foto: Julio Ramón Ribeyro.
martes, 18 de agosto de 2009
Diario de Lima 5
Le pregunté a un grupito de peruanos qué autor peruano había que leer. Después de algunos nombres avanzados con vacilaciones y reparos, apareció con unaminidad el de Julio Ramón Ribeyro, un escritor de la generación de Vargas Llosa y Bryce Echenique del que nunca había oído hablar. Según mi amigo Javier Corcuera, Ribeyro siempre fue de un perfil bajo casi enfermizo (no se puede decir lo mismo de sus coetáneos). El lo llegó a ver en un "homenaje" en la Casa América de Madrid, poco antes de su muerte en 1994. Ribeyro subió al estrado y sólo dijo dos palabras: "Muchas gracias". Después leyó un cuento viejo, escrito en los años 60, durante su largo exilio en París: "el mejor cuento que oí (o leí) en mi vida", dijo Corcuera. El cuento se llama "La primera nevada" (lo anoté). Ribeyro habla de su relación con un personaje del exilio peruano en Francia, un tal Torroba, un poeta que empieza por dejarle por unos días un bolso con ropa sucia y algunos papeles, después una maleta y, venciendo todas las resistencias del narrador, que sabe qué se trae entre manos, termina conviviendo en su minúscula buhardilla parisina, primero durmiendo en el piso, después compartiendo la cama y, finalmente, trayendo una amante que obliga a cederle la cama. Después de un tiempo de soportar la invasión estoicamente, un día de invierno el narrador/Ribeyro decide cambiar la cerradura y dejar a Torroba afuera. Lo escucha suplicar del otro lado de la puerta, resuelto a no abrir. Torroba le promete todo lo prometible, apela alternativamente a su humanidad y lo insulta. Justo cuando Ribeyro está por ceder una vez más, se da cuenta de que Torroba se ha ido. Desde la ventana lo ve alejarse por la calle, sin abrigo, bajo "la primera nevada" del invierno. Menos por lástima que porque de golpe cae en la cuenta de que lo va a extrañar, Ribeyro empieza a gritarle para que vuelva, que se puede quedar todo lo que quiera. Pero Torroba se va, dejándolo con una sensación de vacío insoportable. Corcuera se emocionó al recordar el cuento: "Es que estaba hablando de mí. Yo hace 23 años que vivo en Madrid. Pero no sé cuál de los dos personajes era yo". Lo más increíble, agregó, es que esa noche de comienzo de los años 90, en la presentación de Madrid, Ribeyro terminó la lectura y, después de los aplausos de rigor, se quedó callado, mirando al público: "Y ahí está", dijo de pronto. Todos se dieron vuelta y, en medio de la sala repleta, se levantó un viejito. "Juro que es verdad", dijo Corcuera.
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4 comentarios:
Qué bueno que los amigos te hayan llevado hasta Ribeyro. Además de muchos cuentos geniales, escribió por décadas un Diario (1950-1978) que se editó completo no hace mucho, con el acertado título de "La tentación del fracaso". Algunas entradas son, del todo, memorables. Aquí un fragmento, que saco entre muchos que he marcado, para que pulses el tono:
"Pero esta vez es también posible que todo lo que necesité hace poco --dinero, departamento, automóvil-- llegue demasiado tarde".
Una historia de terror, que me contaron en Lima poco antes de su muerte: Julio Ramón ya no vivía con su esposa, sino con otra mujer. Dejaba mucho textos inéditos en un disco duro, incluyendo el Diario de los últimos años. En la clínica, antes de morir, preocupado por el destino de sus textos amenazados por la que sería pronto su viuda oficial, le encomendó a un amigo que fuera a casa y copiara todo el disco. El amigo fue, con toda la buena intención, pero sin mucho saber informático. No consiguió copiar nada. La memoria de la computadora cayó poco después en las garras de Ella.
Abrazos, maestro.
Paul
Pablo Jason dijo...
increiiible la historia de Ribeyro. me encanto!
No te pierdas las Prosas Apátridas: lo mejor de lo mejor.
Firbinsky: qué tentación ese título, "La tentación del fracaso", te imaginarás...
Desgraciadamente, la recomendación de Ribeyro me llegó en mi última noche limeña y en el aeropuerto estaba la obra completísima de Varguitas y varios volúmenes de Bryce, algo de Roncagliolo también, pero de Ribeyro nada. Buscaré en Buenos Aires. Tengo una debilidad incurable por los libros inhallables...
Pablo: la historia de Ribeyro es real. ¡Me la contó un documentalista! jua jua
Estrella: "prosas apátridas", anotado. Gracias x el dato.
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