lunes, 30 de agosto de 2010
viernes, 27 de agosto de 2010
correspondencia
Después de la proyección de El país del diablo, la semana pasada, me escribió Magdalena Jitrik:
Hola Andrés, era para decirte cuánto me gustó la película y cuán oportuno fue verla, porque se agrega como dato a una muestra que estoy preparando que se titula Templo, en donde reuno una serie de cosas relacionadas de alguna manera con el País del Diablo.
Para colmo, mi papá que nació de una familia judía rusa inmigrantes por ahí por Pigüe, y mi mamá cuya rama familiar por el lado de mi abuela, lleva dos apellidos difíciles de llevar: Baigorria y Zeballos, no sabe si son exactamente esos Baigorria y Zeballos pero los sospecha seguramente involucrados en ese pasado.
Mucho para pensar y decir, ahora me limito a preguntar si existe alguna manera de leer esos papeles firmados por Namuncura? Tal vez pudiera extraer algún párrafo de allí como prólogo para mi expo.
felicitaciones!
magda
Mi respuesta:
Magda: Entre mis papeles (docs electrónicos, qué tristeza...) encontré estas notas.
Magda: Entre mis papeles (docs electrónicos, qué tristeza...) encontré estas notas.
Atardecer en Salinas Grandes. Narrador lee en off última carta de Manuel Namuncurá.
Todos los caciques tenían su archivo. Pero el de Namuncurá, que encontró Zeballos, es el único que llegó hasta nosotros. En su última carta (desde Salinas Grandes), el cacique Namuncurá acusa al Gobierno Nacional de violar el tratado de paz firmado:
“Por lo que estoy entretenido suponiendo que deberá ser alguna traición por lo que estando en este trabajo me vino a pisar el campo, en cautivar familias y pasar por las armas a mis indios. Mi finado padre Calfucurá era hombre de condición de adivino, que yo no tengo tal condición y no puedo adivinar el futuro, pero mi finado padre me ha dejado el cargo de Gobierno de todas sus tribus y gobierno por Dios que me sostiene que si Dios permite podrá castigar aquellos hombres que me traicionan; y espero que en Dios me ha de ayudar en el triunfo; que si Dios no permite que salga victorioso, entonces podremos morir todos nosotros, que después de muertos no sentiremos nada”.
Carta firmada por el Cacique Manuel Namuncurá, en Salinas Grandes, el 5 de febrero de 1878.
Ver más sobre El país del diablo
jueves, 26 de agosto de 2010
una cruza
La semana pasada murió Hugo Guerrero Martinheitz, el legendario locutor radial, aka El Peruano Parlanchín. Durante mucho tiempo, yo fui un fiel "radioescucha", como nos denominaba Martinheitz (siempre preferí la radio a la tele). Martinheitz tenía un criterio muy ecléctico para pasar música, siempre rigurosamente fuera de moda, es decir, sacrificando la payola de las novedades discográficas. Entre una canción de Tony Bennett y otra de Paco Ibáñez, elaboraba largos soliloquios (de ahí su apodo) en los que, a menudo, perdía él mismo la hilación de lo que estaba diciendo, sin por eso dejar ni un minuto de hipnotizar a los oyentes, con aquella entrañable cadencia peruana (una vez lo conocí en persona y descubrí que su modo de hablar, tan arquetípico, era una exageración o, mejor dicho, una actuación). De pronto, se interrumpía con unos efectos sonoros muy caseros, como si tuviera un detector de oyentes: "TRAC TRAC... alguien más clavó la sintonía en El Show del Minuto por Radio Splendid..." O empezaba a sonar un teléfono que nadie atendía. Siempre me quedó la duda si se trataba de llamadas reales o no. En todo caso, daba la sensación de que estaba en un estudio improvisado en su propia casa, sin técnicos, él mismo su propio operador. Así me lo imaginaba. Martinheitz también leía cuentos, como nadie. Tengo un recuerdo lejano pero muy nítido de haber escuchado Una cruza de Franz Kafka, en su voz. Otra vez, años después, iba manejando y tuve que estacionar un rato para seguir escuchando hasta el final el cuento que estaba leyendo (El guardagujas de Juan José Arreola, lo recuerdo). Quise hacerle una especie de homenaje en mi película Fotografías. Escribí una escena en la que recordaba aquella lectura de Una cruza. Pero, como suele pasar con tantas ideas, quedó en el tintero y no la llegué a filmar. Qué pena. Ahora que ya no está entre nosotros, lo evoco trascribiendo aquella escena "inédita".
-Andrés Di Tella
Sobre fondo negro: R DE RAZA
DETALLES DE APARATO DE RADIO
Parlante de aparato de radio de los 70. Se oye la voz del relator Hugo Guerrero Martinheitz leyendo un relato de Kafka, “La cruza”. Ahora vemos a Guerrero Martinheitz, una mezcla de razas latinoamericanas pugnando en su rostro y su acento argentino-peruano.
Guerrero Martinheitz:
Tengo un animal singular, mitad gatito, mitad cordero. Lo heredé con una de las propiedades de mi padre. Sin embargo, sólo se desarrolló en mi tiempo, pues antes tenía más de cordero que de gatito. Ahora participa de ambas naturalezas por igual. Del gato, la cabeza y las uñas; del cordero, el tamaño y la figura; de ambos, los ojos, salvajes y encendidos…
Voz de Andrés off:
Voz de Andrés off:
Una vez escuché en la radio un cuento de Kafka, “Una cruza”. El final me pareció terrorífico, casi un vaticinio que debía tomar personalmente: “Tal vez el cuchillo del carnicero fuese una liberación para este animal, pero como lo he recibido en herencia debo negárselo. Por eso tendrá que esperar a que el aliento le falte de por sí, a pesar de que, a veces, me mire con ojos humanos, inteligentes, que incitan a obrar inteligentemente.”
EXT DIA CALLE LONDRES
Un inglés de mediana edad, entrevistado por la calle, expresa su odio a los inmigrantes negros o chinos o paquistaníes o hindúes.
INT DIA DEPTO DE ANDRES
Primer plano de Andrés mirando a cámara, o mejor dicho, exponiendo su rostro para ser observado.
Después, lo vemos revisando las hojas de un antiguo volumen de tapas verdes, denominado “Razas del mundo”.
DETALLES DE GRAFICA
Desfilan imágenes de rostros de diversos orígenes étnicos, tanto en fotografías como en dibujos e ilustraciones varias provenientes del libro.
Voz de Andrés off:
EXT DIA CALLE LONDRES
Un inglés de mediana edad, entrevistado por la calle, expresa su odio a los inmigrantes negros o chinos o paquistaníes o hindúes.
INT DIA DEPTO DE ANDRES
Primer plano de Andrés mirando a cámara, o mejor dicho, exponiendo su rostro para ser observado.
Después, lo vemos revisando las hojas de un antiguo volumen de tapas verdes, denominado “Razas del mundo”.
DETALLES DE GRAFICA
Desfilan imágenes de rostros de diversos orígenes étnicos, tanto en fotografías como en dibujos e ilustraciones varias provenientes del libro.
