Me entero por casualidad que hace dos años murió Malcolm McLaren, creador de los Sex Pistols y de la moda punk, entre muchas otras cosas. Nunca olvidaré el impacto de los Sex Pistols, que descubrí en 1977 cuando llegué a Inglaterra, en mi primer pogo, en una fiesta increíble en las habitaciones de unos compañeros de universidad. Acababa de salir esa misma semana el primer LP, Never Mind the Bollocks, Here´s The Sex Pistols. Pocos meses antes se había prohibido la exhibición pública del single God Save The Queen, que ya era un himno, con su famoso final gritado hasta el hartazgo: No future, No future, No future. Jamás imaginé que bailar podía ser tan divertido, como estar en una hinchada de fútbol pero sexy. La fiesta concluyó, digno final punk, con una ventana rota y la presencia de la policía. La primera noticia que me había llegado de los Sex Pistols era que eran nazis. Eso había leído en mi revista de cabecera psicobolche The New Statesman donde escribían Martin Amis y Christopher Hitchens, futuros derechistas, pero el pogo cambió mi opinión. Los punks usaban swastikas como simple provocación anti-establishment, una de las peores en Inglaterra, sumada a los insultos a la reina, pero pronto muchos punks se sumaron a la Anti-Nazi League liderada por, entre otros, Ian Dury, que en esos mismos meses publicó también en single su gran éxito, otro himno perdurable, Sex and Drugs and Rock and Roll. Recuerdo una fanzine punk de esa época, mimeografiada, cuya tapa ponía el dibujo de tres acordes de guitarra y el titular, una definición sucinta de la estética/ética DIY (Hacelo vos mismo): Ya sabés tres acordes. Ahora hacé una banda. Poco tiempo después, menos de un año, los Sex Pistols se desintegraron tras una gira escandalosa y fracasada por Estados Unidos y su manager, McLaren, sacaba de inmediato una película deliberadamente oportunista, hecha en cuestión de semanas, llamada La gran estafa del rocanrol, que "denunciaba" cómo todo el fenómeno de los Pistols había sido un montaje publicitario hecho simplemente para sacarle dinero a un público y un periodismo incauto. Semejante auto-denuncia me hizo llamar la atención sobre McLaren y darme cuenta que había algo todavía más interesante detrás de los Pistols. Una revista underground estudiantil de esos tiempos, Vague, que consistía casi íntegramente de artículos o arte fotocopiados de otras revistas, con gráfica y anotaciones encima, hacía la conexión de los Pistols con la Internacional Situacionsita creada por Guy Debord en París en los años 50, que fuera inspiración de los rebeldes más aggiornados del mayo 68. Diez años después -son los tiempos de la crítica- aparecía el libro de Greil Marcus, Lipstick Traces: The Secret History of the Twentieth Century, que postulaba al movimiento punk como la culminación de toda una tradición vanguardista desde el grito primigenio del Dadá. Antes de ser manager de rock, McLaren fue estudiante de arte y diseñador de ropa y no ignoraba esa historia. Pero su lectura de la historia siempre fue lateral. De Jean-Luc Godard, por ejemplo, rescata su sorpresivo elogio de Roger Vadim, director de soft porn sesentista, como un gran "amateur", definición que McLaren dice lo inspiró más que nada en toda la obra de Godard. Recuerdo que casi sin terminar de leerlo, le regalé el libro de Greil Marcus a Daniel Link, la única persona en Buenos Aires que creí capaz de hacer algo con lo que toda esa historia significaba, aun para nosotros, en la por entonces lejana periferia, cuando la globalización ni siquiera era una palabra. Quiero creer que sus legendarias clases de Siglo Veinte en Puán de los 90 algo le deben a ese libro y a nuestras charlas de entonces, ay, ahora tan escasas. Ahora, Cecilia acaba de adquirir Musical Paintings, una especie de mini-catálogo en el que Malcolm McLaren reunió, para una muestra en una galería de Berlín en el año 2007, fotogramas de una instalación, tomando frames de películas pornográficas, sumadas a una banda sonora sampleada de "desechos de la cultura pop de los últimos 50 años" (que los lectores del libro ignoramos y sólo podemos añorar). De ahí, extraigo la frase con que concluye esta entrada, una posible consigna para nuestro trabajo por venir.
-Andrés Di Tella
Hoy existen dos palabras que definen la cultura: una es "autenticidad"; y la otra... "¡karaoke!" Muchos artistas se pasan la vida tratando de hacer auténtica, hacer verdad, una cultura de karaoke, pero tienes que ser un mago para hacer que eso suceda.
-Andrés Di Tella
-Malcolm McLaren
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