Alguna virtud tendrá Secuestro y muerte de Rafael Fillipelli, la película de apertura del festival, para estar en boca de todo el "mundo bafici". Sergio Wolf, director artístico del festival, abrió el paraguas al atribuir la elección a cierto criterio colectivo. Salió publicado en La Nación que "esta película la eligieron todos los que fueron directores del festival, Andrés Di Tella, Quintín, Fernando Martín Peña y yo". Peña salió a desmentir cualquier responsabilidad en la elección (yo puedo decir lo mismo) aunque, después, Wolf aclaró que lo que quiso decir fue que Fillipelli es uno de los pocos cineastas (creo que los otros son Edgardo Cozarinsky y Raúl Perrone) cuya obra ha sido seleccionada por los cuatro directores artísticos de la historia del festival. Peña respondió que, en ese caso, se trataba de "mala fe", ya que él nunca compartió el "entusiasmo irrestricto" de Wolf por Fillipelli y que, si durante su gestión se programó alguna película de Fillipelli, fue a instancias de Wolf (que a la sazón formaba parte del equipo de programación). No sé qué habrá dicho Quintín al respecto, pero sé que él y Fillipelli forman parte de una asociación de admiración mutua (evidenciada, entre otras cosas, por el documental sobre "la historia del BAFICI según Quintín", que Wolf le encargó a Fillipelli hace un par de años, en el que Peña y yo desistimos de participar). Por mi parte, sin conocer qué otras opciones existían, no me parece la peor elección, aunque más no sea por el debate que generó.
La película, como "todo el mundo sabe", trata del secuestro y asesinato del General Aramburu por los Montoneros. Si bien todo el interés del asunto radica en la reconstrucción de ese hecho, en rigor, en ningún momento se nombra ni a Aramburu ni a la organización ni a Perón ni a nadie. Por otra parte, Fillipelli y su trío peso pesado de guionistas (que incluye a su mujer Beatriz Sarlo y al wunderkind del nuevo nuevo cine argentino Mariano Llinás) juegan todo el tiempo a ese juego de la ambigüedad. El Aramburu de Enrique Piñeyro tiene bigote -Aramburu no- pero es inequívocamente Aramburu. El campo de Timote donde llevaron al secuestrado no era de Norma Arrostito (Agustina Muñoz, lo mejor de la película) sino de Ramus (muy simpático, también, Matías Umpiérrez). Pero, ya desde la secuencia inicial, se hace mucho énfasis en la famosa peluca rubia de la Arrostito (de la que ya hablara Alan Pauls, dicho sea de paso, en su excelente novela Historia del llanto). Cuando llega el momento del ajusticiamiento, igual que en el relato histórico publicado por los Montoneros, "Firmenich" (Alberto Ajaca) golpea la salamandra con un martillo, para tapar el ruido de los disparos. Pero "Firmenich" no es Firmenich, etcétera. Hablan reiteradamente de "esa mujer", sin mencionar a Evita (como si Rodolfo Walsh no hubiera escrito ya el relato "Esa mujer").
Creo que no entendí del todo de qué se trata ese juego, qué están tratando de decir, qué se supone que hay que entender. De hecho, algunas personas involucradas en la película, por lo bajo, declaran ellos mismos no entender. Entonces, me pregunto: ¿Fillipelli mismo entenderá? ¿O es una especie de "avivada", hablar de algo polémico sin hacerse cargo, dejar que la polémica la asuman quienes quieran polémica? Estoy seguro que el profesor Fillipelli debe tener alguna explicación. El vaciamiento político y dramático de la situación de secuestro político -el más famoso de la historia argentina- debe tener una explicación. La marcación rigurosamente insípida de los actores ("Bresson"), los diálogos triviales ("Rohmer"), la "distancia" ("Godard"), todo debe tener una explicación. El problema es que la película carece de entidad cinematográfica, de espesor estético, de una mínima dramaturgia, como para preocuparse por las explicaciones.