Voz de Andrés off:
Desde chico, siempre tuve un interés malsano por la fisionomía y los tipos étnicos. Secretamente, evaluaba cada cara que veía para deducir su origen étnico. Me interesaban particularmente las personas que no me resultaba fácil identificar. En algún momento empezé a pensar por qué tipos podría pasar yo: Griego. Turco tal vez. O brasilero. Persa. Siciliano… En Inglaterra, una vez fui a una fiesta de disfraces disfrazado de “griego antiguo”, con una sábana. Todos creyeron que iba de Mahatma Gandhi.
martes, 24 de agosto de 2010
pitch
viernes, 20 de agosto de 2010
Pacto de silencio
Marcos López me envía desde Francia este texto inédito, que estará en el nuevo libro retrospectivo
MARCOS LOPEZ / FOTOGRAFIAS Y TEXTOS 1978/2010
de próximo lanzamiento en Argentina.
por Marcos López
Un manto de olvido cubre el pacto de silencio. El manto es un envoltorio. Gomoso, elástico, como esas microtelas de film poliéster que se usan para guardar comidas en el freezer. El pacto, en realidad, son muchos pactos: matrimonios que conviven sin amor, traiciones de mayor o menor calibre, frustraciones, complicidades... Como un tejido molecular, la suma de los pactos conforma una red, un grupo social. La mismísima patria. El plástico los envuelve como si fueran sándwiches de miga y terminan siendo un pegote: el jamón se funde con el pan y con el queso.
Uno negocia. Pero el miedo y la culpa se incrementan. Aparecen materializados en sensaciones corporales: un gusto ácido en la garganta, como a bilis, que de repente baja y se instala en un ardor en el estómago. Luego sube y se transforma en una molestia punzante en el pecho. Pesadillas. Persecuciones. No está claro a quién se traiciona, pero uno está seguro deser un traidor. No lo leí, pero me parece que "Crimen y Castigo" tiene que ver con esto.
Así es la cosa con los textos. Las palabras, mientras sean sinceras y suenen bien, con armonía, con musicalidad, pueden ir y venir. Hay cierto margen de ambigüedad. Existen los sinónimos. Si una palabra no funciona se pone otra. La imagen es otra cosa. Sobre todo si se trata de retratos. No hay espacio para andar dando vueltas ni se pueden poner adjetivos. El secreto es estar alerta cuando se presenta un encuentro. Prestar atención a la intensidad de la mirada, los gestos, la posición de las manos.
Yo creo que a esta altura del partido, no es necesario hacer doscientas fotos en el oeste americano, como hizo Richard Avedon, para decir lo que hay que decir. Con hacer algunos pocos retratos, bien hechos, que hablen de dos o tres sentimientos básicos, centrales, alcanza.
Los objetos, ayudan formalmente en la composición, pero también simbolizan cosas. Por ejemplo, en el retrato de Rogerio, el avión es un avión, pero también es una ofrenda, un objeto de deseo y un misil. El yugo en el cuello ya se sabe lo que significa. Y en cuanto al color, el rojo del fondo tiene la contundencia de los clásicos. Se potencian mutuamente con el color de la piel del modelo: negro violáceo. Bemba colorá. Carioca transpirado. Yoruba profundo. Cubano auténtico. Haitiano verde oscuro. Marimba. Katinga. Kilombo. Candomblé.
Las puestas en escena -por los menos las que hago yo- no son más que retratos teatralizados de personas. Los siete hombres que están caracterizados de médicos, enfermeros y el perito balístico que esta a la derecha en la foto de la autopsia, miran a cámara con la emoción de estar allí, a treinta centímetros de una hermosa joven desnuda, maquillada, mutilada. Inaccesible. Y también está esa cuestión del aquí y ahora tan propio de la fotografía misma. Generar un clima para captar la emoción de ese momento es uno de los secretos para hacer una buena foto: solamente hay que decirle a los modelos que no hagan nada, que no actúen, que no respiren y que se queden quietos. No son actores. Seguramente es la primera vez en sus vidas que están en una situación así. Aceptan el juego de cumplir un rol. El disfraz (el vestuario) es un recurso para desentrañar los sentimientos más profundos. Son mozos de bar, taxistas, plomeros, un profesor de la universidad, un par de artistas plásticos. Da lo mismo. Cuando miran a cámara, todo se deshace. Se desintegra el personaje y sus ojos hablan de lo único que se puede hablar en este paso por la vida. Nada nuevo. Lo mismo que repiten todas las letras de tango: la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.
Otra cosa importante es el contexto. El momento y el lugar donde sucede todo. La realidad. La escena, la emoción que aflora en la mirada y los gestos del grupo en cuestión, sucede en mi estudio de la calle Finochietto, en el barrio de Barracas. En un tiempo de post-producción digital donde puedo usar -casi- la misma tecnología que en el Norte pero con caballos flacos, tirando carros que juntan botellas, metales y cartones, pasando por la puerta. A diez minutos de taxi de la Casa Rosada, y a poco más de diez cuadras de Puerto Madero, donde está el pretencioso e inútilmente aerodinámico puente Calatrava.
Pero todo sea por la cultura y el progreso...
El problema es que he visto -con mis propios ojos y muchas veces- en la vereda de los coquetos restoranes que están uno al lado del otro al lado a los costados de ese mismo puente, a familias enteras, con niños, disputándose comida de la basura, apurándose antes de que la retire el camión recolector.
Me enojo porque estoy convencido de que así no se puede. Si no se reparte un poco, no se puede. Siempre agradezco cuando paro en los semáforos de la Avenida 9 de Julio, que en vez de pedirme una moneda por limpiarme el parabrisas delantero, los muchachos no me degüellen, me coman el hígado y se lleven el auto con mi esposa adentro como cautiva, hacia las villas miseria de la periferia. El otro Buenos Aires. Y encima los muchachos te dicen: "Gracias, que Dios lo bendiga".
Entonces, en el fondo, "La autopsia" es un documento. Por más adornos, cambios, retoques digitales, ensayos, pruebas, errores, las citas a Rembrandt, a la foto del Che muerto en Bolivia. "La muerta es la patria joven", me dijo Carlos Masoch, el que actúa de cirujano, cuando le mostré la foto terminada. Las ilusiones de un país que no pudo ser.
Una generación quebrada. Cercenada. Una autopsia mal hecha de una muerte evitable. Una autopsia inútil, trucha, clandestina, perversa, desalmada. Y la sangre ni siquiera es sangre. La sangre es tinta roja. Un maquillaje. Un simulacro. La puesta en escena del dolor. Una ceremonia que me permite materializar en una imagen los sentimientos más íntimos. Entonces, por una sumatoria de trabajo, magia, fe, voluntad y alquimia, la tinta roja se convierte en la sangre de todas las sangres. La sangre del enfermo que cura al enfermero. La sangre de Liliana Maresca. La sangre de mi hermano que no pudo vivir y la sangre de Violeta que no pudo nacer.... y también la sangre derramada en la franja de Gaza que vi una vez en la tapa del diario Clarín, en un bar cerca de mi casa. Un error técnico, decía el epígrafe. Así de simple. Está escrito en el diario. Miro la cara, el gesto del padre, enarbolando ese bebé envuelto en trapos, en la foto de Gaza. Los gritos congelados por el clic de la foto. El sentimiento se vuelve insostenible. Me pido otro Fernet Branca con soda y hielo con absoluta conciencia de que lo hago para evadirme, que es inútil, que no me hace bien, pero lo pido igual y me pongo a mirar para afuera. Llueve. Más bien garúa. Estoy en la mejor mesa para mirar al Parque Lezama. Siento que me da lo mismo que quieran cerrar el histórico Bar Británico que está enfrente. Desde mucho antes, yo ya venía a este bar, El Hipopótamo. Me da un poco de lástima por Horacio González y por Eduardo Grossman que tanto les gustaba El Británico; pero a mí, la verdad, me da lo mismo. Además, me gusta más la vista que hay del parque desde este lado, en diagonal.
