viernes, 2 de julio de 2010

Incidentes

En la última reunión del grupo de estudios de Claudio Caldini, Magdalena Jitrik contó que en ArteBA -"cada mañana voy al mercado / donde se compran mentiras / y con esperanza / me pongo en la cola/ de los vendedores"(Brecht)- fue protagonista involuntaria de un incidente. Recorriendo el llamado "barrio joven" de la feria, se cruzó con un artista que ella apenas conocía de vista. El artista le dijo: "Sos una genia. Te odio. Te amo". Y le dio una cachetada.

En el taller también se produjo un pequeño incidente. Caldini nos estaba advirtiendo de los problemas que se pueden producir al pintar el celuloide, como hace él y como está haciendo también Jitrik (ver crónica de la semana pasada). Lo que Caldini hace con la cámara -atarla con una cuerda y revolearla como si fueran unas boleadoras- o con los proyectores -armar complicados loops que van de un proyector a otro- o con la propia película -pintarla o agujerear el celuloide- pone en riesgo la integridad física de sus propios instrumentos. Es como que les hace cumplir funciones que no fueron previstas por sus fabricantes. Se puede hacer trizas la cámara, se puede romper el proyector, se puede cortar y estropear la película (de las cuales sólo hay originales ya que en el super-8 no existe la posibilidad de hacer copias). De hecho, todo esto le suele pasar. No hay proyeción de Caldini sin algún incidente. Es parte de la adrenalina que proponen sus performances de cine en vivo. Y eso que Caldini opera sus instrumentos con la destreza de un cirujano con varias décadas de experiencia. Cada vez que muestra su forma de trabajar, debería agregar: "Chicos, no intenten hacer ésto en casa".

Al pintar el celuloide, se le están agregando capas a la emulsión, por lo que la película adquiere mayor espesor. Al tener una superficie irregular -explicó y demostró- la película hasta puede tener distintos puntos de foco. Incluso se puede jugar, durante la proyección, a poner el foco en las distintas capas. La película pintada, al verse proyectada, cobra como una dimensión suplementaria en la percepción. De ahí su particular potencial plástico. Mientras explicaba todo esto, la película que estaba proyectando empezó a producir un ruido -"ese ruido es por el espesor irregular de la película pasando por la grifa del proyector"- y de pronto se armó una galleta dentro del proyector. Se trataba de un original de Caldini. Pero, en vez de ponerse nervioso, Caldini tomó un destornillador y dijo: "Esta es una buena oportunidad para que le echen una mirada al interior del proyector".

Así quedó la película.

Caldini desarmó y volvió a armar el proyector, cortó y reparó la película y volvió a colocarla para proyectar, mientras los alumnos observábamos absortos. Era como ver trabajar a un artesano de otra era, con todo su arsenal de tecnología obsoleta.

Entre los materiales proyectados, vimos unas asombrosas manchas de tinta china, cuyo laborioso proceso de fabricación, pintadas fotograma a fotograma con un hisopo, yo presencié hace unos meses y llegué a registrar con la cámara. La foto de arriba no evoca ni remotamente la sugestión de lo que es, en definitiva, una animación cuadro a cuadro de fotogramas distintos, cada fotograma -de hecho- un "incidente" único... como una película que se enreda o como una cachetada. Las manchas en movimiento podrían ser accidentes geográficos o paisajes de nubes. "O humo", dijo alguien. "Parece humo porque es humo", dijo Caldini. "La tinta china se hace con humo". Y lo que estábamos viendo era humo nomás.
-Andrés Di Tella

4 comentarios:

Lucio dijo...

Esto es lo que en la jerga futbolística se llama "vendodores de humo"?

Lucio dijo...

;-)

linda crónica

Tommy Barban dijo...

Qué nervios Andrés!

Fotografías dijo...

nervios justificados...