Pola Oloixarac, autora de Las teorías salvajes, me dijo que estaba pensando escribir un artículo pero que, al final, se arrepintió, por no alimentar la polémica que Fillipelli busca. Se iba a llamar "Secuestro y muerte del Nuevo Cine Argentino". Y es verdad que la "operación" de Fillipelli, de juntarse con Llinás -símbolo del nuevo cine- pero aportando a Beatriz Sarlo y un tema de su generación, podría haber sido un cóctel molotov (para usar una metáfora acorde). En cambio, se trata de un intento vano -o vanidoso- de transfusión de sangre generacional, de hacer "montoneros" alla "nuevo cine argentino", copiando los peores tics de ese cine, como la inexpresividad de los personajes y la trivialidad de los diálogos, mezclado con lo peor de su propia cosecha, como son las interminables parrafadas argumentativas de Aramburu.
Hay una escena en la que "Arrostito" sale a hablar con el casero. "Firmenich" espía por la ventana, detrás de una cortina, e intenta describirle a "Abal Medina" lo que está viendo. Ese diálogo, que expresa la dificultad que siempre hay para describir una acción, aún la más elemental, lleva la marca en el orillo de Llinás. Pero Fillipelli ni siquiera parece entender lo que está escrito en el guión, porque tras cartón, en el plano siguiente, nos muestra lo que Firmenich estaba describiendo, es decir, el diálogo de Arrostito con el casero, invalidando la propuesta de un fuera de campo enigmático e inaccesible implícita en el plano anterior. Se podría desmenusar todo el metraje con ejemplos semejantes de falta de rigor en la narración, el punto de vista, etc. Como dice Pola: "Secuestro y muerte del nuevo cine argentino". Parece que, ante el bochorno, el mismo Llinás se ha querido correr de la película.
Igualmente, el tema es apasionante. Y la ambigüedad deliberada de Fillipelli consiguió que algunos la acusen de "Aramburista" mientras otros dicen que justifica la violencia política y otros más que es un retorno de la "teoría de los dos demonios". Para mí, la película se justifica por las jugosas discusiones que motivó en estos días con Cecilia y con Pola, con Alan Pauls y Vivi Tellas, con Roberto Barandalla y Darío Schvarztein, sobre los Montoneros, sobre la entrevista a Arrostito y Firmenich en "La causa peronista", sobre la carta de Oscar del Barco (publicada aqui hace unos días), en fin, sobre cómo hablar de esos hechos. Y, también, por qué no, por proporcionar una excusa para buscar en la biblioteca el ensayo de Beatriz Sarlo en el que se supone que se basa la película, "La pasión y la excepción".
-Andrés Di Tella
foto: Enrique Piñeyro y Rafael Fillipelli en el rodaje de Secuestro y muerte.
5 comentarios:
Andrés, qué bueno leer de nuevo esta nota!
Hasta dan ganas de verla. En serio.
JLF, qué mentira...
YO LA VI EN EL BAFICI ANTERIOR. ES UNA PELICULA IRRITANTE Y REACCIONARIA.
Fui a ver la película de Filipelli con cierta expectativa. Sabia que sería controvertida, no podía ser menos que eso. Pero me dejó con una gran sensación de vacío. En eso coincido con vos: qué quiseron decir? Creo que el tema -y el mismo ensayo de Beatriz Sarlo- merecían otro tratamiento.
JLF = Jean-Luc Fillipelli JUAJAUAJUA Muy bueno!
Muy buen comentario.
Creo que puede resultar útil recordar las otras películas de ficción de Filipelli: difícil "Hay unos tipos abajo" y "El ausente" también estaban dirigidas con mucha precisión pero eran desapasionadas, y es difícil asegurar que eran realmente buenas o polémicas.
Aquí mi humilde opinión sobre SECUESTRO Y MUERTE:
http://espaciocine.wordpress.com/2010/04/18/secuestro_y_muerte/
Saludos.
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