Producida al igual que El estudiante por la gente de La unión de los ríos -con Agustina Llambi Campbell a la cabeza y no Mariano Llinás, como ha repetido más de un periodista por ahí- Los salvajes de Alejandro Fadel venía proclamada de antemano como "la nueva El estudiante", en referencia a la manera en que la primera película de Santiago Mitre borró a las demás participantes argentinas del BAFICI el año pasado. Ninguna película -salvo tal vez Tabú de Miguel Gomes- aguanta indemne semejante expectativa. The Boss Quintín empieza su reseña así: "Fui a ver lo que, antes de la primera función de prensa, se suponía la gran película argentina de este Bafici". Y remata: "No sólo es una mala película: es infantil, chapucera y autocomplaciente". En mi caso, me pasó algo extraño: caí inmediatamente bajo el hechizo de la apabullante construcción de un universo propio, el de unos adolescentes que se fugan de un reformatorio ubicado en una zona rural, probablemente las sierras más remotas de Córdoba, y se embarcan en un largo deambular, sin destino cierto. Llambi Campbell y cía. ya demostraron lo que son capaces de hacer con pocos recursos -Los salvajes, igual que El estudiante, fue hecha sin financiación del Instituto de Cine- y aqui se respira la misma libertad para que el director imagine sin límites un universo que se hará realidad para las cámaras. En ese sentido, Los salvajes es una obra maestra de la producción. Y Fadel demuestra tener pulso firme como director: narra cada situación con economía de recursos y precisión; extrae de un elenco de jóvenes actores aficionados -salidos de "un barrio humilde" como dijo uno de ellos al finalizar la función- actuaciones impresionantes, llenas de verdad y emoción; y hace creíble la mezcla de violencia latente y ternura de los personajes. Hay un dilema ético en la presentación de personajes marginales como inherentemente violentos, casi amorales, siempre al borde del asesinato inducido por el paco. Pero esa crudeza no es sin matices y, en todo caso, se me hace infinitamente preferible a la versión bienpensante bondadosa del cine argentino tradicional (con el santón cinéfilo Leonardo Favio a la cabeza). Hay, también, algún problema en la construcción del arco narrativo: la película es larga y, promediando el metraje, esa larga duración se hace sentir, como si se contagiara del propio extravío de sus personajes. No sé qué me pasó. Sería absurdo pero, a lo mejor, la propia excelencia del comienzo confirmó las (demasiado) altas expectativas que venían con la película y, eso, a la larga resultó insostenible. Tal vez sea por la misma ambición simbólica de ciertas escenas, a partir especialmente de la aparición del personaje interpretado por el ex Vox Dei Ricardo Soulé, un solitario perdido en las sierras que seduce a la chica del grupo con su simbólico halcón, o las secuencias donde se pone en juego la obsesión del más joven con un jabalí que ronda por el monte y que el muchacho termina cazando, en una escena sangrienta donde estalla toda la violencia anunciada. Los salvajes no termina tan alto como comienza, hay que decirlo, y eso tiene un efecto retroactivo sobre las excelencias que lo preceden. Pero no tengo dudas de que se trata de una obra importante, que sube la barra del "cine independiente" local y no sólo en términos de producción, como han dicho algunos. Y no tengo dudas de que Alejandro Fadel es -y será- un cineasta importante. Pero, al mismo tiempo, hay algo en la película que me desconcierta. Tal vez no sea algo malo. Como dice Sergio Wolf, director del BAFICI: "Me interesan las películas que te obligan a hacerte la pregunta: ¿qué es esto que estoy viendo?"
-Andrés Di Tella
Los salvajes se estrena el 4 de octubre en el MALBA. Reseña publicada originalmente el 18 de abril en el marco del BAFICI.