Miro a la gente. Los turistas. Los cartoneros. Todo interacciona con calma y en equilibrio. Los problemas del mundo están más lejos. Ya estoy medio en pedo y automáticamente aparecen imágenes de cosas lindas. Es el atardecer, casi de noche. Recuerdo canciones: los travestis que van y vienen por la esquina de Ipiranga y la avenida São João. Me acuerdo del año pasado, cuando fuimos con Lena y los niños a La Habana, a visitar a mis suegros que no tienen lugar en la casa para hospedarnos, y por eso nos quedamos en elHotel Riviera, en una habitación de un piso bien alto, con grandes ventanales que daban al malecón. Un día me pasé un rato largo mirando un plano secuencia sin sonido; algo maravilloso que el cine nunca jamás podrá conseguir, ni soñar, ni imitar, ni lograr. Esa emoción máxima que es la realidad misma fluyendo en tiempo real: las olas cayendo sobre la vereda y la calle, el mar, el horizonte, los carros Lada yendo y viniendo a la misma velocidad, algunas motos con sidecar, una chica sola, morena, con un cabello largo y ondulado que a la distancia y con el viento se ve maravilloso, mirando el mar por un tiempo increíblemente largo y un grupete de turistas jóvenes, tontos, que la interrumpen, tratan de seducirla, se hacen los graciosos y quiebran ese momento sagrado. Una manga de estúpidos.
Como dice mi amigo Roberto Fernández: "El rey está desnudo".
Todo está a la vista y todo termina siendo un juego de palabras. Y como dijo Vinicius de Moraes: "Casémonos, pero después de carnaval".
Por eso a mí me gusta acá. Latinoamérica. Buenos Aires. Me gusta lo cercano. Tengo mis bares, mi casa, mi barrio, y por suerte no tengo que hablar inglés. Y hago lo que me da la gana. Reescribo las memorias del subdesarrollo. Me apropio de la poesía ajena. Me puedo desdoblar: soy el río, la jangada, las aguas de marzo. El personaje de Horacio Quiroga, que delira moribundo tirado en el piso de la canoa que deriva por el alto Paraná. El hombre que le ruega al río Manzanares que lo deje pasar porque su madre enferma lo mandó a llamar. La piragua de Guillermo Cubillos, que impasible desafiaba la tormenta, y en las noches a los remos arrancaban un melódico rugir de hermosa cumbia.
MARCOS LOPEZ / FOTOGRAFIAS Y TEXTOS 1978/2010
de próximo lanzamiento en Argentina.
por Marcos López
Un manto de olvido cubre el pacto de silencio. El manto es un envoltorio. Gomoso, elástico, como esas microtelas de film poliéster que se usan para guardar comidas en el freezer. El pacto, en realidad, son muchos pactos: matrimonios que conviven sin amor, traiciones de mayor o menor calibre, frustraciones, complicidades... Como un tejido molecular, la suma de los pactos conforma una red, un grupo social. La mismísima patria. El plástico los envuelve como si fueran sándwiches de miga y terminan siendo un pegote: el jamón se funde con el pan y con el queso.
Uno negocia. Pero el miedo y la culpa se incrementan. Aparecen materializados en sensaciones corporales: un gusto ácido en la garganta, como a bilis, que de repente baja y se instala en un ardor en el estómago. Luego sube y se transforma en una molestia punzante en el pecho. Pesadillas. Persecuciones. No está claro a quién se traiciona, pero uno está seguro deser un traidor. No lo leí, pero me parece que "Crimen y Castigo" tiene que ver con esto.
Así es la cosa con los textos. Las palabras, mientras sean sinceras y suenen bien, con armonía, con musicalidad, pueden ir y venir. Hay cierto margen de ambigüedad. Existen los sinónimos. Si una palabra no funciona se pone otra. La imagen es otra cosa. Sobre todo si se trata de retratos. No hay espacio para andar dando vueltas ni se pueden poner adjetivos. El secreto es estar alerta cuando se presenta un encuentro. Prestar atención a la intensidad de la mirada, los gestos, la posición de las manos.
Yo creo que a esta altura del partido, no es necesario hacer doscientas fotos en el oeste americano, como hizo Richard Avedon, para decir lo que hay que decir. Con hacer algunos pocos retratos, bien hechos, que hablen de dos o tres sentimientos básicos, centrales, alcanza.
Los objetos, ayudan formalmente en la composición, pero también simbolizan cosas. Por ejemplo, en el retrato de Rogerio, el avión es un avión, pero también es una ofrenda, un objeto de deseo y un misil. El yugo en el cuello ya se sabe lo que significa. Y en cuanto al color, el rojo del fondo tiene la contundencia de los clásicos. Se potencian mutuamente con el color de la piel del modelo: negro violáceo. Bemba colorá. Carioca transpirado. Yoruba profundo. Cubano auténtico. Haitiano verde oscuro. Marimba. Katinga. Kilombo. Candomblé.
Las puestas en escena -por los menos las que hago yo- no son más que retratos teatralizados de personas. Los siete hombres que están caracterizados de médicos, enfermeros y el perito balístico que esta a la derecha en la foto de la autopsia, miran a cámara con la emoción de estar allí, a treinta centímetros de una hermosa joven desnuda, maquillada, mutilada. Inaccesible. Y también está esa cuestión del aquí y ahora tan propio de la fotografía misma. Generar un clima para captar la emoción de ese momento es uno de los secretos para hacer una buena foto: solamente hay que decirle a los modelos que no hagan nada, que no actúen, que no respiren y que se queden quietos. No son actores. Seguramente es la primera vez en sus vidas que están en una situación así. Aceptan el juego de cumplir un rol. El disfraz (el vestuario) es un recurso para desentrañar los sentimientos más profundos. Son mozos de bar, taxistas, plomeros, un profesor de la universidad, un par de artistas plásticos. Da lo mismo. Cuando miran a cámara, todo se deshace. Se desintegra el personaje y sus ojos hablan de lo único que se puede hablar en este paso por la vida. Nada nuevo. Lo mismo que repiten todas las letras de tango: la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.
Otra cosa importante es el contexto. El momento y el lugar donde sucede todo. La realidad. La escena, la emoción que aflora en la mirada y los gestos del grupo en cuestión, sucede en mi estudio de la calle Finochietto, en el barrio de Barracas. En un tiempo de post-producción digital donde puedo usar -casi- la misma tecnología que en el Norte pero con caballos flacos, tirando carros que juntan botellas, metales y cartones, pasando por la puerta. A diez minutos de taxi de la Casa Rosada, y a poco más de diez cuadras de Puerto Madero, donde está el pretencioso e inútilmente aerodinámico puente Calatrava.
Pero todo sea por la cultura y el progreso...
El problema es que he visto -con mis propios ojos y muchas veces- en la vereda de los coquetos restoranes que están uno al lado del otro al lado a los costados de ese mismo puente, a familias enteras, con niños, disputándose comida de la basura, apurándose antes de que la retire el camión recolector.
Me enojo porque estoy convencido de que así no se puede. Si no se reparte un poco, no se puede. Siempre agradezco cuando paro en los semáforos de la Avenida 9 de Julio, que en vez de pedirme una moneda por limpiarme el parabrisas delantero, los muchachos no me degüellen, me coman el hígado y se lleven el auto con mi esposa adentro como cautiva, hacia las villas miseria de la periferia. El otro Buenos Aires. Y encima los muchachos te dicen: "Gracias, que Dios lo bendiga".
Entonces, en el fondo, "La autopsia" es un documento. Por más adornos, cambios, retoques digitales, ensayos, pruebas, errores, las citas a Rembrandt, a la foto del Che muerto en Bolivia. "La muerta es la patria joven", me dijo Carlos Masoch, el que actúa de cirujano, cuando le mostré la foto terminada. Las ilusiones de un país que no pudo ser.
