Encuentro "japonés" con Edu Milewicz en Madrid. Milewicz -alias Milex- es un tipo muy ocupado. Trabaja en la tele, dirige una
escuela de teatro, termina un libro de cuentos, ensaya una obra con seis actrices, colabora con Eduardo Berti en la editorial La compañía... y en los ratos perdidos, busca locaciones para su primera película española, de rodaje inminente. Lo arrastré inopinadamente al Círculo de Bellas Artes a ver una película japonesa. Otro "maestro japonés" desconocido (al menos para mí), Yasuzo Masumura. Como referencia, se trataba de una adaptación de Junichiro Tanizaki (el del célebre ensayo
Elogio de la sombra). Una bizarrería japonesa bien de los 60, mezcla de códigos de honor orientales y lujuria cinematográfica sesentosa (lesbianismo explícito, desnudos discretos, conductas indescifrables). Digamos que fue en homenaje a nuestros lejanos días heróicos del BAFICI, hace una década ya, cuando con Milex (y Esteban Sapir) inventábamos el festival, y ver películas
raras era el pan nuestro de cada día.
-Sos incorregible, me dijo.
Para celebrar el reencuentro -o para rematar la velada- Milex me llevó a un restaurant chino-japonés que suele frecuentar, por Chueca. Esa denominación "chino-japonés" me hizo desconfiar, recordando aquella sentencia atribuida a Abraham Lincoln: "Si esto es café, por favor tráiganme té; y si esto es té, por favor tráiganme café". Elegimos el menú japonés y, la verdad sea dicha, la elección gastronómica nos salió mucho mejor que la cinematográfica.
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