miércoles, 2 de febrero de 2011

Ryan McNamara, performance artist

Inesperada convocatoria, en pleno verano, para la presentación del joven artista americano Ryan McNamara, un absoluto desconocido -estoy seguro- para casi todos los asistentes a la conferencia de anoche en la sede Alcorta de la UTDT (me incluyo entre los ignorantes, desde ya). Parte de la convocatoria tendría que ver con que McNamara se anuncia como performance artist, con la promesa implícita de espectáculo en esa etiqueta. Como género artístico (si cabe la expresión), la performance tuvo alguna vez -en los heróicos sesenta y setenta- un cariz intimidante para el público. Anoche el propio McNamara recordó una performance de la argentina Graciela Carnevale, casualmente o no, artista del Instituto Di Tella en los 60. Carnevale encerró al público, con llave, en una sala de una galería en Rosario. Al cabo de una larga y tensa espera, en la que no sucedió nada más, a no ser el creciente malestar de los presentes, alguien finalmente tomó la decisión brutal de romper la vidriera de la galería, para escapar del encierro. La performance sacaba al público del lugar de espectador para obligarlo a transformarse, de alguna manera, en actor. El objetivo era, a menudo, que el público la pasara mal. McNamara participó recientemente, en Moscú, de la muestra viajera organizada por el MOMA de Nueva York, 100 Years of Performance. Le pidieron que dialogara con alguna performance histórica documentada en la muestra. El eligió, justamente, la obra de Graciela Carnevale. También encerró a su público -pobres moscovitas- entre cuatro paredes de durlock que se cerraron en presencia de la gente. Pero, esta vez, fue el mismo artista el que se puso a romper la pared para liberar al público.

La presentación de McNamara no fue exactamente una performance sino una conferencia ilustrada sobre su trabajo aunque, claro, toda conferencia de un artista tiene algo de performance. De hecho, se establece un diálogo complicado, conflictivo, entre la performance y su registro, así como entre el registro y la explicación del artista. Los clips de sus performances que mostró McNamara eran muy cortos, casi demasiado, filmados a la que te criaste y editados a los hachazos, deliberadamente, como para que no hubiera ninguna duda de que lo que estábamos viendo era apenas para darnos una idea remota del hecho registrado. El mensaje de los videos es: sólo hizo la experiencia de la performance el que estuvo ahí como testigo presencial; ver el video es no haber visto nada. A la vez, un artista de la performance como McNamara se la debe pasar dando conferencias ilustradas a imagen y semejanza de la de ayer, donde muestra videos y habla de su trabajo. Con toda probabilidad, son muchos más los que habrán visto los videos y escuchado la charla que los que estuvieron presentes en sus performances.

Una de las performances más recientes de McNamara consistió en tomar clases de danza, todos los días, durante cuatro meses, en las salas del mismo museo donde se exhibía un video suyo (el PS1 de Nueva York). McNamara: "Me gusta mucho la danza, como espectador, pero nunca en mi vida había tomado una clase". Cada día tomaba una clase diferente: de ballet, de danza moderna, de hip hop, de musical de Broadway, incluso de stripper. Los visitantes del museo pasaban de una sala a otra y, de pronto, se topaban con una clase de danza, sin explicación alguna. "¡Me di cuenta -reflexionó McNamara- que los únicos que vieron la performance íntegra fueron los guardias de seguridad!"

Cuando una galería de Nueva York asumió la representación de McNamara, le pidieron que hiciera algo para presentarse ante el público de la galería. McNamara lo tomó literalmente y pobló las paredes de la galería con fotos e imágenes suyas, desde sus fotos de bebé hasta recortes de diario y desde objetos personales hasta esculturas. Cuando alguien entraba a la galería, él le preguntaba: "¿Cuánto tiempo tiene?" Si decían "5 minutos", McNamara les daba una visita guiada de su vida en 5 minutos. Si decían "una hora", idem. McNamara: "Increíblemente, una pareja compró todo. O sea que... ¡mi vida les pertenece! Y la venta de las fotos y objetos también incluía el compromiso por mi parte, por contrato, de ir a su casa a hacer la visita guiada, cuando ellos lo requieran, con dos semanas de preaviso. Todavía no me llamaron, pero espero que lo hagan dentro de unos años, a ver qué recuerdo de mi vida..."

-Andrés Di Tella


http://www.utdt.edu/arte

2 comentarios:

Lucio dijo...

welcome back! se extrañaban las "fotografías"...

Renata Cardarelli dijo...

eso....ben tornato!