Una generación quebrada. Cercenada. Una autopsia mal hecha de una muerte evitable. Una autopsia inútil, trucha, clandestina, perversa, desalmada. Y la sangre ni siquiera es sangre. La sangre es tinta roja. Un maquillaje. Un simulacro. La puesta en escena del dolor. Una ceremonia que me permite materializar en una imagen los sentimientos más íntimos. Entonces, por una sumatoria de trabajo, magia, fe, voluntad y alquimia, la tinta roja se convierte en la sangre de todas las sangres. La sangre del enfermo que cura al enfermero. La sangre de Liliana Maresca. La sangre de mi hermano que no pudo vivir y la sangre de Violeta que no pudo nacer.... y también la sangre derramada en la franja de Gaza que vi una vez en la tapa del diario Clarín, en un bar cerca de mi casa. Un error técnico, decía el epígrafe. Así de simple. Está escrito en el diario. Miro la cara, el gesto del padre, enarbolando ese bebé envuelto en trapos, en la foto de Gaza. Los gritos congelados por el clic de la foto. El sentimiento se vuelve insostenible. Me pido otro Fernet Branca con soda y hielo con absoluta conciencia de que lo hago para evadirme, que es inútil, que no me hace bien, pero lo pido igual y me pongo a mirar para afuera. Llueve. Más bien garúa. Estoy en la mejor mesa para mirar al Parque Lezama. Siento que me da lo mismo que quieran cerrar el histórico Bar Británico que está enfrente. Desde mucho antes, yo ya venía a este bar, El Hipopótamo. Me da un poco de lástima por Horacio González y por Eduardo Grossman que tanto les gustaba El Británico; pero a mí, la verdad, me da lo mismo. Además, me gusta más la vista que hay del parque desde este lado, en diagonal.
Miro a la gente. Los turistas. Los cartoneros. Todo interacciona con calma y en equilibrio. Los problemas del mundo están más lejos. Ya estoy medio en pedo y automáticamente aparecen imágenes de cosas lindas. Es el atardecer, casi de noche. Recuerdo canciones: los travestis que van y vienen por la esquina de Ipiranga y la avenida São João. Me acuerdo del año pasado, cuando fuimos con Lena y los niños a La Habana, a visitar a mis suegros que no tienen lugar en la casa para hospedarnos, y por eso nos quedamos en elHotel Riviera, en una habitación de un piso bien alto, con grandes ventanales que daban al malecón. Un día me pasé un rato largo mirando un plano secuencia sin sonido; algo maravilloso que el cine nunca jamás podrá conseguir, ni soñar, ni imitar, ni lograr. Esa emoción máxima que es la realidad misma fluyendo en tiempo real: las olas cayendo sobre la vereda y la calle, el mar, el horizonte, los carros Lada yendo y viniendo a la misma velocidad, algunas motos con sidecar, una chica sola, morena, con un cabello largo y ondulado que a la distancia y con el viento se ve maravilloso, mirando el mar por un tiempo increíblemente largo y un grupete de turistas jóvenes, tontos, que la interrumpen, tratan de seducirla, se hacen los graciosos y quiebran ese momento sagrado. Una manga de estúpidos.
Como dice mi amigo Roberto Fernández: "El rey está desnudo".
Todo está a la vista y todo termina siendo un juego de palabras. Y como dijo Vinicius de Moraes: "Casémonos, pero después de carnaval".
Por eso a mí me gusta acá. Latinoamérica. Buenos Aires. Me gusta lo cercano. Tengo mis bares, mi casa, mi barrio, y por suerte no tengo que hablar inglés. Y hago lo que me da la gana. Reescribo las memorias del subdesarrollo. Me apropio de la poesía ajena. Me puedo desdoblar: soy el río, la jangada, las aguas de marzo. El personaje de Horacio Quiroga, que delira moribundo tirado en el piso de la canoa que deriva por el alto Paraná. El hombre que le ruega al río Manzanares que lo deje pasar porque su madre enferma lo mandó a llamar. La piragua de Guillermo Cubillos, que impasible desafiaba la tormenta, y en las noches a los remos arrancaban un melódico rugir de hermosa cumbia.
martes, 17 de agosto de 2010
La autopsia (by Marcos López)
Marcos López leyó una de mis últimas entradas, Experiencias del documental (2), donde cuento la visita que hizo al taller del año pasado el artista/cineasta/fotógrafo Leandro Katz. Ahora, me manda una obra suya inspirada en la fotografía del cadaver del Che (por Freddy Alborta) que Katz rescató en su film El día que me quieras:
EXPERIENCIAS DEL DOCUMENTAL: LA AUTOPSIA es una puesta en escena a partir del DOCUMENTO de Freddy Alborta y una cita a Rembrant, obviamente. ...Finalmente, LA AUTOPSIA es una situación teatral, con influencias de la pintura, que es un documento (subjetivo?) de una época. Carlos Masoch, el que actua de cirujano, cuando vió la foto terminada dijo: "La muerta es la patria joven. Las ilusiones de un pais que no pudo ser"…
...el pañal se lo puse porque me interesaba la textura del plástico, como un calzón, un envoltorio, y también por un acto de autocensura, porque de daba verguenza decirle a la chica, que no era actriz profesional, sino una artista plástica, que se quedara desnuda total delante de todos esos buitres...
-Marcos
Ja! Sí, es que esos tipos tienen una facha de buitres y, probablemente, lo sean en realidad. Y el detalle visual del pañal y el detalle práctico de la autocensura, para proteger a la modelo de los buitres, saca a relucir -justamente- su caracter de... buitres. Y, como fuimos nosotros los primeros en fijarnos en el pañal, también se revela nuestro propio carácter de... buitres. Y algo de eso mismo, calculo, pasa con la foto del Che Guevara....
-Andrés
"siempre ves bien" / pero a veces ves otra cosa, opuesta, de lo que yo quise mostrar. Quise mostrar, y para eso estuvimos varias semanas ensuciando, chorreando, transpirando, echandole chorros de mugre, para que se sienta una autopsia trucha, clandestina, perversa, desigual, ilegal... Para que?....
Si el resultado de esa autopsia no le interesa nadie. O ya lo saben todos y es nada mas que un tramite burocratico, y simplemente vuelven a repetir esa ceremonia de asquerosos vouyers, para calmar su sed de sangre... de corte. de extraccion. de vaciamiento. de sutura mal hecha. de ritual masculino grupal.
la autopsia de los ideales de una juventud, de un pais que no pudo ser.
mejor me voy a dormir. Los acentos se han evitado porque es la madrugada, esta oscuro, y en macintosh los acentos es una combinacion de dedos: manzanita / alt / y la letra E, creo...
-Marcos
releo, y aclaro, que me parece raro que veas que todo parece muy aseptico... (tengo algo de barroco churrigueresco, cusqueño. tengo la necesidad de repetir, de aclarar, de remarcar, todo, por lo menos dos veces.)
-Marcos
Ja, se "ve" que NO "siempre veo bien"... En realidad, escribí lo de "asepsia" en piloto automático, sin mirar un carajo, por asociación de ideas recibidas: quirófano = aséptico. En mi defensa, había estado mirando la foto -si eso se puede llamar mirar- en la reproducción microscópica de facebook, cuando entiendo que el original ocupa media pared. Pero la verdad es que no miré. Me quedé en el pañal y lo que NO veía. Miro de nuevo y no, ninguna asepsia, todo lo contrario. El trabajo de ensuciar valió la pena, quédese tranquilo, descanse en paz. Digo... Igual, aunque el contexto es efectivamente todo lo contrario de lo que yo indiqué con el "aséptico" ese, la sensación que quería trasmitir subsiste, con la pregunta: "¿qué más esconde el pañal?"
Me gusta mucho la idea de "autopsia trucha etc" y, sobre todo, el adjetivo inesperado: "desigual".
De más está decir quiénes son los asquerosos voyeurs...
Tú, hipócrita lector, mi semejante, mi hermano...
Y ahora me doy cuenta: la presencia de Carlos Masoch en una morgue me trajo el recuerdo de Carlos Masoch en una morgue. Hace más de 10 años, filmé unas escenas de una película, con Masoch, en la morgue (vacía) del Hospital Borda, que fue donde él vio por última vez a su padre. Cuando escribí la palabra "aséptico" no estaba mirando tu foto, estaba viendo aquella escena.
