar la cantidad de copias extranjeras. “Por ejemplo, si sale El hombre araña 4 y un complejo le paga seis copias, eso debería estar regulado. Hay una normativa que yo creo que es insuficiente.” Y agrega un tema polémico: “Por otro lado, debería haber una autocrítica en la producción de cine argentino y terminar de entender si las películas que hacemos nosotros son realmente del interés del público y el problema es el acceso a las salas. Yo no lo tengo muy claro. Pero me parece que, a veces, hacemos películas que tienen problemas en la relación con el público. Ese también es un tema autocrítico para revisar”, subraya.
“Yo siento que desde la iniciativa de la Secretaría de Comercio Interior, de Guillermo Moreno, en conjunto con la presidenta del Incaa, Liliana Mazure, generando el encuentro entre los distribuidores grandes –comúnmente llamados majors– y los productores están saliendo encuentros viables”, sostiene Gugliotta. “A nosotros, honestamente, desde Magma Cine, nos está cambiando mucho el panorama en cuanto a la distribución. Actualmente, estamos ya cerrando el distribuidor de Mala, de Israel Adrián Caetano (en coproducción con el propio Caetano), que va a ser uno de los grandes. Y ya estamos trabajando en el desarrollo de Pensé que iba a haber fiesta, la nueva película de Victoria Galardi, con UIP. También estamos evaluando ofertas para la nueva película de Pablo Fendrik, El ardor (en preproducción).” Gugliotta comenta que los grandes distribuidores “entran con toda su estructura, y para mí, ir a buscar a un posible inversor y decirle que el distribuidor es UIP me da un poco más de aire como para buscarle una vuelta a la estructura financiera de la peli. Es un poco más sencillo: son distribuidores que de mínima te lanzan con treinta copias. Entonces, eso te permite una mayor recuperación industrial y mayores ingresos”. Como todo pro, tiene su contra, Gugliotta acota que “también es cierto que te exigen películas de mayor presupuesto y de mayor estructura”.
Una forma de frenar los tanques
Maldonado cree que para encontrar una posible solución que ayude a paliar las dificultades de exhibición de cine nacional habría que establecer “un impuesto a la importación de películas, como medida de protección a la industria cultural nacional”. No cree que el arancel que estipuló el Incaa para el estreno de las películas extranjeras con más de quince copias sea lo mismo “porque ya está demostrado que fue una cosa absolutamente exigua y simbólica. Y los distribuidores o las cadenas han pagado esto prácticamente como un chiste”. Y cita como ejemplo: “Si vas a entrar un tanque como Los vengadores y vas a hacer tres millones de espectadores, hay algo que los tributaristas debieran estudiar junto con el Instituto Nacional de Cine, una medida de protección, porque con esta situación realmente en los últimos años se aniquiló a la producción nacional”, explica el secretario de DAC. Llambi Campbell coincide con esta propuesta, aunque marca un detalle no menor: “Después, uno empieza a preguntarse qué películas extranjeras, porque no es lo mismo el cine independiente, el cine más autoral o el cine que justamente es el que se está dejando de exhibir que los grandes tanques”. El debate sigue abierto.
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