De cualquier manera, lo tomo como una lección sobre cómo vemos las cosas en realidad, siempre habitados por fantasmas.
... y yo hace como un mes que estoy en Francia, y escribo al reves la u de la palabra voyeur. Es lo que mas me duele de todo este intercambio tan enriquecedor. El complejo de inferioridad que tengo en mi relacion con los idiomas. (sobretodo tratandose de un dialogo contigo, que manejas un ingles casi perfecto con ese acento british, que te sienta tan natural...) El pañal soy yo. pudoroso. Cuidadoso. Un poco reprimido, tal vez. Pero con la frente alta. En casa, el libro retrospectivo de Mapplettorphe, lo tengo escondido en el ropero, atras de las frazadas. para que no lo miren mis niños, que son pequeños y no lo mire mi mama cuando viene de visita desde santa fe. me parece que no es necesario, que no les haria bien.
-Marcos
"Nadie rebaje a lágrima o reproche... "
Pido disculpas de antemano por rebajar el nivel de esta conversación -donde lo más significativo fue quizás tu confesión de autocensura y mi confesión de estar hablando de fotos sin mirar- al ponerme ahora a citar lecturas eruditas. Justo estaba leyendo un texto sobre Aby Warburg, aquel famoso historiador de arte que enloqueció. Warburg decía que "el buen Dios está en los detalles". Y Georges Didi-Huberman glosa: "¿Tendrá el buen Dios del aforismo warburgiano algo de genio maligno, algo del poder de los fantasmas? No nos aporta, en efecto, ni la omnividencia, ni la omnisciencia que esperaría un positivista. Los detalles no se revelan significativos sino en su carácter de portadores de incertidumbre, de no-saber, de desorientación".
EXPERIENCIAS DEL DOCUMENTAL: LA AUTOPSIA es una puesta en escena a partir del DOCUMENTO de Freddy Alborta y una cita a Rembrant, obviamente. ...Finalmente, LA AUTOPSIA es una situación teatral, con influencias de la pintura, que es un documento (subjetivo?) de una época. Carlos Masoch, el que actua de cirujano, cuando vió la foto terminada dijo: "La muerta es la patria joven. Las ilusiones de un pais que no pudo ser"…
-Marcos.
Marcos: una vez dicho es una obviedad pero no se me había ocurrido -la obviedad- que tus fotos son muchas veces "situaciones teatrales". Pienso entonces: en el teatro los actores salen al escenario disfrazados. Y me doy cuenta que tus fotos son una fiesta de disfraces. Y asi como en la fiesta de disfraces -pero en el teatro también- uno trata de adivinar quién está detrás del disfraz, tus fotos me hacen pensar en la relación entre el actor y el disfraz, o entre el modelo y el papel, o entre la persona y la persona (etimología griega: máscara). Y ese disfraz artificial, o exagerado, de cirujano o de Ceferino, me remite a los disfraces más sutiles, pero disfraces al fin, que usamos todos en la vida. O los disfraces que nos dejamos poner. Pero me fui al carajo...
Volviendo a la foto, a mí lo que me llamó la atención es: el pañal de la finada.
-Andrés
...el pañal se lo puse porque me interesaba la textura del plástico, como un calzón, un envoltorio, y también por un acto de autocensura, porque de daba verguenza decirle a la chica, que no era actriz profesional, sino una artista plástica, que se quedara desnuda total delante de todos esos buitres...
-Marcos
Ja! Sí, es que esos tipos tienen una facha de buitres y, probablemente, lo sean en realidad. Y el detalle visual del pañal y el detalle práctico de la autocensura, para proteger a la modelo de los buitres, saca a relucir -justamente- su caracter de... buitres. Y, como fuimos nosotros los primeros en fijarnos en el pañal, también se revela nuestro propio carácter de... buitres. Y algo de eso mismo, calculo, pasa con la foto del Che Guevara....
-Andrés
...
-Marcos
Y así como el pañal me hizo pensar en lo que no podemos ver -mucho más que si viéramos todo- también, extrañamente, me hizo pensar en la muerte, de una manera... pragmática. Es casi como un inesperado detalle de verosimilitud. Nunca vi un cadaver en una morgue. Me entra, entonces, la duda: ¿será que los muertos... no controlan esfínteres? Quiero decir... ¿habrá... no sé... líquidos... sustancias viscosas? Todo parece muy aséptico, pero... ¿qué más esconde el pañal?
-Andrés
"siempre ves bien" / pero a veces ves otra cosa, opuesta, de lo que yo quise mostrar. Quise mostrar, y para eso estuvimos varias semanas ensuciando, chorreando, transpirando, echandole chorros de mugre, para que se sienta una autopsia trucha, clandestina, perversa, desigual, ilegal... Para que?....
Si el resultado de esa autopsia no le interesa nadie. O ya lo saben todos y es nada mas que un tramite burocratico, y simplemente vuelven a repetir esa ceremonia de asquerosos vouyers, para calmar su sed de sangre... de corte. de extraccion. de vaciamiento. de sutura mal hecha. de ritual masculino grupal.
la autopsia de los ideales de una juventud, de un pais que no pudo ser.
mejor me voy a dormir. Los acentos se han evitado porque es la madrugada, esta oscuro, y en macintosh los acentos es una combinacion de dedos: manzanita / alt / y la letra E, creo...
-Marcos
releo, y aclaro, que me parece raro que veas que todo parece muy aseptico... (tengo algo de barroco churrigueresco, cusqueño. tengo la necesidad de repetir, de aclarar, de remarcar, todo, por lo menos dos veces.)
-Marcos
Ja, se "ve" que NO "siempre veo bien"... En realidad, escribí lo de "asepsia" en piloto automático, sin mirar un carajo, por asociación de ideas recibidas: quirófano = aséptico. En mi defensa, había estado mirando la foto -si eso se puede llamar mirar- en la reproducción microscópica de facebook, cuando entiendo que el original ocupa media pared. Pero la verdad es que no miré. Me quedé en el pañal y lo que NO veía. Miro de nuevo y no, ninguna asepsia, todo lo contrario. El trabajo de ensuciar valió la pena, quédese tranquilo, descanse en paz. Digo... Igual, aunque el contexto es efectivamente todo lo contrario de lo que yo indiqué con el "aséptico" ese, la sensación que quería trasmitir subsiste, con la pregunta: "¿qué más esconde el pañal?"
Me gusta mucho la idea de "autopsia trucha etc" y, sobre todo, el adjetivo inesperado: "desigual".
De más está decir quiénes son los asquerosos voyeurs...
Tú, hipócrita lector, mi semejante, mi hermano...
-Andrés
Y ahora me doy cuenta: la presencia de Carlos Masoch en una morgue me trajo el recuerdo de Carlos Masoch en una morgue. Hace más de 10 años, filmé unas escenas de una película, con Masoch, en la morgue (vacía) del Hospital Borda, que fue donde él vio por última vez a su padre. Cuando escribí la palabra "aséptico" no estaba mirando tu foto, estaba viendo aquella escena.
De cualquier manera, lo tomo como una lección sobre cómo vemos las cosas en realidad, siempre habitados por fantasmas.
-Andrés
... y yo hace como un mes que estoy en Francia, y escribo al reves la u de la palabra voyeur. Es lo que mas me duele de todo este intercambio tan enriquecedor. El complejo de inferioridad que tengo en mi relacion con los idiomas. (sobretodo tratandose de un dialogo contigo, que manejas un ingles casi perfecto con ese acento british, que te sienta tan natural...) El pañal soy yo. pudoroso. Cuidadoso. Un poco reprimido, tal vez. Pero con la frente alta. En casa, el libro retrospectivo de Mapplettorphe, lo tengo escondido en el ropero, atras de las frazadas. para que no lo miren mis niños, que son pequeños y no lo mire mi mama cuando viene de visita desde santa fe. me parece que no es necesario, que no les haria bien.
-Marcos
"Nadie rebaje a lágrima o reproche... "
Pido disculpas de antemano por rebajar el nivel de esta conversación -donde lo más significativo fue quizás tu confesión de autocensura y mi confesión de estar hablando de fotos sin mirar- al ponerme ahora a citar lecturas eruditas. Justo estaba leyendo un texto sobre Aby Warburg, aquel famoso historiador de arte que enloqueció. Warburg decía que "el buen Dios está en los detalles". Y Georges Didi-Huberman glosa: "¿Tendrá el buen Dios del aforismo warburgiano algo de genio maligno, algo del poder de los fantasmas? No nos aporta, en efecto, ni la omnividencia, ni la omnisciencia que esperaría un positivista. Los detalles no se revelan significativos sino en su carácter de portadores de incertidumbre, de no-saber, de desorientación".
-Andrés
fotos: 1. Leandro Katz analiza la fotografía de Freddy Alborta; 2. La autopsia de Marcos López.
lunes, 16 de agosto de 2010
domingo, 15 de agosto de 2010
Debate sobre la inseguridad
L. y dos amiguitos almuerzan y hablan. L. cuenta algo ¿de una película? ¿de un juego? de "espías".
-¿Qué son los espías?
-Los espías son... los que espían.
-Los espías roban.
-Los que roban son ladrones.
-¿Los ladrones existen?
-Los ladrones, que roban de verdad, son malos, ¿no?
-Sí, porque roban lo que alguien compró con plata. Y para tener plata para comprar hay que trabajar. Pero ellos roban, sin plata.
-En mi casa robaron el timbre. Ahora hay que gritar para que te abran.
-Un día robaron la heladería. Se llevaron todo lo que había adentro. Y lo regalaron.
-¿A otra heladería?
-Sí, a otra heladería.
jueves, 12 de agosto de 2010
El país del diablo
Una mañana de noviembre de 1879, apenas unos meses después de concluida la Conquista del Desierto -la guerra del gobierno argentino contra las tribus autóctonas- el escritor Estanislao Zeballos recorría la Pampa con el objetivo de describir el territorio conquistado, hacer el primer mapa científico de la región y, de paso, profanar tumbas indígenas para alimentar su colección de cráneos. Pero esa mañana dio con un descubrimiento insospechado: enterradas en un médano en medio de la Pampa, unas cajas de madera que guardaban el archivo del cacique Namuncurá. Abandonadas por los indios cuando escaparon de las tropas expedicionarias, encerraban el testimonio asombroso de un mundo que estaba a punto de desaparecer. Zeballos había sido uno de los ideólogos de la Conquista del Desierto. Su largo viaje por la Pampa, sin embargo, lo transformó. Fue el primer "huinca" (blanco) en interesarse por la cultura y la historia de los indios. Los mismos indios cuyo exterminio el escritor había propiciado antes de viajar. Tras los pasos de Zeballos, Andrés Di Tella va en busca de los rastros que quedaron de aquel exterminio, hoy olvidado.
El país del diablo
Andrés Di Tella
Argentina, 2008, 75 min.
Extra:
Reconstruyen crimen de la modelo
Andrés Di Tella - Fabián Hofman
Argentina, 1990, 8 min.
Auditorio La Tribu
Lambaré 873
http://tallerlaotra.blogspot.com/
fotografías: Rodaje de El país del diablo de Andrés Di Tella (Darío Schvarzstein).
miércoles, 11 de agosto de 2010
¿Cuál es el país del diablo? La Argentina.
EL PAÍS DEL DIABLO: Visión del mal nº 12
Dice Andrés Di Tella, el director del film: "El país del diablo retrata un viaje que hice por La Pampa, tras los pasos de Estanislao Zeballos. Escritor, periodista, geógrafo, etc, Zeballos era un típico polymath del siglo XIX. Fue el principal ideólogo de la Conquista del Desierto -el exterminio de las tribus originarias de La Pampa por parte del Ejército Nacional- pero también el primero en rescatar la cultura e historia de los indios argentinos, los mismos que él propuso exterminar. Empezó a desarrollar su proto antropología durante ese viaje que hizo en 1879, apenas unos meses después de la "conquista", para confeccionar el primer mapa científico de la región. De su extraña toponimia, que mezcla nombres de caciques mapuches y coroneles expedicionarios, saqué el título de la película: "Antiguo País del Diablo". En el viaje, detrás de Zeballos, visitamos los imponentes escenarios de Salinas Grandes, sede central del imperio del Cacique Namuncurá antes de ser corrido por los "huincas". Derrotado y casi solo, Namuncurá se refugió durante un tiempo en los entresijos de la Cordillera de los Andes, hasta que fue capturado y llevado a Buenos Aires, exhibido como trofeo de guerra. En sus últimos años, en un final triste y simbólico, Namuncurá fue nombrado General "ad honorem" del Ejército Argentino. Existe una fotografía donde se lo ve en uniforme junto a sus hijos, uno de ellos el que sería el famoso santón católico, Ceferino Namuncurá".
El país del diablo
Andrés Di Tella
Argentina, 2008, 75 min.
Extra:
Reconstruyen crimen de la modelo
Andrés Di Tella - Fabián Hofman
Argentina, 1990, 8 min.
Auditorio La Tribu
Lambaré 873
fotografías: rodaje de El país del diablo de Andrés Di Tella (Darío Schvarzstein).
martes, 10 de agosto de 2010
viernes, 6 de agosto de 2010
En todas partes se cuecen habas
Carney también cuenta cómo Cassavettes gastó su propio dinero y se metió en deudas para hacer -y distribuir- la película, que lanzó primero en Los Angeles y después, en marzo de 1978, en Nueva York. Carney anota: "Ninguno de los diarios y revistas importantes de Nueva York mandó a un crítico a las funciones de prensa ni publicó comentario alguno sobre la película". Agrega, entre paréntesis, que "ni el New York Times, ni The New Yorker, ni New York Magazine publicaron una sola palabra sobre Opening Night durante todo el tiempo que Cassavettes pasó en la ciudad, tratando de que alguien fuera a las proyecciones que armaba".
jueves, 5 de agosto de 2010
Leandro Katz en Proa
Sábado 7 de agosto. Artista: Leandro Katz
El próximo sábado está dedicado a un encuentro con el artista Leandro Katz en las salas de Imán: Nueva York junto a la investigadora Ana Longoni. En el Auditorio, se pueden ver desde las 15 hs. sus films Splits (1978) y The visit (1986). A las 18.30 hs., Katz presenta las películas y dialoga con el público sobre la escena artística de Nueva York, ciudad donde vivió por más de tres décadas.
Programa
15.00 hs. Splits (1978) / The visit (1986)
16.00 hs. Splits (1978) / The visit (1986)
17.00 hs. Artistas + Críticos: Leandro Katz y Ana Longoni recorren la exhibición Imán: Nueva York
18.30 hs. Proyección de Splits (1978) / The visit (1986) y diálogo con Leandro Katz
Artistas + Críticos es un programa que se consolida exhibición tras exhibición. Los artistas de Imán: Nueva York recorren la muestra junto al público y un destacado especialista. En esta ocasión, Leandro Katz, acompañado por Ana Longoni, podrá reflexionar sobre sus largos años de vida en la Gran Manzana, donde desarrolló la mayor parte de su amplia trayectoria como artista y docente en importantes universidades estadounidenses. Sus experiencias alternativas, las performance, su relación con la cultura oriental y su paso por el arte conceptual nos brindan un panorama de los momentos más destacados de su carrera.
El próximo sábado está dedicado a un encuentro con el artista Leandro Katz en las salas de Imán: Nueva York junto a la investigadora Ana Longoni. En el Auditorio, se pueden ver desde las 15 hs. sus films Splits (1978) y The visit (1986). A las 18.30 hs., Katz presenta las películas y dialoga con el público sobre la escena artística de Nueva York, ciudad donde vivió por más de tres décadas.
Programa
15.00 hs. Splits (1978) / The visit (1986)
16.00 hs. Splits (1978) / The visit (1986)
17.00 hs. Artistas + Críticos: Leandro Katz y Ana Longoni recorren la exhibición Imán: Nueva York
18.30 hs. Proyección de Splits (1978) / The visit (1986) y diálogo con Leandro Katz
Artistas + Críticos es un programa que se consolida exhibición tras exhibición. Los artistas de Imán: Nueva York recorren la muestra junto al público y un destacado especialista. En esta ocasión, Leandro Katz, acompañado por Ana Longoni, podrá reflexionar sobre sus largos años de vida en la Gran Manzana, donde desarrolló la mayor parte de su amplia trayectoria como artista y docente en importantes universidades estadounidenses. Sus experiencias alternativas, las performance, su relación con la cultura oriental y su paso por el arte conceptual nos brindan un panorama de los momentos más destacados de su carrera.
Luego de la visita, y con el objetivo de profundizar sobre la trayectoria artística de Katz, el Auditorio Proa programa la proyección de sus obras cinematográficas Splits (La Ruptura), 1978 y The visit (La visita), 1986. Al terminar la función, el artista mantendrá un nuevo encuentro con el público.
Paralelamente, Katz exhibe en la Librería Proa el Proyecto para el día que me quieras, una serie de fotografías y un video documental sobre la investigación que realizó en torno a la última imagen del Che Guevara muerto en Bolivia.
Paralelamente, Katz exhibe en la Librería Proa el Proyecto para el día que me quieras, una serie de fotografías y un video documental sobre la investigación que realizó en torno a la última imagen del Che Guevara muerto en Bolivia.
fuente: www.proa.org
Ver post anterior sobre Leandro Katz.
fotos: 1. Leandro Katz x Andrés Di Tella; 2. Fotograma de The Visit de Leandro Katz.
miércoles, 4 de agosto de 2010
El país del diablo (Córdoba)
En el marco de la Segunda Muestra de Cineclubes de Córdoba, El país del diablo de Andrés Di Tella empieza mañana jueves 5 de agosto su recorrido por la red de cineclubes de la Provincia de Córdoba. Primera parada: Cineclub De la Trapalanda de Río Cuarto (ver agenda completa abajo).
EL PAIS DEL DIABLO de Andrés Di Tella
El ‘diablo’ que termina la vida…
El Jefe Seattle de la tribu Suwamisch de los territorios del noroeste de los Estados Unidos que ahora forman el estado de Washington, envió en 1855 una carta al presidente Franklin Pierce: ‘El Gran Jefe en Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. .. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras…’ En 2009, 154 años después en Argentina, Andrés Di Tella, guiando su camioneta y un equipo de filmación, se traslada al sur de la provincia de Buenos Aires para encontrarse con ‘el país del diablo’, detrás de una zanja que pretendió separar uno y otro país, a los largo de casi 600 kilómetros, desde la Cordillera hasta el Atlántico. Muchos testimonios, luces y sombras de una historia que nació con la Conquista del Desierto: quitar las tierras que eran de los ranqueles. Recopilar cadáveres que servían para vestir museos europeos y comparar las ‘diferencias’ entre el cráneo indígena y el europeo, fue un buen ‘intercambio’ de culturas. Cartas manuscritas del Cacique Namuncurá, centenas de cráneos, una geografía vacía de sus habitantes originales, mientras la camioneta busca en la noche chanchos jabalíes para cazar. Cuántas injusticias en nombre de la civilización! Hasta el billete de $ 100 lleva el rostro de uno de los asesinos de la patria: Julio Argentino Roca. Rastreando nuestra identidad ‘comienza el sobrevivir’ y es la cámara del cine que, con vergüenza pero gozosa a la vez, busca esa identidad extraviada en lo entrañable de la tierra o en los armarios repletos de cráneos indígenas numerados para el museo. Abrir puertas a la vida, revisar una y otra vez los mapas que nos lleve a la verdad de la tragedia argentina, es el cometido de este documental que Di Tella, involucrándose, logra recordar ese reclamo similar al de aquel Jefe Seatle, bien al norte del continente.
EL PAIS DEL DIABLO de Andrés Di Tella
El ‘diablo’ que termina la vida…
El Jefe Seattle de la tribu Suwamisch de los territorios del noroeste de los Estados Unidos que ahora forman el estado de Washington, envió en 1855 una carta al presidente Franklin Pierce: ‘El Gran Jefe en Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. .. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras…’ En 2009, 154 años después en Argentina, Andrés Di Tella, guiando su camioneta y un equipo de filmación, se traslada al sur de la provincia de Buenos Aires para encontrarse con ‘el país del diablo’, detrás de una zanja que pretendió separar uno y otro país, a los largo de casi 600 kilómetros, desde la Cordillera hasta el Atlántico. Muchos testimonios, luces y sombras de una historia que nació con la Conquista del Desierto: quitar las tierras que eran de los ranqueles. Recopilar cadáveres que servían para vestir museos europeos y comparar las ‘diferencias’ entre el cráneo indígena y el europeo, fue un buen ‘intercambio’ de culturas. Cartas manuscritas del Cacique Namuncurá, centenas de cráneos, una geografía vacía de sus habitantes originales, mientras la camioneta busca en la noche chanchos jabalíes para cazar. Cuántas injusticias en nombre de la civilización! Hasta el billete de $ 100 lleva el rostro de uno de los asesinos de la patria: Julio Argentino Roca. Rastreando nuestra identidad ‘comienza el sobrevivir’ y es la cámara del cine que, con vergüenza pero gozosa a la vez, busca esa identidad extraviada en lo entrañable de la tierra o en los armarios repletos de cráneos indígenas numerados para el museo. Abrir puertas a la vida, revisar una y otra vez los mapas que nos lleve a la verdad de la tragedia argentina, es el cometido de este documental que Di Tella, involucrándose, logra recordar ese reclamo similar al de aquel Jefe Seatle, bien al norte del continente.
-Juan José Gorasurreta
Jueves 5/8
21,00 hs. – De la trapalanda. Río Cuarto
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Domingo 8/8
20,00 hs. - Con los ojos abiertos. La Cumbre
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Miércoles 11/8
21,00 hs. - 9 Reinas. Villa Allende
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Viernes 13/8
22,00 hs. - El resplandor. Monte Buey
El país del diablo, de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Martes 17/8
11,00 hs. - Centro Cultural Sábato. Mina Clavero
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Jueves 19/8
21.30 hs. - Qué pretende usted de mí?. Canals
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Ver programa completo acá.
Jueves 5/8
21,00 hs. – De la trapalanda. Río Cuarto
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Domingo 8/8
20,00 hs. - Con los ojos abiertos. La Cumbre
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Miércoles 11/8
21,00 hs. - 9 Reinas. Villa Allende
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Viernes 13/8
22,00 hs. - El resplandor. Monte Buey
El país del diablo, de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Martes 17/8
11,00 hs. - Centro Cultural Sábato. Mina Clavero
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Jueves 19/8
21.30 hs. - Qué pretende usted de mí?. Canals
El país del diablo de Andrés Di Tella (Argentina, 2008, 75 min.)
Ver programa completo acá.
martes, 3 de agosto de 2010
Diario de Montevideo (2)
El cineasta boliviano Diego Mondaca (foto) fue uno de los participantes del intensísimo taller de escritura que compartí con la productora catalana Marta Andreu, en la última edición de DocMontevideo, que acaba de concluir. En el reparto de "alumnos", me tocó trabajar también con Nicolás Prividera y Claudio Bartel (Argentina), Lorena Giacchino (Chile), Patricia Méndez y Alicia Cano (Uruguay), Daniel Tavares (Brasil) y Carolina Osma (Colombia). Amigos nuevos, todos. También lo son Luis González, director del encuentro, y su fiel ladero suizo Stefano Tononi, magníficos anfitriones ("ladero suizo" suena a una raza de perro faldero, pero Stefano es, de hecho, el suizo más simpático que jamás haya conocido, ya sé que no es mucho decir pero en fin, estaba tranado de quedar bien y mirá dónde terminé...). Espero que el sentimiento -de amistad- sea compartido.
Antes de dormir, en el hotel, apuraba las páginas de un libro que venía buscando hace tiempo: la biografía de Felisberto Hernández, mi escritor uruguayo favorito. La encontré en la lindísima librería Puro Verso, de la peatonal Sarandí, donde discutimos arduamente, con Nicolás Prividera, quién era más grande: Felisberto u Onetti. Recomiendo, para quienes todavía tienen dudas o, simplemente, no lo conocen, echarle una ojeada a la trilogía de la memoria de Felisberto: Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido, Tierras de la memoria. La biografía es de Antonio Pau y se llama, acaso previsiblemente, Felisberto Hernández: el tejido del recuerdo. Me gustan de Felisberto cosas como esta, una especie de ars poetica sin pretensiones: "Y lo diré de una vez: mis cuentos fueron hechos para ser leídos por mí, como quien le cuenta a alguien algo raro que recién descubre, con lenguaje sencillo de improvisación y hasta con mi natural lenguaje lleno de repeticiones e imperfecciones que me son propias. Y mi problema ha sido: tratar de quitarle lo más urgentemente feo, sin quitarle lo que le es natural; y temo continuamente que mis fealdades sean siempre mi manera más rica de expresión".
Entrevista para el programa f/22 Fotografía en profundidad, ciclo televisivo del Centro Municipal de Fotografía de Montevideo, que se emite por Tevé Ciudad los martes a las 21.30hs. Me entrevistaron, seguramente, por haber hecho una película llamada Fotografías. En el coqueto auditorio multiuso del Teatro Solís, se proyectó la película, con una repercusión emotiva en muchos miembros del público que a mí me sigue sorprendiendo. Y en conversación con Marta Andreu, desarrollamos un "estudio de caso", contando el proceso de creación de Fotografías, desde su origen en una carta que le escribí a mi padre hasta las últimas vicisitudes del montaje. También presenté mi work-in-progress, sin título, del cual mostré por primera vez algunas imágenes en público. Y participé de un diálogo picante con una programadora/productora de Al Jazeera TV, Jeane Gardner, que se mostró soprendida ante mi declaración de guerra: "el documental" contra "la televisión"...
Antes de dormir, en el hotel, apuraba las páginas de un libro que venía buscando hace tiempo: la biografía de Felisberto Hernández, mi escritor uruguayo favorito. La encontré en la lindísima librería Puro Verso, de la peatonal Sarandí, donde discutimos arduamente, con Nicolás Prividera, quién era más grande: Felisberto u Onetti. Recomiendo, para quienes todavía tienen dudas o, simplemente, no lo conocen, echarle una ojeada a la trilogía de la memoria de Felisberto: Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido, Tierras de la memoria. La biografía es de Antonio Pau y se llama, acaso previsiblemente, Felisberto Hernández: el tejido del recuerdo. Me gustan de Felisberto cosas como esta, una especie de ars poetica sin pretensiones: "Y lo diré de una vez: mis cuentos fueron hechos para ser leídos por mí, como quien le cuenta a alguien algo raro que recién descubre, con lenguaje sencillo de improvisación y hasta con mi natural lenguaje lleno de repeticiones e imperfecciones que me son propias. Y mi problema ha sido: tratar de quitarle lo más urgentemente feo, sin quitarle lo que le es natural; y temo continuamente que mis fealdades sean siempre mi manera más rica de expresión".
-Andrés Di Tella
lunes, 2 de agosto de 2010
maradonismos
My friend Pícun me alertó sobre una recopilación de maradonismos, publicada hace unos días por los periodistas Marcelo Gantman y Andrés Burgos, que nos "robaron" la idea (y van...) y armaron un libro con las mejores 1000 frases de Maradona. Acá van algunas, para que no lo extrañen mientras dure su mutismo.
Mauro, prendé el aire acondicionado, que acá hace más calor que en el auto de Cabezas. (1997)
¿Me van a contar a mí cómo es Juan Simón? Lo conozco hace diez años. Es capaz de tomarle la leche al gato. (1991)
Boca tiene menos definición que la televisión que teníamos en Fiorito. (2001)
En este país siempre pasa lo mismo. Es el mismo partido que lo pasan cuarenta mil veces en diferido. (2001)
Yo crecí en un barrio privado de Buenos Aires... Privado de agua, de luz y de teléfono... (2004)
Cometí un error de un metro, no me pueden dar una culpa de 30 mil kilómetros. (Mundial 1994)
Llegar al área y no poder patear al arco es como bailar con tu hermana. (2001)
Coppola es vivísimo. Fuma debajo del agua.
Gianinna me preguntó: “¿Papi, cuándo vas a volver a jugar como en los videos?”. Me cortó las piernas. (1996)
Ganarle a River es como que tu mamá te venga a despertar con un beso a la mañana. (2000)
El juez Bernasconi es muy rápido, es capaz de meterle un supositorio a una liebre. (2000)
Si los novios de mis hijas las hacen llorar dos o tres veces, van a tener un accidente. (1998)
–Diego, ¿llegás para el domingo? ¿Vas al banco?
–Si voy al banco es para sacar plata, fiera. (1996)
En la clínica hay uno que se cree Robinson Crusoe y a mí no me creen que soy Maradona. (2004)
No, muchachos, hoy tengo menos palabras que un telegrama. (2001, negándose a hablar con los periodistas)
fuente: www.pagina12.com.ar
Mauro, prendé el aire acondicionado, que acá hace más calor que en el auto de Cabezas. (1997)
¿Me van a contar a mí cómo es Juan Simón? Lo conozco hace diez años. Es capaz de tomarle la leche al gato. (1991)
Boca tiene menos definición que la televisión que teníamos en Fiorito. (2001)
En este país siempre pasa lo mismo. Es el mismo partido que lo pasan cuarenta mil veces en diferido. (2001)
Yo crecí en un barrio privado de Buenos Aires... Privado de agua, de luz y de teléfono... (2004)
Cometí un error de un metro, no me pueden dar una culpa de 30 mil kilómetros. (Mundial 1994)
Llegar al área y no poder patear al arco es como bailar con tu hermana. (2001)
Coppola es vivísimo. Fuma debajo del agua.
Gianinna me preguntó: “¿Papi, cuándo vas a volver a jugar como en los videos?”. Me cortó las piernas. (1996)
Ganarle a River es como que tu mamá te venga a despertar con un beso a la mañana. (2000)
El juez Bernasconi es muy rápido, es capaz de meterle un supositorio a una liebre. (2000)
Si los novios de mis hijas las hacen llorar dos o tres veces, van a tener un accidente. (1998)
–Diego, ¿llegás para el domingo? ¿Vas al banco?
–Si voy al banco es para sacar plata, fiera. (1996)
En la clínica hay uno que se cree Robinson Crusoe y a mí no me creen que soy Maradona. (2004)
No, muchachos, hoy tengo menos palabras que un telegrama. (2001, negándose a hablar con los periodistas)
foto: Durante el Mundial, en una santería de Nápoles, entre diversas figuras de santos, se vendía la estatuilla de Santa Maradona DT.
domingo, 1 de agosto de 2010
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